Ahora sabemos que no hay milagros, porque no bien se fue el Papa, PPK recibió el primer golpe de una dura realidad que en Trujillo, por ejemplo, se quiso esconder tras unos plásticos viejos.,Ahí estaba. Levantando la mano, esperando, acaso, un saludo y un aplauso. Lo había hecho durante tres días, acompañando a un Papa que congregaba multitudes. Pensaba que así se le iba a cumplir el milagro esperado. Ahora sabemos que no hay milagros, porque no bien se fue el Papa, PPK recibió el primer golpe de una dura realidad que en Trujillo, por ejemplo, se quiso esconder tras unos plásticos viejos. Esa misma noche, el programa Cuarto Poder del canal cuatro informaba que la empresa personal de PPK, Westfield Capital, “se habría visto favorecida en el 2006 con más de un millón de dólares por una asesoría prestada a Odebrecht (Correo: 23/01/18). El problema adicional, dice este mismo diario, es que “de manera extraña, dicho monto no figuraba en el reporte hecho llegar por la constructora brasileña a la Comisión Lava Jato”. Al día siguiente esa misma realidad se hizo otra vez presente. El río Chillón se desbordó y en Chosica el Rímac arrasaba, sin mucho esfuerzo, algunos de los débiles muros de contención poniendo en peligro varias viviendas mal construidas después del Niño Costero ya que la lluvia se filtraba por los techos. Volvíamos a la normalidad y el Papa estaba lejos. Una vez más se juntaban o superponían las posibles corruptelas de un Presidente y la incapacidad de un Estado y de un gobierno de hacer frente a pasados, presentes y futuros desastres naturales. En realidad una ecuación perfecta capaz de llevarnos a una tormenta también perfecta. Si antes teníamos a un Presidente débil, hoy, sin papa de por medio, tenemos un Presidente más débil y aislado, y un gobierno que se muestra crecientemente incapaz para hacer frente a los desastres naturales y a las demandas de la gente. Por eso el tema de la vacancia, más allá que algunos digan que es muy difícil o casi imposible, sigue siendo un tema actual ya que es una posibilidad real, mayor, incluso, que en el pasado. No solo por el tema de Lava Jato y otros como el “Club de la Construcción” que cada vez más involucran o comprometen a funcionarios, empresarios y a todos o a casi todos los políticos, incluyendo al Presidente, sino también por la creciente soledad en la que se encuentran, como lo demuestra el actual gabinete, tanto el gobierno como el Presidente. Hoy esa soledad la vemos en las encuestas, pero también en la oposición de la mayoría de los sectores sociales. Incluyendo, lo que es un dato importante, a una franja importante del sector empresarial. En una reciente entrevista Elmer Cuba, más allá de su proximidad con el fujimorismo, ha dicho que el Presidente tiene “poca credibilidad entre los principales agentes económicos”. Se podría decir que la situación del Presidente es hoy más precaria que antes y que la presencia del Papa con su mensaje de esperanza, fue tan solo flor de un día. Dicho con otras palabras la vacancia sigue siendo una posibilidad cada vez más cercana y una necesidad cada vez más urgente. No vacar al Presidente y no aplicar la justicia a los corruptos nos conduce a una suerte de limbo político, por no decir a una inexorable decadencia que terminará por robarnos toda esperanza de cambio, como ha dicho el Papa. De otro lado, las elecciones regionales y municipales, lejos de significar una esperanza de cambio parece que sólo profundizarán el descontento y la desconfianza. El lanzamiento de Ricardo Belmont y sus llamados “espartanos” a la alcaldía de Lima, por ejemplo, además de ser un “deja vu”, es también una suerte de retorno simbólico a un tiempo, como en la década de los noventa, marcado por la fragmentación y la antipolítica. Mi idea, más allá de las obvias diferencias entre una época y otra, es que estamos regresando al año de 1989 cuando los electores se alejaron de la política y dejaron de creer en los políticos, convirtiendo a la política en una fuente de incertidumbre y a los políticos en un grupo de personas que hay que licenciar lo más rápido posible. Hace muchos años afirmé que vivimos en una “transición perpetua”. Si se analizan las transiciones del siglo pasado y de este siglo podemos comprobar que todas han fracasado. Por eso cada cierto tiempo, tras un fracaso, si bien no volvemos exactamente al mismo punto de partida, reiniciamos una nueva transición. En eso estamos ahora.