Persuasivo, didáctico, lúcido, Mario Vargas Llosa tomó la palabra desde Madrid en nombre de el Ulises de James Joyce y participó en la 25 Feria Internacional del Libro de Lima el martes pasado. En diálogo en oline con el periodista y escritor Raúl Tola, el nobel peruano fue desmadejando la gran admiración que tiene al escritor irlandés y al mismo tiempo desentrañando esa poderosa novela que ha revolucionado la escritura narrativa en el mundo y que fue publicada en París en 1922. Una novela, cuyo personaje es el mítico Leopold Bloom, que sin embargo tuvo que vencer los límites impuestos por una censura recia. Este fue el primer tema de diálogo con el escritor.
“La prohibición tenía que ver con los estánderes morales de la época, que eran, en literatura, bastantes amplios, bastantes tolerantes, salvo con autores que rompían de una manera brutal con las convenciones morales de la época y fue el caso de Ulises”, señaló el escritor.
Recordó que Joyce con sus libros anteriores, como Dublineses y Retrato del artista adolescente, no había tenido ningún problema y que a pesar que ya incubaba el genio del autor, habían pasado casi inadvertidos.
“Claro, el Ulises es un libro que provoca un enorme desconcierto, entre otras, por la libertad con la que el narrador de la historia dice groserías y sobre todo lo que afecta más a los censores y a los bienpensantes, porque hay muchos bienpensantes que se sienten asqueados, horrorizados con la vulgaridad de la novela, sobre todo con la obsesión excremental, no es tanto por la cosa erótica, aunque hay algunas escenas eróticas subidas de color, pero es sobre todo la cloaca que aparece allí”, argumentó.
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En otro pasaje de la conversación, Vargas Llosa explicó que lo interesante del caso de Ulises es que la censura la ejercieron primeramente las editoriales porque Joyce, cuando termina la novela, la envía a todas y todas la rechazan, tanto las de Estados Unidos y de Inglaterra, porque piensan que sería censurada, y que, probablemente, así habría ocurrido.
Pero para el escritor peruano, los editores también lo habrían pensado, pues “ese masacote, ese libro incomprensible, ese libro caótico que tiene ese desorden interno tan grande, no merece la pena ser publicado”.
Y aquí asoció el rol que tuvo el poeta Ezra Pound, quien, al conocer los primeros capítulos de la obra, mostró entusiasmo. Según Vargas Llosa el autor de Cantos vio, en esa supuesta inmundicia que veían otros, la germinación de una novela revolucionaria y escribió un formidable ensayo en su defensa.
“Ezra Pound decía -cita Vargas Llosa- que lo no entendieron los censores nunca es que debajo de esa grosería, de esa alusión constante a los excrementos, a la cloaca, a la inmundicia humana, hay una belleza que surge, que está allí en el fondo y que de alguna manera está íntimamente soldada con toda esa obsesión excremental que aparece en el Ulises”.
El autor de La Casa Verde recordó que Pound, cuando conoció los primeros capítulos de Ulises, se puso en campaña para ayudar a Joyce. Buscó a amigos, mecenas para que el escritor irlandés esté en mejores condiciones y pueda dedicarse a terminar la novela.
Y no dejó de mencionar que fueron dos mujeres que publicaban unas revistillas, quienes apostaron con riesgos por esta obra y publicaron algunos capítulos.
El nobel se refería a las publicaciones hechas en 1918 por Margaret Anderson y Harriet Shaw Weaver en las revistas The Little Review de Estados Unidos y The Egoist de Inglaterra.
Para el autor de La guerra del fin del mundo, sin embargo el Ulises si hubiera aparecido en estos tiempos se lo miraría con otros ojos.
“Era un libro de ruptura, no solo por las enormes innovaciones formales, técnicas, sino también por lo que se consideraba en esos tiempos la vulgaridad. Hoy en día no se consideraría para nada la vulgaridad del Ulises. En la literatura de nuestros días, ya no se prohíben libros, por lo pronto. Ya no hay la sensación de ser rupturistas. Hoy en día los países permiten la libertad de expresión”, acotó.
En otro momento, cuando le comentaron si el Ulises para la gente de entonces era la revelación de la mente retorcida de su autor, Vargas Llosa contextualizó con las teoría de Freud.
“Es una época en que está marcada por los descubrimientos y las teoría Freud sobre el ser humano, es muy importante eso tenerlo en cuenta. Sin las tesis freudianas, muy difícilmente se podía aceptar en esa época que en el interior del ser humano había ángeles y demonios, como decía Bataille. Y que esos ángeles y demonios estaban en una jaula matándose durante toda la vida de un hombre”, explicó.
Si Ezra Pound y las editoras de las revistas en un primer momento valoraron la obra de Joyce, para Vargas Llosa quien hace una de las primeras interpretaciones extraordinarias de esta novela fue el juez norteamericano John M. Woolsey que en sentencia de 1933 permite la publicación de la obra de Joyce y que es “una interpretación verdaderamente ejemplar de lo que es la tolerancia”.
“El juez, de mente conservadora, horrizado con las páginas que lee, sin embargo comprende que allí hay una especie de revolución literaria, narrativa, novelesca, y que nos es posible suprimir, rechazar, algo que viene tan profundamente de una realidad que, generalmente, se oculta porque las buenas formas lo indican así y porque las leyes también así lo exigen”, refirió Vargas Llosa.
También recordó de las dificultades que él tuvo para leer la novela de Joyce. Y que lo hizo bien en el tercer intento, cuando ya pudo leerla en inglés. Asimismo, señaló en castellano la traducción más recomendable es la del español José María Valverde para la editorial Lumen.
Asimismo, detalló los aspectos técnicos que despliega la novela Joyce, las innovaciones como el monólogo interior, el punto de vista del narrador y toda la herramienta moderna para la escritura que entrega esta novela.
“La obra es una novela que cambia completamente la historia de la novela. A partir del Ulises, la novela no solo en lengua inglesa sino en todas las lenguas, pasa a ser una cosa distinta. Crea una maneras de narrar que revoluciona completamente la historia de las novelas. Lo dijo Ezra Pound en ese ensayo, todos los novelistas modernos, hayan leído o no a Joyce, son discípulos de Joyce”, arguyó el nobel peruano.
Y luego citó a Faulkner que dijo que “todos debemos lo que es la novela moderna a Joyce. Ninguna de las grandes invenciones, de las grandes realizaciones, de las grandes creaciones novelísticas moderna hubiera sido posible sin el precedente de Joyce”. En eso está dicho todo sobre la importancia del Ulises, subrayó Mario Vargas Llosa.