El ingreso de Angélica Mendoza de Ascarza (1ro. de octubre de 1928-28 de agosto de 2017) a la historia del Perú fue producto de una tragedia: el 3 de julio de 1983, detuvieron a su hijo Arquímedes por ser sospechoso de ser un subversivo y lo llevaron al cuartel “Los cabitos” en Ayacucho. Nunca más lo volvió a ver. Desde ese día, “mamá Angélica” empezó a recorrer los botaderos de cuerpos en Huanta y Huamanga en busca de su hijo y pedir ayuda sin éxito alguno, a la Comisaría, a la Fiscalía y a la Iglesia que se ubican en el centro de la ciudad. Durante esa dolorosa búsqueda, se conocieron decenas de mujeres con “mamá Angélica” con quienes fundó el 3 de setiembre de 1983, la Asociación Nacional de Familiares Secuestrados Detenidos y Desaparecidos (ANFASEP). Nada de esto fue fácil, las primeras reuniones eran clandestinas porque Ayacucho vivía en estado de sitio y toda persona era sospechosa de ser miembro de Sendero Luminoso. El comando político-militar asustaba a todos, sobretodo a las autoridades judiciales quienes amedrentados, no se acercaban a los lugares donde estaban los muertos, que en muchas ocasiones, fueron acabados por los animales, hecho que hizo imposible su posterior reconocimiento y entierro. Gracias a la alcaldesa de Huamanga, Leonor Zamora (quien murió en 1991, asesinada por el “agente Carrión”, militar y miembro del grupo Colina), las mujeres que buscaban sus seres queridos pudieron reunirse en un local entregado por la municipalidad huamanguina. Al primer viaje oficial de las mujeres de ANFASEP con el fin de denunciar la pérdida de sus seres queridos en Lima, fueron Angélica Mendoza, Antonia Zaga y Teodosia Cuya; quienes contaban con un paupérrimo presupuesto que las obligo a dormir al aire libre en el campo de marte en Jesús María. Gracias a la gran ayuda de un senador ayacuchano y el abogado Zósimo Roca; las mujeres de ANFASEP pudieron redactar los documentos de denuncias de violaciones a sus derechos y que pudieron realizarse en el exterior gracias al director de Amnistía Internacional, de ese entonces, Michael McClintock y a Francisco Soberón, quien inspirado por estas mujeres -junto a varios más- formaron, en 1985, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. A las mujeres de ANFASEP no las atendió nunca ni el Arzobispo Federico Richter ni su sucesor Juan Luis Cipriani. Al respecto, “mamá Angélica” señaló: “nos valíamos de él (Richter), le rogábamos demasiado, pensando que nos iba a ayudar. Pero no, no nos atendía”. En ANFASEP no solo se dedicaban a la búsqueda de justicia sino que producto de la perdida de los seres queridos hubo un gran número de huérfanos desatendidos y que las obligó a crear un comedor popular que en su época de auge atendió a diario a 200 niños durante más de 20 años. La visita del escritor y Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel a Ayacucho en 1985 fue clave para las mujeres de ANFASEP porque fueron reconocidas a nivel internacional como una organización de víctimas y ese hecho, causo que salgan de la clandestinidad y marchen por vez primera por las calles de Huamanga con una banderola hecha con costales de harina y con una cruz de madera que elaboraron para un anhelado encuentro con el papa Juan Pablo II, que nunca se dio. Al año siguiente vinieron a hacer sus reclamos en Lima, donde les gritaban en las calles: “¡Las madres de los terroristas han salido!. Aún así no se amilanaron y siguieron gritando aún mas fuerte por la aparición de sus seres queridos. En 1992, “mamá Angélica” fue acusada de ser “embajadora del terrorismo” por el gobierno de Alberto Fujimori, hecho por el cual se tuvo que esconder en Lima hasta 1994, año en que fue declarada inocente de todo cargo. La primera entidad estatal que les hizo caso fue la Defensoría del 1997, quienes recibieron todas sus denuncias e iniciaron el trabajo sobre los desaparecidos que luego fue continuado por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la Cruz Roja Internacional, el Ministerio Público y el Ministerio de Justicia. En 2005, hicieron un museo de memoria en ANFASEP con las fotos de todas las socias, la banderola llamada “la luchadora”, la ropa y otras prendas de sus seres queridos. A mediados del 2008, se reconoció oficialmente que hubieron más de 15 mil desaparecidos en el período 1980 al 2000, y se empezó a trabajar la ley de búsqueda humanitaria que fue promulgada en agosto de 2016, al tiempo que se llevó a juicio a los militares que trabajaron en 1983 en el cuartel “Los cabitos” y acabaron con la vida de Arquímedes y otros jóvenes mas. Diez días antes de su muerte, “mamá Angélica” se amaneció con otras miembros de ANFASEP escuchando la sentencia del caso Cabitos 1983 en la sala que preside Ricardo Broussett, quien condenó a dos militares por asesinato y reconoció por vez primera, la existencia de un horno para quemar seres humanos en el cuartel “Los cabitos”. La despedida de “mamá Angélica” se hizo por todo lo alto en Huamanga y donde antes no las quisieron reconocer como organización, fue velada en la Catedral de Huamanga y despedida por cientos de personas en Ayacucho y en Lima. Por fin, la mujer que no tuvo miedo de morir encontró algo de justicia y sosiego con esta sentencia, aunque falleció esperando enterrar a su querido Arquímedes y dejando un legado inmenso de fortaleza y creatividad para construir un país mejor.