Pablo Macera antes de que falleciera ya habitaba ese gran territorio que es el silencio. Él, que había sido un oráculo, desde los años 90, propiamente había enmudecido. Era un hombre completo, tan completo que en él cupieron, como en todos, motivos de decepción, como fue acercarse al fujimorismo, pero que, como narra Rodrigo Núñez Carvallo, en un reciente post en su cuenta de Facebook, el gran historiador, en una visita que él hizo, le confesó hidalgamente que se equivocó.
Pero no seamos mezquinos, en ese tramo habrá enmudecido el hombre, pero nunca la obra. Los libros de Pablo Macera no solo han iluminado la historia del Perú, sino también sus planteamientos y dilucidaciones no dejan de dialogar con sucesivas generaciones de historiadores y todos aquellos que tienen la feliz idea de interesarse por qué dice en ellos Pablo Macera.
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De los numerosos libros que publicó, basta citar Trabajos de Historia, Visión histórica del Perú, Tres etapas en el desarrollo de la conciencia nacional y Túpac Amaru, San Isidro, Pentecostés. Para muchos, Macera avanzó un poco más que Jorge Basadre en el aspecto de acercarse a la historia viva de nuestro país, trabajo que hizo a través del Seminario de Historia Rural Andina que dirigió en la Universidad de San Marcos.
Asimismo fue polémico y audaz, mejor dicho valiente, al afirmar, por ejemplo, que “el Perú es un burdel” (que bien puede aplicarse hoy por la compra y venta y otras corruptelas que se ven en la política peruana).
También podemos mencionar la embestida que le dio al Inca Garcilaso de la Vega, símbolo mestizo de la supuesta conciliación nacional. Hablando de mestizo, aquí cito otra vez a Núñez Carvallo en su encuentro con el historiador:
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“Fue entonces que Macera se apropió de la palabra: la noción de mestizaje que utiliza y maneja Garcilaso es tendenciosa pues él quería ser español. Por eso se va al exilio, quiere que lo reconozcan como hidalgo, busca simbólicamente al padre que lo negara y se cambia el nombre, para eso escribe. Necesita probar que es tan castizo como cualquier peninsular y por ello adopta el castellano y no el quechua, que es su lengua madre. El seudo-español y seudo-indio Garcilaso escribe a partir de la frustración del conquistado, y desde su condición de bastardía. ¿Esa es la peruanidad que se nos ofrece? Una nacionalidad a medias, que aunque no niega sus orígenes, busca asimilarse a otra”.
Sobre los grandes aportes de Pablo Macera en la historia peruana, les hemos tomado la palabra a dos de sus discípulos: los historiadores Manuel Burga y Wilfredo Kapsoli.
Según Manuel Burga, el proceso que Macera recorrió como historiador, como académico, es de un intelectual con ideas políticas.
“Hablo de ese proceso que lo llevó a descubrir el país, partiendo de las cosas muy visibles, como los rostros de las personas, la familia limeña, hacia el otro Perú, al Perú que tanto amaba Arguedas, al Perú alejado de la capital. Creo –agrega Burga– que la vida de Pablo se puede entender como ese proceso y esa metamorfosis de un hombre que formó parte de la tertulia, del cenáculo de Raúl Porras Barrenechea, a un hombre que al final, en el Colegio Real, en su Seminario de Historia Rural Andina, estaba rodeado de artistas, ashaninkas, shipibos, conibos de los cuales él recogía sus imágenes y relatos. Eso me parece que él paso del canon historiográfico tradicional, donde lo importante era el documento y el análisis al canon historiográfico, en donde lo importante era darles la palabra a los otros, a los artistas”.
Para Manuel Burga, una prueba de ello es el libro Santero y caminante en el que el retablista ayacuchano Jesús Urbano Rojas es quien narra la historia.
“Allí Pablo ensaya una forma de hacer historia. Incluso Pablo quiso que Urbano Rojas aparezca como autor del libro, pero el retablista se negó”, refiere.
Otro detalle que subraya Burga es que Macera llegó a descubrir las conexiones invisibles de algunos criollos con el movimiento de Túpac Amaru y toda la significación que aún pervive en las aspiraciones de justicia que tiene la población indígena.
Wilfredo Kapsoli recuerda que Macera fue profesor suyo en San Marcos.
“Macera había estado en París y había adquirido los nuevos métodos que cultivaban los historiadores de la revista Los anales de Francia, que asociaban la coyuntura a cuestiones económicas, sociales, culturales y políticas. Antes de eso, los métodos eran muy tradicionalistas, abocados a la historiografía, a las batallas y recuentos oficialistas. Macera llegó a hacer historia desde la cultura y artes populares. Nos enseñó a hacer una nueva historia”, dice Kapsoli.
Una nueva historia que no enmudece sobre lo que es el Perú.
Velatorio y sepelio. Los restos mortales del historiador se velarán hoy hasta las 2 p.m. en el C.C. de San Marcos. A esa hora, serán trasladados al cementerio Presbítero Matías Maestro.
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