Me escriben de una revista para contarme que están preparando un reportaje sobre la moda y las modelos “que se ven peruanas” (sic), y quieren contar con mi opinión. Entiendo que en calidad de peruana “que se ve como peruana”. La revista quiere saber “qué tan jodido es ser mujer y ser chola en una sociedad como la peruana”. Pienso en la conexión de esta pregunta con el reciente boom del autocholeo, un montón de señores escribiendo sobre su choledad. Gracias a escritores como Marco Avilés se está instalando esta sana costumbre entre nosotras, no solo en forma de denuncia de los casos de discriminación que se viven diariamente en el país, sino también como puro orgullo cholo. Ya era hora. Pero esta vez no tengo ganas de dar testimonio, que podría. Aunque soy una entre varios millones, soy quien buscan. Toda una autoridad en la materia. Llevo la vida entera especializándome. Tengo un doctorado para responder esa pregunta. Y sin embargo, no quiero responder, ni dar testimonio, ya lo he hecho, si lo buscan lo encuentran. Solo quiero hacer una preguntita al aire: ¿cuántas veces me ha llamado esta revista de cosas cool en casi una década para pedirme alguna opinión sobre algo, sobre cualquier cosa? Nunca. La primera vez que lo hace es para preguntarme qué se siente ser mujer y chola en el Perú, ¿no? Ahí tienen una respuesta. Esta vez no quiero que me vean, quiero que se vean. Sí, llámese revista o agencia de publicidad, empresa, restaurante, hotel, mercado, mundo peruano en general. Ya es hora de que el racismo no sea visto exclusivamente desde el punto de vista del discriminado, sino también que el choleador empiece a mirarse al espejo y a hacer su trabajo. Invisibilizar también es cholear. Ponernos en un cajoncito aparte, llamarnos solo para los temitas de cholxs, también es cholear. El machismo y el racismo apestan más fuerte en el Perú. Su intersección es ese lugar violento en el que muchas vivimos. Y del que tenemos que salir juntxs.