Antropólogo, investigador de Desco y coordinador del grupo Propuesta Ciudadana. Es especialista en regionalización y conflictos sociales. Fue viceministro de Desarrollo Social del Ministerio de la Mujer en la gestión de Aída García Naranjo.,En estos días en que la palabra corrupción aparece asociada a los gobiernos regionales, Eduardo Ballón es una buena fuente de consulta. Sus años como investigador de Desco y sus tres meses como viceministro (a los que considera fundamentales) le dan autoridad para hablar del tema. ¿Es usted un entusiasta de la descentralización? ¿Todavía? Es imposible ser un entusiasta de la descentralización que vivimos en este país. Pero también es imposible –más aun con el momento que está viviendo el país– el imaginarse su capacidad de respuesta al mundo de hoy sin ser un entusiasta de una descentralización deseable. PUEDES VER: Los rostros de Liliana Trujillo De acuerdo, no parece ser un buen momento para ser entusiasta de la descentralización porque hay cierta percepción de que este proceso fallido ha traído como consecuencia los actos de corrupción que hemos visto hasta esta semana, en el Callao, por ejemplo. A ver, si uno se guía por las imágenes que existen, uno tiene la tentación de decir: “Terminemos con la descentralización”. De alguna manera, la descentralización pareciera la responsable de la corrupción que agobia al país illo tempore. Pero si yo sigo con ese raciocinio, yo iría más allá y diría: “Terminemos con la República”, porque de nuestros cuatro últimos presidentes, uno está preso y sentenciado, el otro está fugado para no estar preso y sentenciado, y los otros dos están siendo investigados, por indicios varios. Lo que trato de decir es que no es cierto que la descentralización trajo la corrupción. Sin embargo, ¿no es cierto que este proceso, que no es perfecto, le dio poder a estos gobernadores para que pudieran hacer estos contratos que son parte de un esquema de corrupción? A ver, más que darles poder, porque en el sentido estricto no se les dio mucho poder, creó las condiciones e incentivos para que esa corrupción –que atraviesa al conjunto del Estado peruano– llegue con absoluta claridad y nitidez a los territorios. La abundancia de recursos que vivió el país –en un contexto en el que no existen mecanismos de control eficientes; tenemos una Contraloría que en 2017 descubre que hubo irregularidades en un contrato de 2005– configuró un escenario desfavorable para una descentralización que ha fracasado, para los objetivos que imaginaron sus promotores. ¿Lo dice así? ¿Con todas sus palabras? ¿La descentralización ha fracasado? Para los objetivos con los que fue concebida, sí. Mencionaba el crecimiento económico que tuvimos del 2002 al 2014, ¿fue esta época de bonanza una tremenda tentación para las personas que entraron a los gobiernos regionales? La tentación nos habla de subjetividades. En todo caso, en ese proceso de enorme crecimiento, sin controles, y con un funcionamiento irracional del Estado, se generaron incentivos muy grandes para la corrupción, y voy a poner un ejemplo. Si yo te transfiero 150 millones de soles en el mes de diciembre, que tienes que ejecutar antes de que termine el año, te estoy dando un gran incentivo. El mensaje era: Gasta ya y como puedas. Claro, porque de lo contrario, cosa que siempre ocurrió, desde el gobierno nacional te acusaban de ineficiente e incapaz. “Tienes un montón de plata y no sabes cómo gastarla”. Ese es un ejemplo de los incentivos perversos que se han dado en este proceso. Ahora, ¿cuántos años tuvieron que pasar para que desde el gobierno nacional se concluya que en Áncash había una mafia, por poner un ejemplo? Tuvieron que pasar por lo menos 5 años. En esos 5 años, los indicios, las denuncias en la prensa, en el territorio, se acumularon. Y en esos 5 años, ese gobierno regional fue declarado sucesivas veces, por el Ministerio de Economía, como el mejor ejecutor de recursos, como el modelo a seguir; y ese gobernador regional fue abrazado y llevó y trajo a sucesivos presidentes. ¿La poca eficacia de la Contraloría, aparte de los incentivos perversos que ha detallado, es la única explicación para la corrupción en las regiones? Se ha lanzado como idea la escasa presencia de partidos nacionales en las regiones. Estoy de acuerdo con eso. Hay problemas de representación política y del sistema de partidos que tenemos, que colapsó en el momento en que empezaba la descentralización. Eso llevó a una fragmentación muy grande. Las normas electorales terminaron alentando esa fragmentación y la presencia de un número significativo de aventureros. Para entender esta situación, ¿cuántos gobernadores regionales pertenecen a un partido nacional? Formalmente pertenecen a un partido nacional, hasta donde me alcanza la memoria, el gobernador regional de La Libertad y Lambayeque, que son de APP, y pertenecen a Fuerza Popular, también en teoría, el gobernador de Ica, el de San Martín, y me parece que el de Tacna. Son 5 de 25. Siendo generosos, son 5 de 25. Y esos 5 tienen la misma vinculación con sus partidos que tienen los demás políticos en el país. O sea, no hicieron vida política, no fueron ascendiendo de a pocos en sus partidos, etc. Exactamente. Ahora, quiero conocer la dinámica que tienen los gobernadores regionales. Usted fue secretario técnico de la Asamblea de Gobiernos Regionales… Durante tres años. ¿Qué propuso la asamblea para luchar contra la corrupción? A ver, en el tiempo que yo estuve la asamblea le planteó al Ejecutivo tres veces el tema, en el marco de una propuesta general, y la propuesta era: “Nosotros entregamos nuestros limitadísimos recursos para el control interno, y que esta labor la haga la Contraloría”, porque siempre es bueno que el control sea externo. ¿Y los gobernadores regionales tenían iniciativas personales? Se lo pregunto porque no me imagino al señor Félix Moreno o a César Álvarez lanzando ideas anticorrupción. A ver, había silencios, que había que interpretar de distinta manera. Lo que hay que entender es que, en general, las asociaciones de gobiernos descentralizados, la asamblea de regiones, Ampe y Remurpe, con sus historias particulares, han sido siempre asociaciones débiles. Por lo tanto, la participación de las autoridades en esos espacios es fluctuante. Debajo de los gobiernos regionales están los municipios, y con lo visto en Chilca, ¿deberíamos pensar que en estas jurisdicciones el crimen organizado tiene sus propios representantes, que las autoridades no se corrompen después de elegirse, sino que ya llegan con un plan criminal? Hay de todo. Yo no conozco en detalle el caso del alcalde de Chilca, pero la impresión que uno tiene es que allí hubo una banda organizada que capturó el municipio para hacerlo funcional a sus planes. Es la Banda del Choclito, sí, pero también tiene varios cristianos y occidentales en su composición. Y eso pasa en absolutamente todos los espacios de la vida del país. Yo puedo mirar la Municipalidad de Lima, y hasta ahora el señor Castañeda no ha demostrado que no usó la plata que le dieron para prevención de desastres en la Costa Verde. Todo indica que esa esotérica rampa que hizo en la Costa Verde provino de esa partida. ¿Hace bien el presidente Kuczynski al señalar que la corrupción se da abiertamente en los municipios? Usó ese argumento para no declarar la emergencia nacional durante la temporada de desastres. El tema de la declaración de emergencia, si bien el presidente cargó las tintas sobre los niveles subnacionales, es bien complejo en un Estado corrupto. Al final no importa si el asunto se va a manejar centralmente o en los territorios, la corrupción se va a meter por un lado o por el otro. Si Graña y Montero, que es la principal constructora del país, está en el trance en el que está, es más o menos claro cuáles son los problemas que enfrentamos como país, y nos podemos ir de Graña y Montero hasta el alcalde del último caserío. ¿El problema es la descentralización? No, no lo es. ¿Lo es el Estado? Y también la sociedad. La sociedad se ha ido volviendo permisiva con este tipo de cuestiones. Eso explica que todo el mundo afirmara que Áncash “era un nido de ratas desde el 2009”, pero que no pasara nada, y que cuando capturan al entonces presidente regional, todos dijeran sorprendidos: “Uy, un chancho”. Esta tolerancia nos permea a todos. ¿Y le conviene al presidente pelearse con los municipios y regiones? Se lo pregunto porque la gente acompaña al presidente en su visión sobre estas jurisdicciones. Una encuesta de Datum señala que la gente piensa que los principales responsables de que no se hicieran labores de prevención antes de los desastres son, en un 56%, los alcaldes, y en un 50% los gobernadores regionales. A ver, el presidente ha tenido un comportamiento errático en su relación con las autoridades subnacionales. ¿Por qué errático? Porque fue muy claro, incluso antes de que fuera presidente, que estaba buscando una relación cercana con los gobernadores regionales y por extensión con los alcaldes, para equilibrar la difícil relación de fuerzas que hay en el Congreso. En esa dirección dio un conjunto de pasos. ¿Entonces qué pasó? Me da la impresión de que, desbordado por la magnitud de los desastres naturales y constatando que voceros importantes de su gobierno señalaban que el problema no eran los desastres sino la incapacidad del Estado a lo largo de los años, el presidente cargó las tintas olvidando que en el gobierno central hay también pecados de ineficiencia. El fujimorismo tiene su propia relación con los gobiernos locales, ahora busca que la reelección en esas jurisdicciones sea inmediata. Es bien interesante eso. Hasta antes de los desastres naturales, los mismos que habían votado porque no hubiera reelección, estaban empujando esa posibilidad. ¿En el fujimorismo? Varios representantes del fujimorismo votaron porque no hubiera reelección. En el periodo de Humala. Exactamente. Esa decisión se tomó por 92 votos a favor, ninguno en contra y unas cuantas abstenciones. Pero eso fue antes del desastre. ¿Y hay un alto índice de alcaldes reelegidos? No, en las elecciones del 2014 fueron reelectos 15% de los gobernadores regionales. Fue viceministro de Desarrollo Social en la gestión de la señora Aída García Naranjo, ¿por qué un estudioso como usted da un salto al Estado? (Suspira) Yo diría por ingenuidad, y por la expectativa que tiene uno de ser útil y servir. Fui viceministro tres meses, y renuncié el mismo día que renunció el premier Salomón Lerner, que me invitó a este asunto. La segunda motivación mía fue la curiosidad que fue la más largamente satisfecha. Descubrí que absolutamente todo lo que yo me imaginaba y decía del Estado Peruano no tenía nada que ver con la realidad. ¿Aprendió más en esos tres meses que en todo el tiempo que ha escrito para Desco? Sin ninguna duda. ¿Es usted parte de la izquierda decepcionada de Ollanta Humala? Nunca fui un entusiasta de Ollanta Humala, ni de Ciudadanos por el Cambio. Recién decidí apoyar su candidatura en la segunda vuelta del 2011. Fue un acto de fe, y como la mayoría de actos de fe que he hecho en mi vida, fue equivocado. ¿Es usted un hombre religioso? No. Un acto de fe para un hombre no religioso es doblemente peligroso. Así es, es dramático. Laura Gamero