A los neocatecumenales se les conoce popularmente en España como los “kikos”, debido a que su iniciador es el laico Kiko Argüello, quien junto con Carmen Hernández y el sacerdote italiano Mario Pezzi formaron, cincuenta años atrás, el Camino Neocatecumenal, uno de los tantos movimientos eclesiales de carácter ultraconservador promovidos por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sus críticos los acusan de fundamentalistas y cultores del secretismo. En el Perú sus representantes más connotados son Javier del Río, arzobispo de Arequipa, y José Luis del Palacio, obispo del Callao.Pues bien. Resulta que una investigación del portal Altavoz.pe, firmada por las periodistas Ariana Lira, Adriana Chávez y Andrea Gómez, denuncia el caso de “Camilo”, quien habría sido una víctima de abuso sexual al interior de esta organización católica. “Los tocamientos fueron progresivos. Habrían comenzado con abrazos prolongados para luego escalar a besos en el cuello y la cara, y, finalmente, tocamientos genitales por encima de la ropa”, describe la nota. El supuesto depredador sexual sería Víctor Guerrero Timaná, sacerdote de la diócesis del Callao, quien le ofreció su amistad y se presentó como una suerte de “guía espiritual”. El cura Guerrero Timaná fue contactado en dos oportunidades por el medio de comunicación que dirige Mijael Garrido Lecca, pero se negó a responder sobre las gravísimas acusaciones de “Camilo”. Por su parte, el obispado del Callao, consultado al respecto, informó que iniciaría un proceso de investigación. Pero ya saben cómo suelen terminar estas pesquisas eclesiales. En la impunidad más absoluta. Como se ha observado en otros casos de abusos sexuales perpetrados por religiosos, en el móvil del depredador siempre subyace un ejercicio de poder, una relación vertical y asimétrica, de prepotencia, y hasta de “consejería espiritual”, con coartadas y celadas de todo tipo. Este tópico morboso, escabroso y reiterativo en las instituciones religiosas tiene como desencadenante al celibato. Y mientras que este no sea facultativo, me temo que el problema continuará. Pues se trata de un precepto que traumatiza las conductas en lugar de mejorarlas. Por lo demás, quienes se muestran usualmente como practicantes rigurosos de la castidad forzada suelen ser los primeros en prescindir de ella en la práctica. “El sacrificio exigido por el celibato es enorme y va contra la naturaleza de manera evidente”, sostiene la psicóloga clínica María Martínez Vendrell. Porque si en algo coinciden psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas es que la represión de la sexualidad, impuesta por decreto y mediante mecanismos neuróticos, genera una perniciosa y lesiva ansiedad que termina desestructurando la personalidad. En opinión del español Pepe Rodríguez, estudioso de estos temas, “la ley del celibato obligatorio de la Iglesia Católica es un absurdo, carece de fundamento evangélico, daña a todo el mundo, responde a la visión maniquea del ser humano que aun sostiene la Iglesia, y solo se mantiene por ser uno de los instrumentos de poder y control más eficaces que tiene la jerarquía para domeñar al clero”. Rodríguez considera que, en el fondo, el celibato es un instrumento para lograr el dominio y control de los religiosos. Que se trata de una estrategia fundamentalmente economicista, que permite abaratar los costos de mantenimiento de la plantilla laboral de la iglesia católica. Un cura casto, sin mujer ni hijos, es mucho más barato de mantener que otro que pudiese tener una familia, pongámoslo así. Si me preguntan, ya lo dije líneas arriba, el celibato debería ser facultativo, y a partir de los setenta años, cuando la libido se comienza a apagar. Y los curas católicos deberían casarse, como se les permite a los clérigos de otras religiones. Pero ya adivinarán. Eso no va a pasar por el momento. “El matrimonio es solo para la clase de tropa”, decía José María Escribá de Balaguer, fundador del Opus Dei, cuando le daba por lanzar al aire sus frases cargadas de integrismo y fanatismo, alentando la represión sexual de sus seguidores. Y ya han visto lo que ocurre en movimientos carcas que propician el rigorismo en materia sexual. La doble vida y la hipocresía y el abuso y el encubrimiento terminan convirtiéndose en una realidad inquietante. Ahí están los casos del mexicano Marcial Maciel y sus legionarios de Cristo, del peruano Luis Fernando Figari y su Sodalicio de Vida Cristiana, y el del chileno Fernando Karadima de la parroquia El Bosque. Por eso, no es de extrañar que algo así también ocurra en el Camino Neocatecumenal.