Un dispositivo portátil creado por bioingenieros de la PUCP combina terapias físicas para regenerar tejidos y células. En el 2013 se comprobó su efectividad en pacientes con síndrome de hombro doloroso del hospital Dos de Mayo. Ahora buscan probarlo en quienes padecen de pie diabético y artritis.,Ingeniería para regenerar tejidos,Ingeniería para regenerar tejidos,Ingeniería para regenerar tejidos,Tres ingenieros de batas blancas —dos electrónicos y uno mecánico— hablan de Medicina. En ese diálogo, Patricia Ramírez, 30 años, recuerda que todas las mañanas, durante tres años, acompañaba a los médicos en sus rondas de visita por la Maternidad de Lima y era testigo de repentinas ausencias en la Unidad de Cuidados Intensivos. "Había días en que veía a un bebito en una incubadora y, al día siguiente, ya no estaba. Preguntaba qué pasaba. Y era que había fallecido", dice. Luis Vilcahuamán, 55 años, ingeniero como Patricia, ha presenciado varias cirugías donde las fallas de herramientas tecnológicas, como bisturíes eléctricos, ponían en riesgo la vida de los pacientes. PUEDES VER Hospital Dos de Mayo lanza programa de comida saludable En los noventa, cuando estudiaba una maestría en Brasil, y tenía que acompañar a los galenos en sus operaciones, notaba que los bisturíes descompuestos generaban más sangrado y retrasaban la recuperación del paciente. Ahora, en el Perú, el mismo especialista ha encontrado nuevos desperfectos: agua en lugar de aire dentro de las tuberías de respiración de los pacientes; y peligrosas condiciones eléctricas que podrían dañar el corazón de un paciente operado. "Con el sistema eléctrico que tiene el país debe ocurrir una serie de casos que ni siquiera se registran", comenta. Jorge Palacios, quien trabaja con Patricia y Luis, le da la razón, y dice que en los hospitales, los médicos creen que los ingenieros son "solo fantasmas que deben aparecer cuando un equipo no funciona". Ya no sabe cuántas veces le han preguntado: ¿Para qué los necesitamos acá? Los tres estudiaron electrónica o mecánica, pero terminaron especializándose en Bioingeniería, una carrera nueva en el país, impartida en menos de cinco universidades, y que combina las habilidades de los ingenieros con la medicina humana. Por eso usan batas blancas, conviven con médicos y conocen los problemas de gestión en la compra de equipos. "En las industrias trabajaríamos para hacer dinero. Pero acá ayudamos a gente", dice Palacios. Allí, en los hospitales, se enteraron de que algunas enfermedades tienen que combatirse con terapias físicas, tratamientos no invasivos y sin medicamentos. Entonces, en el 2009 decidieron crear un equipo portátil de bajo costo para regenerar células y tejidos dañados del cuerpo. Un pequeño aparato, de luces rojas, con cuatro tipos de terapias que pueden combinarse entre sí para estimular las células de los músculos, huesos, nervios, articulaciones y hasta órganos, a fin de que se recuperen. No crea células nuevas, sino fortalece las que están débiles. Para poner un ejemplo, cuando una persona se quema el brazo, su piel adquiere rigidez y pierde elasticidad. El dolor impide que lo flexione. Entonces, si la piel recibe uno de los cuatro factores físicos del dispositivo (ultrasonido, iluminación Led, láser, o campos magnéticos) podrá recuperar un poco de elasticidad y mejorar el movimiento de su brazo. "No restaura la piel —precisa Jorge—, pero recupera ciertas características". Y eso es un importante aporte dadas las limitaciones en el campo de la terapia física. El grupo de Bioingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), creador de este dispositivo portátil, liderado por Luis Vilcahuamán, apunta a usar estas terapias en el tratamiento de enfermedades musculoesqueléticas, procesos inflamatorios, enfermedades ginecológicas y urológicas, así como mejorar la circulación sanguínea. Esta lista de posibilidades es más larga; sin embargo, su efectividad no se confirma ya que hace falta realizar estudios clínicos. Hace ochos años, los bioingenieros de la PUCP crearon esta máquina; hace un año recibieron la patente por parte de Indecopi, pero hasta la fecha, solo han podido probarlo en un hospital público, donde se evidenció casi el 90% de su efectividad en uno de los males más frecuentes en los pacientes de terapia física: el síndrome de hombro doloroso. Un mal común para los que no se despegan de las computadoras, los de mala postura, o quienes padecen las secuelas de alguna fractura, tendinitis o desgarros. El equipo está listo, pero queda pendiente que alguna institución —sea pública o privada— se sume al proyecto para realizar los ensayos clínicos. Esta vez no serían para pacientes con síndrome de hombro doloroso, sino para aquellos con pie diabético o artritis. En el campo Ningún paciente ha regresado al hospital. Eso dice María Teresa Arista, 36 años, terapeuta ocupacional del Hospital Dos de Mayo, y encargada de elaborar el protocolo para que el dispositivo sea usado por primera vez en dicho establecimiento. La también bioingeniera asegura que las veinte personas con síndrome de hombro doloroso que se sometieron a la terapia combinada (campos magnéticos e iluminación Led) no volvieron por algún malestar similar. En este grupo de prueba había estibadores, taxistas, mecánicos, obreros y amas de casa. También estaba un hombre de 57 años que trabajaba en una fábrica haciendo cortes con sierras circulares. Había soportado un año con dolores y analgésicos. La dificultades para mover su brazo le iban a costar un cambio de puesto. Le iban a encargar las labores administrativas. Los ensayos clínicos se realizaron entre el 2011 y 2013. En ese periodo, ochenta pacientes del Hospital Dos de Mayo, divididos en cuatro grupos, probaron las terapias del equipo para regenerar tejidos. Eran hombres y mujeres entre 18 y 65 años que sometieron a sus hombros a las sesiones de láser, de ultrasonido, de luz Led, y una combinación de Led con campos magnéticos. Después de doce sesiones de treinta minutos, el último grupo sintió un alivio que, según la medición del equipo de investigadores, alcanzó un 85%. Otro 15% señaló que el resultado del tratamiento había sido bueno. Nadie lo calificó como regular o malo. Este aparato emite luces y ondas mecánicas que atraviesan la piel y que, sin generar dolor, estimulan a las células. María Teresa Arista dice que cuando hay un proceso inflamatorio, no existe intercambio de iones, lo cual genera congestión en la zona afectada. Entonces, el campo magnético permite activar el nivel celular y ayuda a que poco a poco se vaya regenerando. Genera movimiento. Elimina toxinas. Le da mayor elasticidad a los músculos y a los tendones. Esta es la particularidad de este aparato: combinar el campo magnético con la luz Led, o el ultrasonido con esta iluminación. "Cuando están combinados tienen más efectividad", advierte Vilcahuamán. A esto se suma —según sus creadores—su portabilidad, su bajo costo (500 dólares por equipo), y su elaboración nacional. "Si falla algo en el dispositivo, podemos ir a Paruro y conseguir el repuesto". Otro punto importante es que, a diferencia de otros aparatos, sus aplicaciones ya han sido validadas en estudios clínicos. El futuro de la máquina La diabetes puede dañar los nervios del paciente a tal punto que pierde la sensibilidad en los pies. No siente quemaduras, heridas sobreinfectadas, o úlceras. La situación es tan grave que las deficiencias en sus nervios y en el sistema circulatorio puede concluir en la amputación del pie. Para evitar eso, el grupo de Bioingeniería, integrado por Jorge, Patricia, Luis, María Teresa, David Rojas y Mykola Injutin, plantea combinar la luz y los campos magnéticos para regenerar los nervios. Lo mismo ocurriría con la artritis, donde se podría cambiar la actual terapia con medicamentos y manejo del dolor, por una que combine ultrasonidos y campos magnéticos. Los investigadores, incluso, presentan un nuevo beneficio acorde a las frías épocas en el interior del país: fortalecer los pulmones y el tórax de los niños en plena helada. Esta es otra prueba pendiente. La máquina ya está lista.