“Muchos tenemos una abuela con polleras andinas”, dice Joel Calero. En ‘La piel más temida’, la protagonista regresa luego de más de 20 años para firmar un contrato millonario por la casa de sus abuelos maternos. En el camino conoce que es hija de un sentenciado por integrar Sendero Luminoso.
La historia es parte de la trilogía política que inició con la premiada ‘La última tarde’. Por ese entonces, cuando Calero leía el guion con Lucho Cáceres, quien interpretó a un exsenderista en la cinta del 2016, el actor le solicitó que su personaje pidiera perdón al país si no no actuaría en la película.
“Nos peleamos (sonríe). Y le dije: ‘No lo llames ‘terruco’, llámalo delincuente o asesino”. Para el director ese término ha sido uno de los “peores lastres” que dejó el conflicto armado interno. “Es esa operación mental reduccionista del ‘terruqueo’. Es ese deporte que consiste en descalificarte. Esa palabra es mencionada por el fujimorismo y es una manera infantil de simplificar. A todo el que protesta, nos llaman terroristas”.
La trilogía cerrará con Árbol de familia. “Las mayores taras de este país son el racismo, el terruqueo y la corrupción”, comenta y agrega que Perú quiere ‘blanquearse’, “y compulsivamente con un Rolex, desde su presidenta”. (Esta entrevista fue hecha antes que el ministerio de Cultura presentara las nuevas bases de los estímulos para películas que sigan “el orden público, la moral y las buenas costumbres”. El cineasta opinó en las redes sociales: “Necesitamos, antes que nada, producir buenas películas y no creo que el camino sea dar puntos por cumplir con cuotas”).
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En ‘La piel más temida’, Alejandra (Juana Burga) también se reconcilia con sus raíces ¿no?
Sí, su madre huyó a Europa y su padre es tema prohibido. En su familia también hubo conflictos, hacendados que ejercen racismo en contra de la familia paterna. Tiene que ver con descubrir la condición andina en un país que no se siente orgulloso de su ‘marronidad’.
Y se ven dos lados de Cusco, ¿se suele mostrar solo lo ‘bonito’?
Sí, pasamos por todo un pueblo buscando la cocina, la locación fundamental, pero la construimos porque las que encuentras son diminutas y muy precarias. Y algo que me llama la atención es cómo es tan natural tener empleadas del hogar, eso en Europa es impensable porque tendrías que ser millonario para pagarlo. En la película está ‘Mariano’, alguien que ha dedicado su vida a ser servidumbre, eso es algo que existe ahora mismo. Es interesante que se visibilice y que tiene que ver con las razones de la subversión. El personaje de María Luque parafrasea: “Estamos haciendo esto para que no haya más peones”. Por supuesto, ese propósito tuvo procedimientos errados, de muerte, pero esas injusticias no deben estar normalizadas.
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Sobre la Ley Tudela, Tatiana Astengo nos dijo que esa propuesta responde al “miedo” al cine regional, por ejemplo. ¿Coincides?
Sí, yo creo que le tienen temor y desprecio. En la cabeza de Cavero y Tudela debe haber un “ay, para qué queremos que se muestre una choza, ¿no queremos la internacionalización?”. O sea, consideran que no son iguales y por eso no debe aspirar a mostrarse. Yo mismo soy un mestizo-cholo que haciendo cine me he dado cuenta de la dificultad para acceder a ciertos estratos que podrían ayudarme para, por ejemplo, conseguir auspicios. Para los Catacora es más complejo y desde esas condiciones hacer el cine que hacen es la fuerza de la naturaleza. Y los primeros días en cartelera son importantes, sino ocho años de trabajo y una película que tiene los elementos para dialogar, se pulveriza.
Pero tienes colegas que no lo ven así, no están en contra de que Perú sea solo ‘set de rodaje’. ¿No es pensar en el cine como algo mercantil?
Sin duda es una idea mercantilista. La principal función del cine que hacemos no es ser un objeto de entretenimiento de las leyes del mercado, no, ni remotamente. Para mí el cine es ver algo que me resuene, que me transforme y que me movilice. Está bien decirles a los que quieren atacar el cine que por cada dólar que inviertes se genera una ganancia, no es dinero desperdiciado, pero su principal función es la cultura. ¿Qué sentirá un aimara que ha vivido marginado cuando de pronto su lengua está en películas? ¡Por Dios! deben sentir orgullo de verse reconocidos y representados. Esa es una de sus funciones