Rumbos se despide de la Semana Santa con este texto del Sábado de Gloria en una comunidad de altura. ,Luis Pérez / Revista Rumbos Amanece. Las huachuas -pecho blanco, alas y cola negra- se movilizan de un lado a otro. Hacen piruetas en el cielo y buscan alimento en las llanuras. Lo consiguen. Es momento de la diversión. Algunas juegan en los ichus. Otras son atraídas por los colores del arco de flores silvestres que embellecen el anda del Cristo Crucificado. PUEDES VER: Jauja: Viernes Santo en Canchayllo Esa imagen de Jesús está a punto de retornar a su pequeño templo, luego de recorrer durante toda la madrugada y al son de la banda de músicos el pueblo de Huachipampa. Sus integrantes no se cansan de ejecutar marchas procesionales. Más aún si tienen al chamiscol (licor típico) como aliado para darle guerra a las bajas temperaturas. Así –argumentan– soportan el friecito típico a más de 5 000 m.s.n.m. y acompañar a la procesión que se inició pasada la medianoche del Sábado de Gloria. “No le hemos faltado el respeto. Simplemente así lo seguimos en su pasión, muerte y resurrección”, revela uno de ellos, mientras su mirada se pierde en el horizonte. Ese testimonio es confirmado por Pablo Angome, el alcalde del pueblo, y el poblador Julio Lázaro, quienes aplauden al Cristo que se hinca y se despide. Es la misma escena que vivieron sus padres, abuelos y bisabuelos. Es la repetición de una costumbre que nació en el cerro Occha Punta. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y lo único que ha variado son los escenarios en los que se desarrollan las celebraciones. Y es por eso que la tradición del desayuno general, ofrecido luego de la procesión y que consiste en caldo de carnero, panes jaujinos y mates, continúa intacta. Sucede lo mismo con el banquete, compartido por el síndico de la iglesia, también llamado mayordomo, Maguel Lázaro, quien invita a saborear una suculenta pachamanca de res, beber chicha de jora y endulzar la tarde con una mazamorra caliente. El día se cierra con un encuentro deportivo y el baile social, mientras las huachuas siguen buscando alimento y jugando en el ichu. Siempre ha sido y quizás siempre lo será. No por algo esta comunidad del distirto de San Lorenzo de Quinti (Huarochirí, Lima) recibe el nombre de Huachipampa, es decir la pampa en la que abundan las huachas. Damos fe de eso.