Alberto Montt (Montt a secas, para los amigos) se queja porque le han bajado el azúcar a la Inca Kola. “Cincuenta por ciento menos –dice, señalando la etiqueta–. Siento que es la última vez que vengo a este país”. Luego se quejará del jet lag, vive en Francia y su regreso a estas coordenadas le trastornó el sueño. A su lado está Ricardo Siri (Liniers para sus fans) con sus gafas gruesas, gorra a juego y su sonrisa de buena onda. Los amigos son las dos caras de una misma moneda: uno cree que “el mundo es mierda” [sic] y el otro es un optimista. Son dos humoristas gráficos con distintas formas de ser y entender la vida: “Montt es un malvado, y yo soy muy bondadoso, porque los argentinos somos los más bondadosos de América Latina”, dice Liniers. “Yo parezco malo, pero soy un dulce de leche”, agrega Montt.
No necesitan presentación entre el público que ha leído Macanudo -la serie de historietas más famosa de Liniers-, o han seguido Dosis diarias, el blog del genial Montt (chileno-ecuatoriano); o entre quienes vieron sus shows de Stand Up Ilustrado, donde la dupla entretiene al público con un espectáculo que combina conversación, improvisación y dibujo. El uno habla mientras el otro dibuja lo que narra y es proyectado en una pantalla gigante. Esa es la dinámica que trajeron de regreso a Lima estos subversivos de la tinta y el papel en dos únicas presentaciones (5 y 6 de noviembre).
Stand up. En uno de sus recientes shows. A su paso por Lima se presentaron en Corriente Alterna. Foto: difusión
Antes estuvieron de gira en Colombia, Chile, Uruguay, y en nuestro país se presentaron, además, en el Hay Festival de Arequipa. Son unos rockstars.
Dicen que vuelven al escenario porque son unos “yonquis [adictos] del show”. Descubrieron que tenían aptitudes para el histrionismo en las presentaciones de sus libros cuando algo que decían, entre autodestructivo y gracioso, hacía reír al público: “Cuando se ríen diez personas te genera una especie de dopamina, es como ‘oye, quiero más de eso’, y ese fue el camino hacia el stand up”, dice Liniers. “Es muy cierto que hay una adicción a la adrenalina en el escenario, pero también hay un deleite en la conversación sin sentido [...] Más de una de mis viñetas salió de estas conversaciones idiotas”, agrega Montt refiriéndose a La vida es increíble, el podcast que abrió con su compañero en plena pandemia.
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Y si hablamos del humor, la materia prima de estos ilustradores, ambos coinciden en que no siempre dará risa: “Yo nunca me reí con Quino y para mí es el humorista gráfico más grande del universo. Lo que me sacaba era dolor, angustia, reflexión”, dice Montt.
No se angustian estos amigos por ese rumor que dice que el meme destronó al humor gráfico. Aseguran que una McDonald’s no reemplazará nunca un plato de Ferran Adriá. Y sobre cómo ha pegado su stand up en la gente, Liniers enfatiza: “Parece que todos vivimos diferentes vidas, pero no, todos vivimos la misma obra de teatro con los mismos miedos y las mismas frustraciones y ansiedades, [en el show] jugamos un poco con eso”.