Ni la altura ni el frío deben ser impedimentos para conocer el Santuario Nacional de Huayllay, un impactante bosque de piedra en la región Pasco., Luis Pérez Revista Rumbos Primera parada: Canchacucho. Frío y nieve. Un mate de coca para combatir las bajas temperaturas. Disfrutar del paisaje. Cielo sereno. La aparición del sol inclemente. Así es la naturaleza en el Santuario Nacional de Huayllay, un destino ideal para reencontrarse o buscar la paz interior entre los 4 100 y los 4 546 m.s.n.m. Una gran planicie de 6 815,00 hectáreas, localizada en la meseta de Bombón. Un espacio de silencios profundos e inmensidades que es ideal para las caminatas y el avistamiento de aves, también para dejar fluir la imaginación y encontrarles formas a las ‘esculturas’ pétreas de este fabuloso bosque de piedra. “El 90 por ciento de las rocas son de origen volcánico y su antigüedad se remontaría a 120 millones de años”, alecciona a los visitantes el guía local Marcos Espinoza. Él cuenta, además, que en las 11 rutas turísticas de Huayllay se han registrado 500 figuras líticas de enormes animales y perfiles humanos, para el deleite visual de los viajeros. Y así van apareciendo ante los ojos de los exploradores la escultura del Elefante, la Tortuga, el Pez, el Dinosaurio, la Foca, la Alpaca, la Cobra, las Monjas, el Caracol, el Viajero y un largo etcétera que justifica que el santuario sea considerado uno de los mejores museos geológicos del mundo. Su belleza es comparada con el Jardín de los Dioses (Colorado, Estados Unidos). Pero no solo hay esculturas. Existen también vestigios arqueológicos, pinturas rupestres, aguas termales, flora y fauna altoandina, y la laguna de Japuri, donde se puede vivir la inigualable e inimaginable experiencia de hacer deportes de aventura. Adrenalina en el paddle y el windsurf. Retorno a Canchacucho, la comunidad que está al lado de la carretera que se entromete en el bosque. Aquí es probable que los corazones se aceleren, pero no por las travesuras del soroche sino por la súbita y gloriosa aparición de una suculenta pachamanca de tres sabores, preparada por la familia de Cristóbal Zevallos. Así engríen a los viajeros. Buen provecho. La ficha Ruta: Desde Lima por la Carretera Central. Tiempo: 13 horas. También se puede acceder por Canta. Registro: Los turistas tienen que inscribirse en el cuaderno de visitas del Puesto de Control del Área Natural Protegida. Alimentación: Cristóbal Zevallos ofrece desayunos y almuerzos económicos en su casa. Viajes: Planifique esta y otras travesías en www.ytuqueplanes.com.