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Cultural

Hernán Díaz: “La asimetría está en el corazón del capitalismo”

El escritor argentino, invitado a la FIL de Lima, presentó su novela Fortuna, ganadora del premio Pulitzer 2023. Esta ambientada en los años 20 y 30 del siglo pasado, cuando Estados Unidos vivió las bonanzas, pero también el Crack de 1929.

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Hernán Díaz, escritor argentino, ha sido invitado a la FIL de Lima. Foto: Félix Contreras/La República

Es argentino, pero escribe en inglés. Asegura que eso no supone ninguna renuncia a su idioma materno. La lengua es una patria, pero también es una herramienta de trabajo. Hernán Díaz es ganador del premio Pulitzer 2023 con su novela Fortuna (Anagrama) y es uno de los notables invitados a la FIL de Lima que hoy concluye.

Con su novela Fortuna se ha metido a las entrañas del monstruo: el capitalismo. La novela, ambientada entre los años 20 y 30 del siglo pasado, a propósito de la vida de un magnate, Andrew Bevel, escudriña los mecanismos del sistema financiero estadounidense que alcanzó altas bonanzas, pero también el desastre económico, como fue el Crac de 1929.

La novela está armada en cuatro libros -Obligaciones, Mi vida, Recuerdos de unas memorias y Futuros- narrados por cuatro voces distintas: la de Harold Vanner, la del propio Bevel; Ida, su secretaria y Mildred, la esposa, que buscan entregarnos el retrato de Andrew Bevel. Pero un libro desmentirá al anterior, en un juego de historia y ficción.

Hernán Díaz cultivó se crío hablando sueco, se educó en Estocolmo y después en Inglaterra. Ahora reside en Estados Unidos. Su primera novela, A lo lejos (2017), fue finalista del premio Pulitzer el 2021.

“Mis libros están escritos en inglés. En A lo lejos está la presencia gigantesca de Juan Rulfo y Juan José Saer, pero hay influencias de otros libros y de otras lenguas. Este libro está escrito en inglés, pero Balzac también es una gran influencia, afirma Hernán Díaz.

¿Y qué le llevó a hurgar el capitalismo de los años 20 al 30?
Yo quería, en realidad, escribir sobre el dinero, sobre la acumulación del capital. Ese fue el primer impulso y, honestamente, la novela iba a transcurrir en la actualidad, pero me di cuenta, rápidamente, que eso hubiese implicado que todo el mundo estuviera usando sus celulares, enviándose mensaje de textos y mirando el mercado en su computadora. Y sobre eso no me interesaba escribir, sobre ese mundo y esa experiencia con la tecnología; entonces me enfoqué a la década del 20 y 30 porque son momentos muy icónicos de la historia norteamericana. Me interesa mucho trabajar con lugares comunes, muy identificados en la tradición literaria estadunidense y eso es como un momento, un tropo muy sedimentado.

El hecho de que la novela esté narrada a cuatro voces, ¿era la mejor manera de ingresar a esa zona de mito y verdad del capitalismo?
Exacto. Creo que la distinción entre mito y verdad, entre ficción e historia es algo que me interesaba profundamente. Me interesa, en general, pero en este libro, en particular, el énfasis está en lo difuminado y en lo borroso que es el límite entre estos discursos. Y creo que el libro está organizado polifónicamente, oralmente, de estas cuatro voces porque cada una de ellas invita a los lectores y lectoras a preguntarse sobre los presupuestos que rigen nuestra lectura cada vez que interactuamos con cualquiera forma de texto.

En la novela, acaso como una trampa, que al lado de la bonanza, está la misantropía. Se dice que el interés propio tiene que estar en armonía con el interés común…
Esa es una ficción ideológica que este personaje se dice a sí mismo sobre sí mismo. Y es una forma también de mostrar el gran narcisismo de pensar que el propio interés pueda coincidir con el interés público. Es un argumento tan vanidoso y que es casi cómico y por eso se lo di a este personaje, pero también, curioso –digo, no tan curiosamente-, para encontrar el tenor de la voz de este personaje leí un montón de autobiografías de “prohombres” de la historia norteamericana y es algo que aparece con cierta regularidad, con cierta frecuencia, que estos grandes magnates, industrialistas y capitanes de las finanzas, piensan que sí, en realidad, son benefactores del bien común y que su propio provecho coincide plenamente con la prosperidad de la nación. Obviamente, es una mentira ideológica.

Hablando de mentiras, se sostiene que el capitalismo es una ficción, pero, paradójicamente, esta ficción da lugar a dos realidades: la de los que viven en bonanza y la de los que no tienen con qué vivir.
-Es que es un sistema que funciona sobre la base de la inequidad y la desigualdad. Sí, la asimetría está en el corazón del sistema capitalista…

La frase popular es dice que “el cliente tiene la razón”, pero en la novela suena como una filosofía de que “el mercado tiene la razón”.
Eso es algo que en realidad se remonta al liberalismo clásico de Adam Smith, esta idea de que los mercados se autorregulan espontáneamente y que prevalece cierta idea del bien común y que la oferta y la demanda son fuerzas casi físicas del orden de la naturaleza que van a terminar por generar una armonía absoluta. El corolario de este principio es, obviamente, que toda intervención es un error y es un desvío de estas “leyes naturales del mercado”. Creo que históricamente esto ha sido demostrado que es una falsedad, que es absolutamente necesario regular los mercados, que es absolutamente necesario proteger a la gente que no se beneficia inmediatamente de estas condiciones. No todo el mundo entra al mercado con las mismas ventajas, obviamente. Eso ya, como punto de partida, demuestra que esto es una falsedad, y sin embargo, en los Estados Unidos, en cierta rama política conservadora, esto es absolutamente palabra santa, esta idea de no intervención. Y creo que el neoliberalismo, en general, en Latinoamérica y en Europa también, esto siempre ha sido como una de las piedras de toque.

En esos años hubo quienes lucharon contra ese sistema, por ejemplo, los migrantes italianos, como el padre de Ida, que era anarquista. Pero fueron literalmente “aplastados” en su intención
Sí, eso fue así. Todos esos datos que aparecen en la novela son datos históricos, datos reales y, desde luego, con los italianos, en particular, estaba la confluencia de que eran activistas sociales, sindicalistas, políticos, de izquierda, que eran algo, obviamente, muy mal visto por la administración de gobierno.

Como refiere la novela, la represión fue brutal, con linchamientos…
Hubo linchamientos. El caso más saliente es la ejecución de Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1927. Creo que es el caso más relevante de esa represión tan feroz contra los activistas italianos. Y han sido borrados en gran medida de la historia, es algo de lo que realmente no se habla en los Estados Unidos y es como una nota al pie, como si nunca realmente hubiera pasado y tenido ninguna importancia.

En tu novela, a las mujeres, el sistema les dio solo el rol de damas…
Sí, leyendo historias, estas autobiografías que te contaba de estos prohombres norteamericanos, incluso leyendo novelas donde la cuestión del dinero tiene cierta centralidad, las mujeres están deliberadas y programáticamente excluidas del mundo de las finanzas. No hay ningún lugar posible para que sean ocupadas por ellas. Entonces, este borramiento, este silenciamiento, esta exclusión tan sistemática de las mujeres del mundo de las finanzas, para mí es un aspecto muy central del libro…

Está la memoria valiente de Mildred, que se interpola con las versiones anteriores…
La novela es un ejercicio de la imaginación y de pensar que, seguramente, hubo mujeres, empujadas a las sombras, tuvieron un rol muy importante. Pero, en general, y a nivel público, han sido excluidas. La primera mujer en ser admitida en la Bolsa de Valores de Nueva York fue en 1975.

Ahorita… y no facturaban. Una locura.
Esa es la respuesta correcta: una locura. Cuando digo que han sido excluidas lo digo de un modo muy real, institucional y legal. Las mujeres no podían, directamente –sí, de modo indirecto- participar en actividades bursátiles.

Fortuna, por Hernán Díaz . Foto: Composición LR