Hace siete años, en su primera muestra individual, en el Centro Cultural Ricardo Palma, encontré a Fátima Rodrigo. Exponía una instalación que era un set televisivo y que, a través de él, la artista demolía sin piedad lo falso, la pompa, lo precario −todo hecho de cartón y plástico− y, sin embargo, muchos sueñan llegar allí para ser “estrellas”. Esa vez, Fátima me dijo: “Quise descubrir la verdad de esa pompa, de ese espejismo de éxito”.
Ahora, Fátima Rodrigo (Lima, 1987), que estudió Escultura en la Universidad Católica del Perú y ha exhibido muchas muestras, actualmente expone otra instalación, el proyecto “Nuevas Tendencias (Sábado Gigante)”, nada menos que en la Bienal de Sídney, Australia.
El año pasado la artista ganó el Concurso de Proyectos de Circulación Internacional para las Artes del Ministerio de Cultura (Mincul). En el 2018, fue parte del programa de residencias Gasworks, Londres, donde el curador de la Bienal de Sídney, que ya sabía de su obra, la llegó a conocer en persona y la convocó para que exponga. Fátima Rodrigo viajó a inicios de este año a montar su obra y a la inauguración de la Bienal, que fue en marzo. Después, por la pandemia, se cerró hasta hace un mes, que se ha reabierto.
La instalación de Fátima Rodrigo es otro set televisivo, pero esta vez es una recreación del set del programa “Sábado Gigante” que conducía por décadas don Francisco. La artista analiza la forma y también el contenido, es decir, por un lado, analiza aspectos estéticos y, por otro, realiza una lectura crítica de cómo estos programas eran agentes y espacios para violencia de género y otras taras sociales.
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En la forma y en lo simbólico, la artista hace interpretaciones, por ejemplo, cuando el escenario de “Sábado Gigante” utilizaba figuras geométricas precolombinas.
“Es sabido que ciertos patrones geométricos de las culturas precolombinas influenciaron el arte moderno occidental, pero después fueron retomados en la estética de la cultura pop latinoamericana”, explica.
¿Y cómo así podemos ver en un set televisivo un espacio de violencia de género?
Al hacer un análisis de la estética de los escenarios, he hecho también un análisis del contenido, ya sea de la letras de las canciones o de lo que se transmitía en los programas, por ejemplo “Sábado gigante”, y he encontrado muchos conflictos sociales reflejados en este tipo de contenidos, como la violencia de género, el machismo, el racismo. Es decir, muchas de las letras de estas baladas románticas son escrita por hombres y tienen como incorporado un nivel de machismo que está normalizado por la cultura popular.
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Repetidas veces, pero esto nunca salió a la luz en la época en que se trasmitía el programa, porque era muy exitosos y daba mucho dinero. Entonces, es también una crítica hacia esa cultura de masas que presenta estas ideas como “modernidad” a partir de una estética muy llamativa, pero a su vez oculta o acoge cierto problemas sociales y los perpetúa.
¿Tu arte como solidaridad de género?
Más que una solidaridad de género, yo siento que es como una especie de labor que tenemos las artistas latinoamericanas de hablar de cuál es la situación de las mujeres en nuestra región. Creo que siempre que uno tenga la oportunidad de hablar en una plataforma de difusión grande, como es el caso de la Bienal de Sídney, es importante dar cuenta de este tipo de conflictos y apoyar y apostar de manera positiva a la lucha contra este tipo de mecanismos que en realidad son una especie de epidemia, porque si vemos la cifra de feminicidios, ha seguido creciendo con los años.
¿Es el espíritu de tu arte?
Yo sí tengo esta filosofía en mi trabajo, en el que sí me he propuesto a hablar de temas sociales o políticos trascendentales a través de una experiencia estética que sea accesible, no necesariamente críptica, sino que el espectador pueda relacionar y acceder a un discurso que le haga ver aquellas cosas que no ha podido ver en su momento, como es el caso de estos escenarios.
Un arte comprometido con las mujeres, ¿o feminista?
Siempre lo he intentado alinear con voces feministas. O sea, sí me considero una persona feminista, pero tampoco quisiera describir mi trabajo como feminista. Mi arte se alinea hacia la lucha que intenta poner en evidencia esas estructuras que son superdañinas.
¿Con esa posición no te has encontrado con murallas?
Mira, yo en realidad, reconozco que he tenido muchos privilegios, como acceder a la escena del arte contemporáneo. Pero sí considero, en general, que la escena artística del arte contemporáneo limeño es supermachista, y que si bien hay voces femeninas muy interesantes, las oportunidades siguen estando enfocadas más hacia grupos de artistas hombres, de cierta clase social. Si bien, particularmente, para mí no se me ha hecho difícil tener exposiciones porque soy mujer, creo que en general, para cualquier mujer artista siempre es más difícil que para un hombre. El sistema nos ubica en un lugar donde siempre va a ser más difícil destacar.