No comparto las interpretaciones que señalan que el Fujimorismo tiene un plan claro y concertado: vacar lo más pronto posible a PPK. Muchos errores, choques internos y retrocesos como para considerarlos una naranja mecánica. Pero sí creo que la línea dura existe y es fuerte; una línea dura que tiene como agenda golpear al gobierno y que se nutre de sus propias historias y paranoias para volverse más intransigente y radical. Creer que esta actitud matonesca está desligada del liderazgo de Keiko Fujimori sí es ingenuo. No solo se tolera. Como vimos en el famoso diálogo del mototaxi, se incita y felicita. Fueron por la cabeza de Saavedra poniendo en riesgo la reforma educativa. Luego han maltratado funcionarios y ministros en sesiones informativas. Las encuestas y los desastres naturales calmaron en algo a esa naranja agresiva, pero hoy está de vuelta recargada. Ahora, al parecer, van por Basombrío. La mala noticia para quienes criticamos esta actitud del Fujimorismo es que la estrategia no parece dañarlos. Para que estas peleas impacten en la popularidad de Keiko, alguien tiene que meterla en el pleito. Y hasta ahora pocos en el gobierno y su desastrosa bancada la interpelan directamente por lo que hacen sus congresistas. El matoneo queda en los Becerriles, Galarretas y Aramayos, que dicen lo que sea con impunidad, pero no se ata sus acciones con la figura de la jefa. Estos congresistas, además, no pierden con esta actitud intransigente. El voto preferencial es un incentivo para actuar pensando en los votantes duros del partido. Esos congresistas agresivos atraen votantes que simpatizan con sus conspiranoias y ataques groseros. Votantes que al estar más politizados usan en mayor proporción su voto preferencial. No es mal negocio ser matón en el Pleno si lo que necesito para ser reelecto es un buen número de votos preferenciales que me ponga por encima de los demás candidatos de mi partido. El Primer Ministro ha señalado que el Congreso se está excediendo en su función, pasando de una fiscalización normal a un uso abusivo de su poder. Bien por la reacción, pero creo que lo urgente no es solo quejarse, sino construir una estrategia para responder. Sin caer en esas dinámicas destructivas que, como muestra la pelea de Alan García y Ollanta Humala, terminan por desgastar a ambas partes, pero sí deben aprender a pegar. El Mototaxi no se confronta con lamentos ni poniendo la otra mejilla. Se confronta poniendo la pierna fuerte cuando corresponda y con ironía, que abunda espacio para ello. Por ejemplo, resaltando esos intereses chiquititos y particulares que mueven a varios parlamentarios naranjas. O recordándoles que no tienen plan alternativo ni pasado que los avale para criticar reformas. Cuando ataquen la reforma policial, recordarles a los Dianderas y Briones; a la inflación de altos mandos que dejaron; al “club de oficiales” con espejos en el techo que construyeron en la azotea del Ministerio del Interior en su gobierno; al desfalco de pensiones. Para que le cueste al rival deben explicar que esta agenda reactiva, que esta constante antirreforma, demuestra que el fujimorismo tiene poco o nada que ofrecer desde el gobierno. Todas cualidades de debate que, la verdad, no abundan en el gabinete y que deben aprenderse rápido. Cuando murió Richard Nixon, el periodista Hunter S. Thompson le dedicó un obituario titulado “Era un Cabrón” donde comparaba al expresidente con un tejón por su forma sucia de pelear: “El tejón rueda panza arriba y emite un olor a muerte que confunde a los perros y los atrae para que comiencen el tradicional despedace del cuerpo. (…) Es una bestia que pelea mejor echado sobre sus espaldas: rodando bajo la garganta del enemigo y sujetándolo de la cabeza con sus cuatro cúmulos de garras. Ese era el estilo de Nixon, y si lo olvidabas, te mataba para que sirvieras de ejemplo a los otros. Los tejones no pelean limpio, muchacho. Por eso Dios inventó los dachshunds” (traducción de El Barrio Antiguo). No pelean limpio, viejo. Si no has entendido eso hasta ahora es que vamos muertos.