Conocí a Zein Zorrilla a principios de los años 80, a 4.500 m n.s.m., en la mina francesa de Huarón, en Cerro de Pasco, en donde trabajaba como ingeniero. Había publicado su primer libro de cuentos, ¡Oh generación! Desde entonces, ha mantenido una porfía en su narrativa, trabajar personajes mestizos andinos, como se aprecia en Dos más por Charly, Las mellizas de Huaguil, Carretera al purgatorio o El taller de traspatio. También en ensayos como El mestizo de los Andes y su destino, publicados por Lluvia Editores. Zorilla (Huancavelica, 1951) forma parte de la delegación de escritores a la FIl de Guadalajara seleccionada dentro de una polémica.
Se le incluyó en una segunda lista a Guadalajara. ¿Eso significa algo para un escritor que viene de las regionales?
Creo que estoy en la tercera lista. Como yo lo veo, es una fenómeno que ya se venía venir: el despertar de las regiones. Hay una creatividad en las regiones que ya me sorprendía antes y me sorprende aún más ver la lista. A muchos de ellos no los conozco ni los iba a conocer, pero cuando veo el currículo que han publicado y el quehacer de cada uno de ellos -hay wampis, asháninkas, etc-, y con una labor muy intensa, con libros, con carreras académicas, cómo no podían participar en este concierto de voces. Lo venía venir, pero nunca pensé mediante Pedro Castillo y Ciro Gálvez y luego ese lamentable desembarco de la primera lista y luego este encargo a las direcciones regionales de cultura. Creo que marca un parteaguas en adelante.
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El criterio de selección debe ser el de la calidad. ¿Este criterio solo se peinaba a los escritores de Lima y no incluía a los autores de las regiones?
Es la percepción hispánica del arte narrativo. Para esta, la novela es un género literario, hermanado con la poesía, género en el que prima el belleletrismo. Una concepción más amplia considera a la novela un género de la ficción, hermanado más bien con la narrativa oral, con el teatro, y más tarde con el arte cinematográfico. El objetivo de la ficción no es tanto deleitar por medio de la sola palabra escrita o por la riqueza del vocabulario, sino comunicar a la vez que emocionar como producto de una estructura dramática. En el caso peruano, aparte de las exclusiones ocasionadas por el centralismo, ha venido actuando la visión literaria hispánica asentada en la Lima criolla, excluyendo a aquellos géneros que no se sometían a su canon belleletrista.
¿La lista va a ser un derecho de reclamo de las regiones?
Exacto. Ahora, yo no sé si será solo en este evento o será el inicio de un proceso de desplazamiento de intereses hacia las regiones. Pero lo que sí es cierto es lo que tú señalas, basta ver las reacciones que ha habido en las diversas regiones ante sus listas de elegidos.
Vargas Llosa ha dicho que en Guadalajara no estarán los escritores de verdad...
Es muy triste su opinión. Para los vargasllositos debe ser doloroso, un descubrimiento. Para quienes que desde hace rato vemos sus patinadas, es normal. Anoche yo pensaba cómo pudo escribir La verdad de las mentiras. No es así. Las categorías verdad y mentira no pertenecen a la ficción. La ficción es una construcción adrede hecha con el fin de comunicar y emocionar. Y construye sus propio edificio de verdades. Obviamente, Vargas Llosa, con los parámetros que él maneja, en la citada lista no hay escritores de verdad. ¿Pero por qué escribió El hablador, que es todo un tema de comunicación de la Amazonía? Ahora, justamente, están yendo habladores a Guadalajara.
¿Su obra narrativa busca instalar el mestizo andino en la narrativa peruana?
Te diré algo. Estamos en un momentos en que hay una necesidad de desechar conceptos y construir otros orientados a un objetivo, que es las naciones peruanas y la felicidad entre estas naciones. Hace 15 años nos embarcamos con algunos en la tarea de negar el carácter puramente indigenista de la creación que se hacía más allá de los Andes. O sea, reivindicar el término andino. Era increíble, había textilería andina, culinaria andina y no se aceptaba narrativa andina. Huancayo no se acepta andino. En Huánuco me dijeron, guarda, los Andes se acaba en Huariaca. Había un rechazo al término andino. Pero yo creo que el término andino desplazó al sol indigenista, pero la labor aún no estaba hecha.
¿La labor era en el campo propiamente creativo?
Yo seguí trabajando mis ficciones que no llamaban la atención de nadie. Hace poco, una revista de una universidad privada me pidió reeditar mi cuento “Cazando al buey”, que fue finalista en Copé. Encargaron ilustrarlo a su dibujante. Cuando me entregaron el trabajo hecho, me quedé con la boca abierta. A mis dos personajes, que son mestizos y dueños de fincas, el dibujante le puso al hombre cuatro bigotes, poncho y ojotas y a su mujer, polleras. Muchos limeños, criollos, no pueden imaginar que hay un Ande que tiene su propio devenir que no es indígena, sin que eso sea, por supuesto, un demérito. Pero hace cuatro años, ampliando lo andino, el concepto de mestizo ha ido cuajando. Por supuesto, no es ninguna invención mía. Desde cuando Almagro, el Mozo, mató a Pizarro y se declaró gobernador Perú, ese señor ya era un mestizo.
Siempre habla de la novela andina. ¿Qué la define?
Hablar de la novela andina es tan importante como hablar de la novela costeña o la novela amazónica. Creo que nos sirve un poco para forjar una franja, aún sabiendo que los Andes nacen en las orillas del océano Pacífico. La isla San Lorenzo es un afloramiento de los Andes. Entre otros, hay un concepto muy importante para las naciones andinas, que es la geografía, que determinó tipos de actividades que a la vez determinaron culturas y que muchas veces determinaron idiomas. Eso define las naciones andinas. Obviamente, cuando un ayacuchano se viene a Lima y toca su guitarra en San Juan de Miraflores, uno dice: “Este hombre trae la cultura andina”. Su hijo, que ya tiene otra experiencia, repetirá esa cultura andina con otros componentes y desarrollará otro tipo de mestizaje. Pienso que hay una cultura andina muy voraz, muy vivaz. Por lo que yo apuesto es por un mestizo que no deje de nutrirse de la gran cultura andina, pero, a la vez, haciendo honor a ese mestizaje, que absorba todo de las culturas del mundo.
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Portada de El mestizo de Los Andes y su destino, una de sus obras literarias. Foto: difusión
Antes, la épica en los Andes era contra los gamonales. En los 80-90, la épica fue el conflicto armado. Ello ha dado lugar a una narrativa con ese tema. ¿Cómo ve esa cosecha?
Hay un relampagueo. Es la explosión violenta y espectacular, no hay que olvidar la espectacularidad de lo que pasó en los 80 y 90, que era la expresión y se montó sobre un drama que venía de antes. Mira, un joven historiador ayacuchano recibió el encargo de investigar la presencia senderista en su pueblo. Cuando fue a preguntar, vio un desinterés. Sobre todo la gente mayor, le dijo no, nada de Sendero ni vainas, mejor hablemos de la toma de tierra del año 65.
O sea, la guerra venía de mucho más atrás.
Exacto. Le revelaron un mundo tan rico en conflictos y que todavía no terminaba de equilibrarse. A qué voy, en la sierra ha habido, y lo sigue habiendo, grandes conflictos que tienen que ver con la propiedad, la segregación, la exclusión del indígena por analfabeto de todo el aparato del Estado. El año 1931, el 95% de la población indígena fue excluida de las elecciones porque era analfabeta. Entonces, todas esas exclusiones generaron buena parte de la historia peruana hasta los años 80. En los años 80 aparece una propuesta, de la que estamos hablando, y que se monta encima y violentiza la sierra y riega de escenas espectaculares. Yo diría que hay buenos narradores que han retratado esa situación, pero luego, atraídos por esa espectacularidad, gente de la urbe ha querido dar su testimonio. Yo creo que es una narrativa que va a pasar. No creo que deje huella. Hay otra, de procesos, que viene siendo estudiada y desarrollada y que debiera cuajar en novelas y cuentos.