Congresista habló sobre su gestión y las posibilidades de formar parte del nuevo gabinete. ,La congresista Marisol Pérez Tello, voceada para ser ministra de Justicia y Derechos Humanos en el próximo gobierno, reflexiona sobre su agitada gestión que ya acaba, la denuncia del ministro de Defensa, Jakke Valakivi, y su futuro político. ¿Se pondrá el fajín? Se vienen las definiciones, por lo que nos cuenta. PUEDES VER: Kuczynski pide no tener miedo a movilización pacífica por La Oroya Inició con el caso Chehade y acabó con el de Belaunde Lossio, fiscalizando al gobierno. Sin buscarlos. El primero, recién llegada. Tema duro: era el vicepresidente, le tenía cariño porque tuvimos agenda común en derechos humanos. Fue difícil. En el último no imaginé las aristas que tuvo, creí que sería corrupción en gobiernos locales y punto. Cuando vas descubriendo las redes que puede tener la corrupción, es difícil. ¿Debe haber megacomisión en el siguiente Legislativo? No, las 'megas' no sirven, hay que investigar donde hay duda. El gran fracaso de la megacomisión fue la sensación de “tiro la red a ver qué cazo”. Por ejemplo, las compras secretas hay que investigarlas. Si no haces supervisión, da sensación de que pones sello de secreto a todo lo que quieres esconder. Vizcarra, vicepresidente electo, dice que Valakivi debería renunciar. ¿Qué piensa? Se equivocó Valakivi al interpretar el Código Penal. No hay dolo y la culpa supone que conozcas la calidad de secreto. Aquí se ha revelado presunta corrupción con declaraciones de implicados. Queriendo mandar un mensaje de fortaleza manda uno de debilidad. Flaco favor hace al gobierno que sale chancado y se generan especulaciones. ¿Ve corrupción entonces? Por supuesto. Hay demasiada contradicción. Y hay negligencia. Nadie pide revelar cómo trabaja la inteligencia, sino los sistemas de control. ¿Y la posición de sus colegas como Beingolea, Tubino y Cuculiza a favor de la denuncia? La respeto, pero no la comparto. Valakivi dice que dañaron el sistema de colaboradores... Es una huachafería. Hay que discutir el fondo: qué mecanismos tienes de control y protección de la gente que colabora. ¿Qué papel le toca al próximo Legislativo en estas denuncias? He trabajado sobre desaparecidos, niños, trata, indígenas, migrantes, tratados y cárceles, con dos ejes: seguridad y derechos humanos. En esto he fiscalizado al Estado. Pudimos empujar leyes, pero hay mucho por hacer porque transversalmente está la corrupción a todo nivel. Es de los grandes problemas por atacar. ¿Al próximo Congreso lo ve con capacidad para hacerlo? Tengo muchas expectativa. En general, la gente quiere hacer las cosas bien. No hablo de los sinvergüenzas, que hay en todas partes. Va a haber confrontación porque dos poderes están en manos distintas, pero el país va a estar vigilante. ¿Debería dar facultades legislativas al Ejecutivo en seguridad y lucha anticorrupción? Sí, muy restringidas. Por ejemplo, al Código Penal es urgente modificarlo. Si no, no hay herramientas para luchar contra la inseguridad. Habría que dar facultades en eso. En lo demás no. El Congreso no debe claudicar su función. ¿Debería presidir Presupuesto el oficialismo? Los votos mandan. Con 73 puedes aprobar casi lo que quieras. Apelo a la responsabilidad. Creo que Keiko es consciente de que estos cinco años son una prueba para ella, para su vida democrática, para su discurso en Harvard. La pasa o no, es decisión de ella. ¿Pasará usted al Ejecutivo, como se especula, ya que tiene propuestas para Justicia? Me parece bien el proceso que se sigue. El domingo se anuncia al premier y él debe ver si quienes quisiera que lo acompañen comparten un discurso como el suyo. Comparto gran parte del plan del Minjus de Pedro Pablo, pero hay cosas que se podrían añadir de otros planes y prioridades en derechos humanos que antes no existían. Debe haber coincidencias. Si yo quiero entrar a empujar la Ley de Búsqueda de Desaparecidos y no es la lógica del gobierno, mal harían en buscarme y yo en aceptar. Tengo una relación con Pedro Pablo anterior, tuve el honor de acompañarlo en una plancha porque lo creía buena opción y mantengo esa posición. ¿Eso me hace ministra? No. Pero hay coincidencias. Sí, pero espero que elijan a quien pueda llevar adelante lo que quieran. Si hay responsabilidades que asumir serán evaluadas cuando se presenten. No estoy en política para amarrarme un fajín. La política es servicio, y si hay posibilidad de servir donde me dejen hacer, perfecto. No he tenido, más allá de la especulación, ninguna conversación en sentido concreto. Hay que esperar con tranquilidad. Estoy cerrando un ciclo. El 22 termino (la gestión en el Congreso) y me empiezo a preocupar de lo demás. No descarto ni afirmo, porque eso pasa por una definición de prioridades. ¿Cómo va el partido? ¿En agosto retoman la renovación? Es la pregunta más difícil que la del fajín. Mi rol como pepecista era hacer bien mi papel en el Parlamento. Las ideas socialcristianas que me hacen estar en PPC son la opción preferente por los pobres. Yo soy progresista, soy de centro. La dinámica de un partido de verdad es la confrontación de ideas. A veces se levanta la voz y los gritos salen por la ventana. Ya nos hemos disculpado unos con otros. ¿Y qué es lo que viene ahora para el PPC? Viene sentarnos a hacer una evaluación conjunta con el presidente del partido, Raúl Castro; con el presidente fundador, Luis Bedoya; con Lourdes Flores, por supuesto, ¿o quién puede dudar de su liderazgo? No solo ellos: también con Alberto Beingolea, con Eguren, con Javier Bedoya; con toda la dirigencia, con los alcaldes. Hay un tema por resolver: las elecciones. El final será el mismo: alguien ganará. Y será por poquitos votos. ¿Nuestra discrepancia se va a convertir en una ruptura? No, sino en enriquecimiento para repensarnos y asumir que hemos perdido espacios políticos y ahora hay que recuperarlos con trabajo. A mí me parece lindo el reto: después de estar muy mal, ahora empezamos a salir. Cuando la gente trabaja junta, ya no hay tiempo para la pelea.