Fue una de las ciudades del mundo que el virus arrasó. Una de esas en las que la enfermedad inundó como una mancha verde y pestilente los vecindarios y los hospitales, destruyendo la vida de miles de personas. Hacia finales de abril, en plena hecatombe, el alcalde, Arthur Virgilio Nieto, le resumió la situación a una agencia de noticias de esta manera: “Es la escena de una película de terror”.
Hasta que, en junio, 2 mil 500 muertos y cientos de fosas comunes después, el virus se aplacó. El número de casos comenzó a descender, las muertes también, y pareció que las cosas podían volver a la normalidad.
En setiembre, un estudio de la Universidad de Sao Paulo reveló que hasta junio el virus había infectado al 66% de los manauenses. Meses después se supo que la tasa de contagiados hasta octubre era del 76%.
“Inmunidad de rebaño”, se dijo. Manaos parecía ser una de las ciudades del mundo donde el virus había contagiado a tantas personas que casi no le quedaba nadie a quien contagiar.
Y, entonces, con el nuevo año, la pesadilla volvió.
Desde hace dos semanas, Manaos vive una crisis por el oxígeno medicinal.
Hospitales colapsados. Médicos desesperados. Pabellones enteros que se quedan sin oxígeno. Pacientes que ante esta situación huyen de los hospitales para morir en sus casas.
Lo que ha vivido Manaos en las últimas semanas ha sido, otra vez, un escenario de guerra.
En un efecto dominó conocido por todos, el aumento de contagios elevó el número de enfermos graves y el de pacientes que requieren oxígeno. La única planta de gas del estado de Amazonas produce 25 mil metros cúbicos por día, pero la demanda hoy en día es de 76 mil metros cúbicos. En Manaos la gente se muere de asfixia.
¿Qué pasó?
–Lo que está pasando en Manaos es una muestra clara de cómo utilizar mal conceptos epidemiológicos puede terminar en políticas equivocadas– dice Gabriel Carrasco-Escobar, epidemiólogo de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
El experto se refiere al concepto “inmunidad de rebaño”. Dice que el error ha sido creer que se puede alcanzar la inmunidad de rebaño por infección natural, cuando el concepto fue diseñado bajo el contexto de campañas de vacunación.
–Podemos aproximarnos, en base a los estudios que se han hecho, a cuánto duraría la protección o efectividad de una vacuna, pero no podemos saber cuánto duraría la inmunidad que pueden conferir las infecciones naturales– explica.
Como han reportado los medios brasileños, en Manaos la población simplemente confió en que era inmune al virus y relajó las medidas de protección. “Empresarios y gestores públicos compraron esa teoría falaz [de la inmunidad de rebaño] y colaboraron para crear una sensación de bienestar que llevó directo a la catástrofe de hoy”, le dijo el epidemiólogo manauense Jesem Orellana al diario La Nación de Argentina.
Al descuido ante el virus se ha añadido un factor letal: la aparición en Manaos de una nueva variante, que produjo cambios en la espícula del virus que lo hacen más contagioso.
Varios expertos, incluido el epidemiólogo Jessem Orellana, creen que esta nueva variante puede ser en gran parte responsable de la nueva explosión de casos en el noroeste de Brasil. “Es la explicación más plausible”, le dijo al medio Estadão.
–La variante de Manaos tiene cargas virales más altas, lo que la hace más infecciosa– dice, por su parte, Gabriel Carrasco-Escobar. –Y también tiene una mutación que le permite evadir los mecanismos protectores del sistema inmune, por lo que podría reinfectar a las personas.
La situación, entonces, es esta: tenemos una nueva variante más contagiosa y con capacidad de reinfectar a los que ya tuvieron el virus, en una ciudad donde la gente se creyó el mito de que la inmunidad de rebaño se alcanzaba por vía natural. Una combinación perfecta para producir una tragedia sanitaria como la que está viviendo Manaos en estos momentos.
Pero ¿cuál es esa otra ciudad amazónica donde el virus arrasó, infectando a la mayor parte de su población, y que cree hasta hoy que la inmunidad de rebaño la tiene protegida de una segunda ola brutal?
Así es. Esa ciudad es Iquitos.
La variante brasileña, más contagiosa, ya habría ingresado a Loreto.
–Yo creo que no [se va a repetir lo de Manaos en Iquitos]– dice el infectólogo Juan Celis, líder del Comité de Expertos sobre Covid-19 de Loreto. –Creo que Iquitos va a tener una segunda ola, pero no un tsunami.
Celis confía en que la alta tasa de contagios en la ciudad –la tercera fase del estudio de seroprevalencia ha arrojado que el 80% de la población se infectó– constituye un límite natural para la expansión del virus.
–El 80% que ya se contagió de todas maneras te protege. Ese 20% que falta también se puede agotar rápido– dice.
El infectólogo es optimista pese a que también cree, como el resto de autoridades sanitarias de Loreto, que la variante brasileña ya entró a la región, una sospecha fundada en la observación clínica y que falta confirmar con estudios de secuenciamiento genómico.
Celis dice que la presencia de la variante se puede notar viendo, por ejemplo, que antes de una familia de diez personas venía la mitad contagiadas y que ahora llega la familia entera.
Pese al aumento de los contagios –que es moderado, en comparación con lo que ocurre en otras partes del país–, él cree que, con sus 150 camas, la ciudad tiene la capacidad para evitar el colapso sanitario que se vivió entre abril y mayo y que hoy se vive en Manaos.
¿Miedo a las reinfecciones? El líder del Comité Covid-19 de Loreto no ve que constituyan una amenaza en estos momentos. Dice que el 99% de los contagios que han reportado hasta ahora se dan dentro de ese 20% que no contrajo el virus.
Un héroe de la sanidad que lideró la respuesta contra la enfermedad cuando todo era miedo y caos, Celis es un optimista.
Con todo, las similitudes entre lo que han vivido Iquitos y Manaos son muchas. Desde la explosión brutal de la primera ola hasta la confianza en una supuesta inmunidad de rebaño. Es difícil no temer que la catástrofe brasileña se repita en la Capital de la Amazonía Peruana.
Gabriel Carrasco-Escobar cree que lo que ocurrirá en Iquitos en las próximas semanas dependerá de varios factores: cuán profundo es el ingreso de la variante brasileña, cuánto se expandirá esta a nivel comunitario y, lo más importante, cuánto tiempo durará la protección inmunitaria causada por la infección natural.
–Es peligroso asumir que ese 76% u 80% de seroprevalencia es equivalente a tener inmunidad de rebaño– dice el experto. –Tener una alta seroprevalencia no significa que una población esté protegida contra la infección o contra la reinfección. Lo que se ha medido es cuántas personas han estado expuestas, no su capacidad para bloquear el ingreso del virus o bloquear su actividad dentro del cuerpo.