Luz María Olaechea. Socia de Viña Tacama y gerente de El Tambo, restaurante regional para la difusión del enoturismo., ¿Cómo es crecer en una familia donde todo gira alrededor del vino? Bien lindo. Mi padre siempre tuvo mucha pasión por el vino y el pisco. Y, a propósito de lo que ha sucedido en Chile (que han expulsado a un periodista por decir que el pisco es peruano), mi padre luchó toda su vida por la denominación de origen del pisco. PUEDE LEER. Descubre como cambia tu cara con tres copas de vino ¿Cómo te marcó eso a ti? Esa es una parte de cómo fue crecer en esto… Siempre, desde chicos, oyéndolo hablar sobre la denominación de origen, que era parte de los sueños. Y también creía que el vino en el Perú era y podía ser una realidad… ¿Y cómo fue pasar tu infancia aquí (en Viña Tacama)? Venir en vacaciones era un sueño. Hasta ahora me pasa que cuando llego y huelo la parte por donde está la bodega, siento que es el olor de mi infancia. Para mí es una suerte, una mística y una tradición. ¿Para los niños de tu familia el vino era una bebida de mesa? Totalmente. De chica, no me gustaba mucho. Me decían que tome y yo: ¡uy, qué amargo! Pero de ahí era: mira, este vino que se ha hecho, o hemos sacado este tinto... Y ahí lo comienzas a apreciar y a aprender de cepas, de la importancia de la tierra, de eso que los franceses llaman terroir… ¿Es diferente aprender a apreciar el vino desde niño? Totalmente. Te amarra mucho a la tierra y a seguir luchando para que en la cabeza de la gente entre que sí puede haber vino peruano. Es algo que tenemos adentro, porque, como lo hemos vivido, queremos compartirlo. ¿Qué prejuicios has escuchado sobre el vino peruano? Uf, todos. Siento que hay bastante desconocimiento y hago un paralelo con el arte. Yo trabajo con el Ballet Municipal y, cuando empezamos, la gente decía: Yo no voy al ballet en el Perú, yo voy al ballet cuando viajo. ¿Y eso cambió? Sí. Para las cosas de arte, y el vino es un arte también, tienes que tener cierto conocimiento, apertura de mente y no llevarte de lo que la gente piensa, sino de lo que te gusta. En este tema hay un poco de esnobismo, de pensar que si vas a un sitio y llevas una botella de vino argentino o español vas a quedar mejor. ¿En qué momento asumiste que era también tu pelea? Yo creo que de más grande… Lo sabía y todo, pero al hacer este proyecto (el restaurante de maridaje en El Tambo) he comenzado a conocer mucho más. A mí gastronomía me interesa un montón y me he ido acercando también a los vinos a través de la gastronomía. Esto del vino es como tu nacionalidad, está en la vena. Si cada miembro de tu familia tiene un aporte. ¿Cuál fue el tuyo? Justamente la parte de maridaje. En esa época, yo no estaba tan metida como mis hermanos y este proyecto, de El Tambo, estaba avanzado, asesorado por un señor argentino, el mismo que había diseñado la ruta del pisco… ¿Y cómo te involucraste? Porque cuando hicieron el proyecto, el señor argentino, con una mentalidad súper enológica, pero no gastronómica, había planteado que fuera un sitio para “tapeo”. Cuando lo supe, dije: ¡Qué horror! ¡Todo el trabajo que la gente se toma para llegar y otra vez tiene que salir a comer, y teniendo una gastronomía tan rica! Tenemos que hacer un restaurante. ¿Qué sueño te falta realizar? Uf, un montón. Que de todas maneras el vino tenga el espacio que tiene que tener. Ese es un camino en el que estamos gateando recién, porque hay que cambiar el chip de la gente. Para eso se ha hecho este sitio: para que sea un centro de difusión enológica. Cuando tomas un vino extranjero, ¿te sientes un poco infiel a tus propios vinos? (Risas) Sí (risas). No puedo contarlo mucho, pero a mi esposo, por ejemplo, a veces, por Navidad, sus clientes le regalan unos vinazos, El vino español, El espumoso francés, y yo: ¡a la cocina! El vino en la cocina también es maravilloso, pero yo solo sirvo Tacama. ¿Cuál es tu maridaje favorito? El Blanco de blancos con ceviche y arroz con mariscos, ¡lo máximo! O también el picante con el Carmenere. ¿Cuál es tu vino para el amor? Yo diría que el Don Manuel Petit Verdot. ¡Guau! ¡Es increíble! La ficha Nací en una familia que, por generaciones, ha producido vino en Viña Tacama, de la cual es propietaria desde el siglo XIX. Al crecer, pasaba mis vacaciones en la casa hacienda construida en el siglo XVI, entre viñedos y barricas. Estudié Administración hotelera y trabajé por 22 años en un estudio de abogados, pero era una ávida lectora de libros gastronómicos. Cuando mi familia comenzó el proyecto de difusión del enoturismo en Viña Tacama, decidí involucrarme en la apertura de El Tambo, un restaurante regional que busca que el maridaje sea una experiencia al alcance de todos.