La intérprete peruano-mexicana expresó su pesar por la partida de Juan Gabriel, a quien recordó como un hombre muy sencillo. Ella se presentará esta semana en el festival ‘Viva México’. Entrevista,Con más de 10 millones de discos vendidos en el mundo, Tania Libertad es una intérprete peruana –de nacionalidad mexicana también– que goza de reconocimiento internacional. Desde el país azteca, conversó con La República, a través del hilo telefónico, en las vísperas de su llegada al país por el festival “Viva México”, que se realizará la primera semana de setiembre. Hace meses usted dijo que se sentía cansada tras más de 50 años de carrera artística. ¿Cómo hace para que parezca que canta cada canción como la primera vez? Yo empecé a los cinco años y he pasado por los diferentes periodos de la industria musical y el cansancio se debe a ese constante batallar para enfrentarse a los cambios. Cuando subo a un escenario, se me olvida por completo. ¿Cuál de estos cambios ha sido el más difícil de enfrentar? La era del internet, de las plataformas digitales, que hacen que las ventas se conviertan en 10% de lo que era antes o menos. Usted ya tiene Facebook, Twitter y Youtube. Claro, siempre me trato de actualizar. Manejo solita mis redes sociales. Estoy muy pendiente de eso y de contestarles a las personas que me escriben. Casi todo me gusta hacerlo personalmente y así cuando subo al escenario todo es más auténtico. Siempre ha tenido como buenos amigos a grandes intelectuales y artistas. Me imagino que ha podido aprender mucho de ellos. Desde muy chiquita estuve involucrada con los poetas, con los músicos, con Chabuca Granda, los grandes creadores, que en su momento también eran gente joven y audaz. Aprendí mucho de ellos y eso se me ha quedado como en mi maleta. Muchos de estos personajes ya no están. ¿A Juan Gabriel, por ejemplo, cómo lo recuerda? Me tocó cantar con él en el año 91, en la primera cumbre iberoamericana de presidentes, en Guadalajara. Yo pedí conocerlo y él, a la vez, también había pedido conocerme y entonces nos juntamos para comer un día mientras estábamos allí. Luego tomamos su limusina con nuestros equipos de producción y fuimos a recorrer la ciudad. Pasamos desde la una de la tarde hasta las tres de la mañana del día siguiente. Era un hombre muy carismático. Es un día que recuerdo con mucho cariño. ¿Era tan sencillo y alegre como comentan? ¡Cómo no! Ese día terminamos comiendo en la calle, en un puestito de la calle, cenando como a las 11 o 12 de la noche, comiendo tortas ahogadas, que es una comida típica de Jalisco. Hicimos una buena amistad. Es una lástima que haya partido en un momento de tanta plenitud. También tuvo como gran amigo a Gabriel García Márquez, ¿verdad? Sí, y fue una cosa parecida. En el año 87, a través de una amiga en común, él mando decir que quería conocerme. Se armó una cenita pequeña, fuimos mi esposo y yo, su esposa y él y dos amigos. Llegué con libros de él para que me los firmara y me encontré con la sorpresa de que él llegó con discos para que yo se los firmara. A partir de allí fue una estupenda relación con él y su familia, que aún después de su muerte hemos conservado. ¿Hay alguno de estos personajes desaparecidos que extrañe con mayor intensidad? Extrañamos a todos. A José Saramago, por ejemplo, que a él lo conocí en el 97. Me oyó cantar en España y a raíz de eso fue que él escribió un prólogo para el disco que hice con Mario Benedetti. Un hombre encantador, que tenía mi mismo apellido, porque su verdadero nombre era José de Souza. Yo creo que esas cosas no son casualidades. Él decía que no sabía por qué le robaban siempre mis discos y él pedía que le llevara más de mis mismos discos. Usted cree mucho en el destino, ¿verdad? Totalmente. Creo que si a mí me pusieron para nacer en un pueblo histórico como Zaña (Chiclayo), pasar por tantas circunstancias que me formaron y me hicieron ser lo que soy, creo que eso es el destino. ¿Cuando partió a México se imaginaba todo lo que lograría? No, eso sí, visionaria no soy. (Risas) En el Perú estuve haciendo televisión, cantando mucho en las peñas, en un medio tal vez un poco más comercial, pero a las vez tenía cercanía con el mundo intelectual. Entonces decidí viajar incluso para elegir, porque no podía seguir viviendo en un mundo tan opuesto. Cuando llegué aquí decidí empezar por el camino que creí el correcto, desde el lado cultural. En una entrevista usted revela que antes de irse usted aquí daba solo un concierto por año. ¿En el Perú no se le dio las posibilidades de alzar vuelo hacia el mundo? No se me dio porque no existían y pienso que todavía no existen. Ahora el país está tomando una nueva fuerza, pero en aquellos tiempos no era nada fácil. Yo tenía que cantar en cinco peñas por día para ganar algo que significara vivir decentemente. Dijo que estaba pensando en retirarse, ¿continúa pensándolo o el proyecto de "Las tres grandes" ha ocupado su horizonte? No, este proyecto es temporal, porque cada una de nosotras sigue su carrera como solista. La posibilidad del retiro es algo en lo que pensamos todos los artistas, porque en algún momento se nos tiene que terminar la voz. Pero a mí me ha sorprendido que en este momento mi condición vocal ha mejorado y pues a uno le entran más ganas de seguir cantando. ¿Tiene más proyectos a la vista? Sí, cómo no. Hice un disco con el que me remonté a mis orígenes, que se llamó "Por ti y por mí", y resultó disco de oro. La disquera me ha pedido que haga otro proyecto parecido y estoy trabajando en ese disco, que va a ser todavía más cercano. ¿A menudo escucha música peruana? Claro, siempre estoy escuchándola. En mi computadora tengo más de 100 mil canciones, de esas muchas son peruanas. Pero más que eso, tengo en mi cerebro mucha música peruana. ¿Qué siente al escuchar "La Contamanina"? (Risas) Escucho a esa niña que tuvo su primer éxito con esa canción, que ni siquiera entendía lo que decía. La canté con toda la inocencia del mundo, cuando me la entregó Viñico Tafur, sin saber que iba a tener el éxito que tuvo. Estoy muy agradecida con esa canción porque me abrió las puertas del mundo masivo del Perú. ¿Cuál es el primer recuerdo que viene a su mente cuando habla de su infancia? Que la primera canción que canté para un público, en mi escuela, fue un bolero, "Historia de un amor", y aquí en México, el disco que me abre las puertas al público masivo fue mi primer disco de boleros. Mi recuerdo de la niñez son los boleros. A los siete años de edad ya tenía un repertorio de 400 boleros. El año pasado usted reveló que sufrió maltratos de su padre. ¿Qué huellas de eso le han quedado? Bueno, las huellas se han borrado ya. Tengo la capacidad de superar esos momentos duros que he tenido en la vida. Los he superado yo solita, sin necesidad de psicoanalista ni nada de eso. El arte y la canción son cosas muy poderosas, tablas de salvación maravillosas, porque te permiten sacar todo. Ha asumido muchos riesgos en la vida, ¿siente que cada uno valió la pena? Por supuesto, volvería a vivir todo lo que me ha tocado vivir, porque ahora me siento una mujer plena. Todo lo que me ha tocado vivir lo he aceptado, lo he asumido, lo he pagado o lo he disfrutado. ¿Y de dónde sacó tanta valentía? No lo sé. Fui una mujer un poco débil, pero cuando vine sola aquí a México, con 500 dólares entre las manos, sin casa, sin proyecto, sin trabajo, sin nada. Tienes que aprenderlo. Yo lloré un rato, lloré un mes, pero luego ya estaba de pie y asumiendo que estaba sola y que si no hacía yo mis cosas, nadie las iba a hacer por mí. Partir a México, a pesar del gran éxito logrado, ha implicado un sacrificio, el alejarse del público peruano, en especial los más jóvenes, que no llegaron a conocerla. ¿Ha sentido pena por esto? En un momento sí, porque yo me vine en el año 80 y estuve muchísimo tiempo sin que nadie se interesara por mí. Cada día de mi vida esperaba que un empresario me llamara para venir a cantar a Perú y nunca sucedió, hasta que me entrevistaron en la alfombra roja de los Grammy y me preguntaron cuándo iría al Perú y yo dije "cuando un empresario me lleve". Inmediatamente recibí una llamada. ¿Cuántos años pasaron así? 29 años. Claro que yo no dejé de ir a Perú. Iba a cantar por ejemplo a la Estación de Barranco pero yo iba a la taquilla. De lo que sacábamos, pagábamos todos los gastos. Muchas veces conté con la solidaridad de Armando Manzanero. Pero nunca dejé de ir. Todo eso por amor al Perú. Eso es amor, pero es algo que las nuevas generaciones no conocen.