El ascensor del edificio de Radio Programas del Perú es un lugar siniestro. Cada vez que he ido por ahí a que me hagan una entrevista he tenido que bajar (siempre bajar, nunca subir) con algún personaje inefable. No me he encontrado aún con Cipriani, alabado sea Dios porque si no me desconozco, pero sí con Phillip Butters. Yo iba con una amiga y casi me echo a llorar cuando saludó efusivamente al sujeto que había dicho que si veía a dos lesbianas besándose delante de su hijo las agarraría a patadas. Pero a lo que iba, el tipo es como yo, tiene apellido de producto alemán en tienda de abarrotes pero cara de peruano que debe haber sufrido mucho. La sabiduría popular indica que la homofobia en sus niveles más crudos revela casi siempre un deseo homoerótico reprimido. Así como las manifestaciones de racismo más absurdas son perpetradas muchas veces por personas no-blancas que necesitan desesperadamente diferenciarse. En el ADN de Hitler había raíces judías y africanas. ¿Cuál es la mejor manera de que no se den cuenta de que el negro/cholo/judío eres tú? Negreando y choleando de lo lindo. También es buena idea crear campos de concentración. Porque ser racista te “blanquea”. Me imagino cómo habrán despreciado a Butters los blanquitos limeños en su colegio marista, en su Universidad de Lima. ¡A mí también! Pero ya pasó. Miles de peruanos siguen sufriendo por su falta de privilegios raciales o por su orientación sexual. A ellos se les niega la posibilidad de prosperar, de ser, de estar, de amar. Porque hay políticos que son como el propio Butters. Pero este señor que sí ha tenido esa oportunidad, porque lo dejaron, y porque finalmente es un hombre-heterosexual-Butters, ¿qué hace desde su estatus de figura pública, desde ese altavoz que gente aún más despreciable que él le regala cada día? Nos sigue pegando abajo desde su miseria moral. El de Butters es el ADN del monstruo.❧Miles de peruanos siguen sufriendo por su falta de privilegios raciales o por su orientación sexual.