Modelo. Docente de casi 100 años promueve el estudio como método para “perfeccionarse”. Recibió la Palma Magisterial por su trayectoria. Trece de sus 22 hijos son profesores.,—¿De verdad le gustaría saber? ¿Me va a tener paciencia? Lorenzo Vargas Díaz tiene 99 años, cumplirá 100 el 5 de setiembre, y sabe que su historia es larga, que está llena de pasajes, detalles y anécdotas. Por eso, cuando le preguntan por qué se hizo profesor, se preocupa por averiguar si realmente quieren escucharlo. PUEDES VER: Ministro Jaime Saavedra entregó Palmas Magisteriales a docentes destacados | VIDEO “La educación es el perfeccionamiento del hombre, y por lo tanto, el mejoramiento de la sociedad. Es la misión más noble y de mayor responsabilidad de un ser humano”, comenta con su voz ceremoniosa, como un preludio de sus memorias. Sus ojos caídos, agotados, se avivan con entusiasmo cuando recuerda la razón que se convirtió en su motivo de vida.“¿Por qué escogí el magisterio? Porque mis profesores, que eran maestros, me hablaron de lo importante que es la educación”, añade con lucidez. Tras 48 años dedicados a la docencia, sus definiciones han variado, pero mantienen la esencia. Educarse, asegura, es cultivarse a uno mismo más allá de las aulas o los profesores, más allá de las limitaciones y los propios miedos. “La autoeducación nos hace conocer a los hombres, al mundo y a la vida”, reflexiona. 13 hijos profesores Lorenzo nació en el distrito cajamarquino de Cutervo, en la provincia del mismo nombre. Tiene 22 hijos, de los cuales 13 son profesores, 41 nietos y dos bisnietos. “Ellos han vivido entre libros, en mi biblioteca. Eso ha hecho que todos sean profesionales”, cuenta con satisfacción. Su vida, sin embargo, no fue siempre calmada. En la comunidad donde nació, según dice él mismo, la pobreza es capaz de frustrar los anhelos más optimistas. Por la necesidad de terminar la secundaria, pasó su adolescencia entre Cutervo, Chota y Lima, donde se estableció por unos años.En 1938, ya embarcado en su aventura de independencia, la capital se le mostró ajena. “Soy tímido, siempre he sido tímido. No sabía pedir empleos, pero por no regresar a Cutervo, donde no había posibilidades de sostenerme, entré a la Benemérita Guardia Civil. El sueldo era insignificante: 114 soles”, cuenta. Durante los seis años que integró la institución, Lorenzo envió la mitad de su salario a su familia en Cajamarca.“No podía ser policía porque era delgado, no podía yo enfrentar a los criminales. El cuerpo tiene que ser fuerte, igual que el espíritu. Yo no tengo ninguno”, señala entre risas. Cuando volvió a casa, su padre le dijo que había guardado todo el dinero que había estado enviando desde Lima. “¿Quieres poner tu tienda o estudiar?”, me preguntó. Naturalmente le respondí que quería estudiar. Ingresó a la Universidad Nacional de Trujillo en 1944, año en que ocupó el segundo puesto del proceso de admisión. Mientras estudiaba Ciencias Biológicas, uno de sus profesores le ofreció un empleo como “catalogador” de libros. “Si trabajas en una biblioteca tienes que leer mucho. Eso me permitió adquirir un mayor conocimiento”, dice como justificando su hábito. Después fue elegido como ayudante de cátedra, lo cual le ayudó a confirmar su vocación. Luego se desempeñó como profesor y director en colegios de Lima y Cajamarca. En la actualidad, una emisora de Cutervo le ha cedido un espacio sabatino para “educar” desde la radio. “Mis hijos me han superado. Ese es el triunfo del padre. Y mis alumnos, que yo puedo decir han sido miles, han superado a su maestro. Ese es el triunfo de un educador, pero el mérito es de ellos”, asegura. En su carrera como docente, Lorenzo ha enseñado mucho, pero –según dice– es más lo que ha podido aprender. Se considera a sí mismo un alumno permanente. “Todos los días cambia el mundo y hay que estar a tono. No podemos parar porque parar significa retroceder”.