Un instrumento musical celebrado por la Unesco es reprimido en Afganistán
En su taller en la ciudad afgana de Herat, Sakhi ha trabajado durante décadas fabricando rubabs, un instrumento musical de cuerdas emblemático de Asia Central. Y aunque los talibanes quieren silenciar la música, él se mantiene firme en su oficio.
"Sólo conozco este trabajo y necesito obtener dinero de alguna forma", comentó Sakhi, rodeado de rubabs en diferentes etapas de conclusión.
Pero lo que más aprecia es el "valor cultural", dice el artesano de una cincuentena de años, cuyo nombre fue cambiado por motivos de seguridad, al igual que otros consultados por AFP.
"El valor de este trabajo para mí es (...) la herencia que encierra. La herencia no debe perderse", expresó.
La agencia cultural de la ONU, Unesco, reconoció en diciembre al arte de fabricar y tocar el rubab como patrimonio cultural intangible de Afganistán, Irán, Tayikistán y Uzbekistán.
Fabricado con madera seca de morera y a veces incrustado de nácar, el rubab es uno de los instrumentos más antiguos de la región, y su sonido vibrante data de miles de años.
Pero esa herencia en Afganistán está amenazada por la prohibición casi total a la música impuesta por los talibanes, quienes consideran que contraviene su estricta interpretación de la ley islámica.
Desde que llegaron al poder en 2021, los talibanes prohibieron la música en público, desde las presentaciones en vivo hasta las pistas grabadas en restaurantes, vehículos, radios o televisión.
Cerraron las escuelas de música y destruyeron instrumentos y equipos musicales.
Numerosos músicos afganos huyeron por temor o por necesidad de trabajar.
Los talibanes han instado a los músicos a orientar su talento a la poesía islámica y los cantos sin acompañamiento, la única forma musical que autorizan.
- "Paz al alma" -
Gull Agha, un aficionado al rubab, tiene los restos del instrumento que los talibanes quebraron.
La policía talibana de la moralidad también destruyó uno de los rubabs de Gull Agha, quien fue obligado a jurar que no volvería a tocar.
Pero a veces rasguea un rubab para los turistas que visitan Herat, un centro artístico y cultural en Afganistán.
"Lo que más me motiva a seguir tocando el rubab es contribuir con Afganistán, no debemos dejar que se olviden las habilidades de nuestro país", manifestó.
Pero teme que este arte se atrofie con la salida de los músicos al exterior y el abandono de sus exalumnos.
"Es nuestro deber legarle nuestra música a las próximas generaciones, como nuestros ancestros nos la legaron a nosotros", comentó Gull Agha, de 40 años.
"El rubab es un arte... el arte le da paz al alma".
Mohsen, quien fue miembro del sindicato de artistas, contuvo las lágrimas al recordar cómo los músicos eran "una presencia constante en los momentos alegres de la vida de la gente".
"Lamentablemente, la felicidad ha sido arrebatada del país y de los artistas", dijo.
Mohsen aún cree en el futuro del rubab en Afganistán, y asegura que músicos dentro y fuera del país buscan mantener viva la tradición musical.
"La gente ya no toca por dinero, toca por llevar alegría a otros", expresó.
"Ninguna fuerza, ninguna persona, ningún sistema puede silenciar su sonido".
- Música eterna -
Majid solía tocar el rubab en muchos sitios de la capital Kabul.
Pero no ha tocado el instrumento en más de tres años por temor a que lo escuchen, hasta una tarde de diciembre en que tomó el rubab en el patio de su casa.
Hizo sonar las cuerdas pero se detuvo abruptamente cuando se abrió la puerta del patio, temeroso de que fueran los talibanes.
Parte de su rubab fue quebrado por los talibanes cuando llegaron al poder, pero lo reparó hasta donde pudo.
"Mientras tenga vida, lo tendré conmigo, y espero que mis hijos lo mantengan (...) Pase lo que pase, la cultura del rubab no se perderá", asegura este hombre de 46 años.
"La música nunca se pierde. Como dicen, 'no puede haber muerte sin lágrimas ni boda sin música'".
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