Investigadores de la Universidad San Marcos y de la Digesa muestran métodos caseros para tratar y purificar el agua de los ríos. Plantean soluciones extremas para las cientos de familias del norte del país que aún carecen de agua potable en sus hogares.,Agua para la emergencia,Agua para la emergencia,Agua para la emergencia,Hace más de diez años, sesenta familias del caserío Centro Unión Paraíso, en Loreto, conocieron una piedra que le quitaba la suciedad a sus aguas. Era una piedra sin sabor, sin color, que nunca habían visto en el distrito de Mazán, Maynas, según recuerda un técnico de salud. Aquellos pobladores miraban con sorpresa cómo esta piedra transparente —llamada alumbre— aclaraba el agua del río Napo. Esa era el agua que consumían a diario. Aquella localidad, ubicada a 31 kilómetros de Iquitos, sin servicios básicos, y con niños afectados por enfermedades gastrointestinales, había sido seleccionada para implementar un proyecto piloto que permitía purificar el agua dentro de las casas. Antes de ser tratado, el recurso captado de los ríos registraba más de 300 NTU (unidad de medición de la turbidez). Eso representaba una amenaza a la salud. Luego del proceso, los índices de turbidez se reducían a menos de 1 NTU. PUEDES VER: Guardianes del agua de Lima | FOTOS El alumbre que usaron aquella vez no pierde vigencia. En medio de la emergencia que afecta a las regiones del norte del Perú —donde poco a poco se restablece el servicio de agua—, este mineral reaparece como un importante elemento purificador. Esta piedra transparente puede ser utilizada en los procesos caseros de limpieza de agua dulce, convirtiéndola en un recurso apto para el consumo humano, como ocurrió en el caserío Centro Unión Paraíso. En abril pasado, este elemento volvió a la Amazonía. El personal de la Dirección General de Salud Ambiental e Inocuidad Alimentaria (Digesa) repartió más de tres mil kits de su denominado "Sistema de tratamiento intradomiciliario" —que incluye el alumbre— a las familias afectadas por el derrame de petróleo en los cauces del río Chiriaco en Imaza (Bagua) y en la zona de Morona (Loreto). Aquella vez, el agua de los ríos era negra, tóxica, mortal. Los pobladores tuvieron que buscar el recurso en otras fuentes y tratarlo con el método casero. El procedimiento Para que todo funcione, el agua del río —almacenada en un envase— debe mezclarse con el alumbre, que puede adquirirse en farmacias o ferreterías. Para veinte litros de agua basta con un puñado de piedras. Una vez sumergidas, se le da sesenta vueltas a la mezcla y se deja reposar por una hora. En este periodo el líquido reducirá su turbidez y las partículas de tierra terminarán en el fondo del envase. Pero eso no será suficiente. El resultado tendrá que pasar por un filtro para detener solo las impurezas (no los microbios). Un trapo limpio y con trama fina resultará útil. El agua atravesará la tela y esta retendrá las partículas contaminantes. El producto casi transparente puede usarse para actividades de limpieza. Aún no será para consumo. La última etapa por la que deben pasar las poblaciones en emergencia, como las de la amazonía y las del norte del país, será la desinfección: hervir o clorar. La ebullición destruye la carga microbiana. El cloro — dos gotas por un litro de agua, y veinte minutos de reposo— también la purifica. "Este elemento tiene un efecto residual: solo dura entre 24 y 48 horas, luego se disipa", aclara María Eugenia Nieva, directora del área de control y vigilancia de la Digesa. Esto último quiere decir que quienes recogieron el agua de las cisternas, la cloraron una sola vez, y la guardaron por más de dos días, durante las semanas en que se restringió el servicio en Lima, probablemente han consumido un recurso con un mayor nivel de contaminación. Pasadas las 48 horas, se recomienda que el líquido sea utilizado para limpiar pisos y regar plantas. El poder de la tuna Hace más de diez años, una empresa encargada del servicio de saneamiento en Ayacucho tuvo que utilizar pencas (hojas) de tuna para clarificar el agua. Según los trabajadores, estas plantas reemplazaron al sulfato de aluminio que, en ese entonces no llegaba a la ciudad. Esa era una de las pocas formas de purificar el agua. Finalmente, el objetivo se logró, aunque se necesitaron enormes hojas. Fue una medida inusual: la tuna generalmente se utilizaba en casas. Sin embargo, también estaba destinada a emergencias y a casos excepcionales como ese. Las hojas de la tuna tienen una propiedad similar al alumbre: reducen la turbidez de las aguas de río. Esto lo convierte en otro método para tratar este recurso y convertirlo en uno apto para el consumo humano. Podría beneficiar a los más de 580 mil peruanos afectados por las lluvias en el norte. —Es una pena que haya tanta agua, pero nada para tomar. La química Elízabeth Espinosa, 62 años, docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), está convencida de que este procedimiento puede ser de utilidad en regiones como Piura, donde nació su padre. La científica coge un pedazo de penca, un cuchillo de plástico, y un filtro hecho con cuatro servilletas para demostrar sus razones. Inicialmente, el agua contaminada con barro tiene que reposar en un recipiente durante diez minutos. Las partículas de tierra empiezan a caer. La turbidez del líquido se reduce. "Esa turbiedad son las partículas más finas, las cuales —como son semejantes— se repelen entre ellas. Eso las mantiene dispersas", explica. La docente corta la penca en pequeños pedazos y los sumerge en el agua contaminada. Mezcla el contenido durante un minuto. "Los geles de la tuna forman una especie de 'red' de pesca que atrae cada vez a más partículas", detalla. Luego, los deja reposando por otros veinte minutos. El líquido tiene que pasar por un filtro hecho de servilletas, algodón, un embudo o coladera, que retendrá las mencionadas "redes". El resultado puede utilizarse en limpieza. Aún no es apta para el consumo. Finalmente, habrá dos opciones: hervir el agua o aplicar el método Sodis (desinfección solar). Este último solo se utiliza en caso de emergencia. Consiste en almacenar el recurso en botellas de PET (como las de gaseosa) y exponerlas a la radiación por un periodo mayor a seis horas. (Ver infografía). La luz ultravioleta —detalla Espinosa Descalzo— prácticamente es antibacteriana. No obstante, ese procedimiento extremo no se recomienda en niños, ni en adultos mayores. La tuna es objeto de estudio de tesis en ciencias químicas y geológicas. En San Marcos, una investigación (1979), de la química María Luisa Castro, será continuada por la profesora Elízabeth Espinosa. Ahora ella pone sobre la mesa este método de purificación a fin de que instituciones gubernamentales puedan darle vuelo y, de ser posible, llevarlo a zonas de emergencia. La profesora está en su campo. Conoce cómo el sector privado maneja el agua, cómo los ciudadanos la desperdician y qué daños a la salud pública genera su mal uso. La química está preocupada. “La salud de las nuevas generaciones peligra terriblemente”, dice. Luego insiste en que hay que difundir los mecanismos para su cuidado, más aún cuando hay gente que lucha por obtenerla.