La República se dirige al encuentro con el músico Manongo Mujica. En nuestros oídos, un necesario repaso musical sobre este artista peruano que ha marcado historia en cada uno de los géneros que ha decidido explorar. El tráfico de la bajada Armendáriz se hace menos pesado a razón de la melodía que ya circula por las venas. Grupazo. “Feels like Love”, “Birds in my Tree”, “Last Time” son algunos temas de la banda de rock Los Mad´s, formada en 1965 e integrada por Bill Morgan, los hermanos Manolo y Álex Ventura, Richard “Bimbo” Macedo y Manongo Mujica. Habría, pues, que volver a repasar el rock que se hacía en los sesenta y setenta, para llegar a la certeza del rock de alta factura que se hacía en Perú.
Los Mad´s es la mejor banda en la historia del rock peruano. Lo que debía ser una pregunta, es una sentencia, a la que el músico no es ajeno.
“Coincido contigo”, responde Manongo Mujica, en su hogar, en donde es posible apreciar sus pinturas, recuerdos familiares y una entrañable foto con su amigo Rafael Hastings. La referencia a Los Mad´s no es la de un hincha que gusta del rock, es ante todo un rotundo testimonio de la contribución de Manongo a esta tradición. Lo mismo podríamos indicar de su paso por el jazz y el world music. Todas estas inquietudes, para él, no nacen de un interés aleatorio, sino de una base que reconoce.
“Viví mi juventud en Londres, desde los dieciséis años. Eran los gloriosos años sesenta. La influencia que pudo haber sido Pink Floyd o ver en vivo a Led Zeppelin, para mí, como un peruano joven perdido en el universo británico, quizá por la influencia de mi padre con el arte precolombino que a mis hermanos y a mí nos hizo sentir como una pasión desde muy pequeños, hizo que desde muy joven tenga la percepción de que algún día mi música tuviera un elemento místico, épico, sumado a esa fuerza contundente del rock”.
Cuando Manongo regresó a Perú, ya era un músico formado. “Perú era una especie de provincia, la gente tenía muy pocas referencias de la revolución musical que estaba ocurriendo en el planeta. Había como una desconexión en el Perú con el mundo del arte en general y, sobre todo, había una dolorosa falta de apreciación del legado de nuestros antepasados. Yo hablaba con entusiasmo a mis patas de Chavín o de Paracas, pero no veía interés con ese legado, que en Europa es la única razón por la cual el Perú interesa y existe. Venía de un mundo culto y conectado que veía a Perú como a la India, Egipto y China, civilizaciones con historia. Somos herederos de un mundo absolutamente mágico. Carajo, tengo que hacer algo, me dije”.
Esta determinación la tuvo incluso en sus años de presentaciones en el Galaxy con los Mad´s. En ese espacio que reunía a los seguidores del rock, recibieron las felicitaciones del actor Dennis Hopper, famoso por la película Easy Rider. Era 1968 y Hopper había venido a Perú para buscar locaciones en Cusco para la que sería su película de culto The Last Movie, de 1971. Pero a inicios de 1969, Keith Richards y Mick Jagger, de los Rolling Stones, los ven tocar y los invitan a Inglaterra.
“Jagger quería hacer un equivalente de Santana en el Reino Unido, porque se dio cuenta de la genialidad de Santana por haber fusionado lo latino con el rock y él sintió que Los Mad´s tenían esa misma dirección. Nuestro ritmo y armonía tenían elementos distintos que asociaban con América Latina. Entonces, nos dieron todas las facilidades en Londres para que ensayáramos en su estudio. Yo recuerdo, por ejemplo, una experiencia que no voy a olvidar nunca: un día entré al estudio de los Stones y estaba tocando un grupo. Era Procol Harum grabando “A Whiter Shade of Pale”. Sentí la energía en el cuerpo y la emoción. Qué tal grupo”.
Manongo continúa:
“Nos daban fechas para abrir como teloneros a grupos que ya estaban ubicados. Tocamos en muchos eventos grandes, pero la presión de los ensayos y las dificultades de nuestras vidas cotidianas, hicieron que las relaciones humanas se fueran. Es como una relación matrimonial, tú puedes querer a una mujer, pero de pronto algo se quiebra y se va la confianza”.
Lo dicho por Manongo da luces de lo que pasó en el mítico festival de la isla de Wight de 1970, al que Los Mad´s fueron invitados, junto a Miles Davis, Jimi Hendrix, The Doors, The Who, Emerson, Lake & Palmer, Leonard Cohen, Jethro Tull, entre otros. Los llamaron más de una vez para subir al escenario. “Era la locura de la época”. Pero nunca lo hicieron.
En la escena local, Manongo afrontó algunos prejuicios relacionados a la naturaleza de algunos instrumentos. “Por ejemplo, cuando se me ocurrió que el cajón no era cajón para música criolla, no era cajón solamente para música afroperuana, el cajón era un instrumento extraordinario. Entonces tuve la suerte de conocer a alguien como Julio Algendones, Chocolate, que tenía también una apertura hacia la música del mundo. Nos dimos cuenta los dos que estábamos buscando un sonido o una propuesta que sonara a Perú, pero con influencias de otra índole, como el jazz o el rock. Un Perú más fresco, ¿no? Por ello, incorporamos el cajón. Creo que el éxito de Perujazz fue por eso, porque había la presencia de un sonido único que el mundo no conocía y que empezó a conocer a través de Peruazz”.
Manongo es un cazador de sonidos y en ese sendero sus intereses regresan a su fuente de inspiración, a la pasión por la cultura precolombina que le transmitió Manuel Mujica Gallo, su padre. “Quizá porque el Perú todavía no es un país industrializado, sigue siendo idílico, como si el Perú contuviera el siglo VIII, el siglo XIV y el siglo XX en simultáneo. Descubro un país que está histórica y socialmente dividido, fragmentado en mundos totalmente enajenados y digo esto es fascinante. Me dediqué a grabar los sonidos de la naturaleza. La naturaleza me transformó. Dejo la ciudad, ese mundo citadino rockero londinense, neurótico y caótico por más fascinante que sea. Quise hacer una música que incluya la sonoridad de la naturaleza. No lo podía hacer dentro de las estructuras rockeras y citadinas y absolutamente feroces de la vitalidad de esa época. Entonces encontré un remanso en esa escucha del paisaje”.
Producto de esta conexión con la naturaleza y la cultura, Manongo ha entregado gemas a tener en el radar: Paisajes sonoros (1984), Nocturno (2008), Tribal (2010), El sonido de los Dioses (2012), Tribal (Cambio de piel) (2014), Sonidos de la Huaca (2015), Maya Sonora (2016), Paracas Ritual (2020), Del Cuarto Rojo: homenaje sonoro escuchando la pintura de Rafael Hastings (2022) y Ritual sonoro para ruinas circulares (2023).
“Una cosa que me cambió fue un encuentro entre Picasso y mi padre. Eran muy amigos. En esta reunión, Picasso dijo algo que a mí me conmovió. A Picasso se le atribuía ser el creador de la síntesis y lo negaba. Para él, la síntesis la inventaron los antiguos peruanos, pero “ustedes no lo han dicho al mundo” y concretamente mencionó a los moche, a los chavín, a los paracas. Eso a mí me marcó”.
Entonces ¿por qué no valoramos más nuestra cultura? Al respecto, para Manongo “hay un elemento huachafo en todos los peruanos, que consideran de alguna manera que somos inferiores frente a la cultura europea. No somos europeos. Somos latinoamericanos, somos peruanos y somos más antiguos que los europeos. Cuando leí el cuento “Ruinas circulares” de Borges, me dije que esto lo tenemos desde hace siglos. Todos los templos tienen una plaza circular en donde se hacía música y se bailaba. Está en Caral, en Chanquillo, en Sechín”. Lo dicho no solo es enunciación. Más de uno ha visto a Manongo ingresar al desierto de Paracas, en donde con su carpa y tambores se quedaba durante largas temporadas a la caza de sonidos.
En el desierto, Manongo halló su esencia, un encuentro que, por ser espiritual, no deja de ser vital. A saber, su ejecución de “El tren de la vida” con Perujazz lo ha puesto más de una vez al borde de la muerte. “Esa era la intensidad de Perujazz”.
Los próximos 17 y 21 de noviembre, Manongo Mujica dará en las pirámides de Túcume (Lambayeque) y en el complejo arqueológico Mateo Salado (Lima), sendos conciertos gratuitos bajo el marco nominal de Ruinas Circulares. Lo hará acompañado de Terje Evensen, Fil Uno, Gabriela Ezeta y los hermanos Anaí, Daniel y Gabriel Mujica.
“Creo que uno no puede cobrar cuando está en un territorio sacro. Cuando estás en un auditorio diseñado para el consumismo, tienes que cobrar caro, pero cuando estás en un espacio que no es tu territorio, tienes que hacer una ofrenda. Yo estoy pagando para tocar en Túcume, quiero que vaya la gente de Lambayeque, que es gente de pocos recursos. Quiero darle a Túcume lo que Túcume me dio a mí. Cobrar me parece ofensivo. Esto lo aprendí de Chocolate Algendones”. Además, el concierto en Túcume es simbólico para Manongo, porque ese día no solo se conmemora el Día de Túcume, es también su cumpleaños.
“Cumpliré 74 años ahí. Quiero dejar un testimonio. Esto es un regalo de arriba. Después de tres meses respondieron mi solicitud de hacer un concierto, pensé que se habían olvidado, pero un día me llama Luis Alfredo Narváez, fundador del Museo de Túcume, y me dice que mi solicitud había sido aprobada”.
El rostro de Manongo refleja la diafanidad de la edad venerable. Pero no es ajeno a la realidad. A Manongo, le duele el Perú actual: “Me genera indignación, a veces me he enfermado. Es como si todo se estuviera achatando. Que la gente se entretenga o se duerma viendo los temas de Chibolín, es patético. La cultura es lo único que tiene sentido en el Perú. La razón de ser del Perú es su cultura. Miremos más nuestra cultura. Es muy probable que Ruinas Circulares sea mi último concierto. Hay mucho desgaste físico y psicológico detrás de un concierto. Igual seguiré ligado a la música y la cultura”.