Novela. En Madrid, Ernesto Pinto-Bazurco acaba de presentar la historia de Isabel Barreto, una navegante peruana que en la época de la conquista alcanzó el grado de almiranta,Carlos Villans Cairo, Madrid. El diplomático y narrador Ernesto Pinto-Bazurco opina que la nueva narrativa peruana, donde él se incluye, se refiere a los casos de corrupción, las secuelas del terrorismo y los vaivenes políticos, y ha dejado de ser realista mágica para convertirse en “realista didáctica”. Lo dijo hace unos días al presentar en Madrid su novela Isabel de los mares, primera embajadora de América (Lima, Titanium editores, 372 pp.), sobre la aventurera, y peripatética biografía de la mestiza peruana Isabel Barreto. PUEDES VER: Extrabajadora de la Feria del Libro de Lima hace denuncia contra los administradores El autor tiene un gran afán didáctico de mostrar ciertas características sociales, geográficas y lingüísticas, derivando su discurso hacia el sentimiento peruanista como una triunfal amalgama de razas y culturas. Todavía muy joven, Isabel Barreto fue una fogosa amante de Zchen, un muchacho chino descendiente de navegantes asiáticos que vinieron al Perú antes de la llegada de los hispanos. No solo la llenó de historias y toponimias orientales a su amada sino le obsequió un mapa hecho sobre la piel de un camaleón que podía orientar el viaje de Perú a las Islas Marquesas, donde había llegado un navegante español: el adelantado Álvaro de Mendaña, empobrecido por el viaje pero ansioso de volver en busca de oro. Isabel que soñaba con llegar a China, conoció a Mendaña ya viejo. Empeñó su juventud en un matrimonio que además tenía como testamento de que, en caso de muerte, ella heredaría títulos y grados militares del intrépido pero decrépito marido. Mendaña aprovechó la rica dote de Isabel y emprendieron el viaje descubridor, mientras Zchen, el eterno y gran amor de la mestiza era asesinado en la costa peruana. Durante la travesía la bella mujer se hizo amante de Pedro el Zambo, que capitaneaba una de las cuatro embarcaciones y se convirtió en la capitana del gran viaje, querida y admirada por todos. Fortuitamente falleció Mendaña. Llegaron a muchas islas de Asia, pero les parecieron insignificantes hasta recalar en Manila. Isabel asumió todos los cargos de su difunto esposo y se convirtió en embajadora, y para reafirmar su poder contrajo matrimonio con otro español, el almirante Hernando de Castro. Finalmente retornó al Perú, pero en Lima todos sus títulos le fueron negados y murió a los 45 años, desterrada entre Huánuco y Huancavelica, apenas socorrida por dos sirvientes filipinas. Pinto-Bazurco la describe muy bella, patacalata y bebedora de sangre de chivo de niña, criada por una india mientras su madre y sus hermanos curaban sus tuberculosis en Jauja; inteligentísima, hábil en la estrategia, buena amante de tres hombres incluído –mágicamente– Túpac Amaru II que viviría dos siglos después; además seduce carnalmente a un virrey que la ayuda; conocedora de plantas y semillas, pociones y plegarias con poderes sobrenaturales; ciega de niña pero con los oidos y sobre todo superdotada en el olfato, recobra la vista también por comidas y supercherías, sutil engastadora de nombres como Chan Chan, Chim-bote, Chancay e inclusive Lima que son “palabras de origen chino”; globos preincas tripulados para contemplar desde el cielo las figuras de las pampas de Nasca, adelantada a su tiempo en una frontal lucha contra los abusos de los españoles y la gran mentira de que “en sus dominios no se ponía el sol” y que los conquistadores fueron “hábiles con el cuchillo pero analfabetos” (p.138) ; que los incas no descubrieron la rueda porque no la necesitaron en los Andes accidentados; conocedora de las propiedades de la coca y otras bebidas alucinógenas; asediada en su agonía por tres curas, se volverá transparente, y dejará en su testamento sus riquezas a sus sirvientas filipinas sugiriendo entre ellas un amor homosexual. Fenomenal hembra peruana del siglo XVII, ni santa, ni bruja.❧