En Cachipampa, centro poblado del distrito de Yaután (Casma, Áncash), los sueños de doña Livia Moreno tienen el aroma y sabor del asado de cerdo. Esta es su historia. , Luis Pérez / Revista Rumbos Las sombras de la noche intimidaban una tarde de jarana. En ese instante, Pedro Giraldo decidió no continuar bebiendo alcohol; entonces, encendió el motor de su auto y siguió por un camino que conocía como la palma de su mano. Sí, por esa carretera donde el chofer de la ruta Casma–Yaután apagó su vida para siempre. PUEDES VER: Casma: relato de un almuerzo memorable con sabor a mar Livia Moreno, su esposa, no se encontraba en su humilde hogar. Ella había viajado a Lima en busca de un ingreso económico adicional para la familia. La venta de frutas en los mercados había concluido satisfactoriamente. De pronto, una llamada le arrancó la felicidad. Asado de cerdo en su punto. Foto: Ángel Chávez Han pasado más de quince años y la herida aún nocierra en el corazón de doña Livia. Sus lágrimas brotan con la misma intensidad de aquel día fatídico. Pero, al igual que esa herida en el alma, sus ganas de salir adelante para ver a sus hijos convertidos en profesionales, se mantienen incólumes. Por eso se esfuerza, lucha, mantiene el negocio culinario que emprendió de mano de su esposo. Y es que la venta de esos cerdos asados que ella mismas cría, cuida y hornea hasta dejarlos doraditos y crujientes en una enorme fuente, es y será el trabajo –o mejor dicho la pasión gastronómica– que le ha permitido consagrarse como una de mejores cocineras del platillo emblema de Cachipampa, en el distrito ancashino de Yaután (Casma). Revelaciones y secretos Doña Livia no quiere ponerse triste, las penas podrían estropear el sabor de ese chanchito que empieza a dorarse en ese horno que no se calienta con cualquier leña. "Primero deben ingresar la leña suaves para que sirvan de base, luego las más resistente", sazona la espera revelando su primer secreto que, a la vez, sería el último. Doña Livia siempre necesita de una manito más en la cocina. Foto: Ángel Chávez No hay más. Ella prefiere seguir con lo suyo antes que saciar nuestra inquietud o indiscreción periodística. Quizás sea una estrategia para que ustedes la visiten y se enteren directamente de sus saberes, mientras se deleita con ese jugoso cerdito, siempre bien escoltado con maíz sancochado, ensalada criolla y ajicito. Solo queda esperar en silencio o escuchando los clamores del fantasma del hambre, que anda alborotado ante la cercanía de ese chanchito provocador que ya lleva más de 45 minutos dentro del horno, bien cubierto con papel de saco de azúcar. “Así no se quemará el puerquito de 25 kilos”. Ni bien salió airoso y suculento, doña Livia lo limpió con una escobilla para retirarle la sal y, luego, lo 'masajeó' con aceite. Lo que ocurrió después fue un banquete difícil de olvidar. Y eso no es un secreto, tampoco lo es que ella seguirá con su pasión. “Quiero que mis hijos sean profesionales”, repite su lucha. Ese es el principal ingrediente de su afamado asado de cerdo. El asado se sirve con maíz amarillo, salsa criolla y ají. Foto: Ángel Chávez