La revelación de las conversaciones interceptadas a Ollanta Humala y su entorno cuando el expresidente era todavía el candidato del Partido Nacionalista que aspiraba a ganarle a Keiko Fujimori en las elecciones de 2011 ha sacudido ese avispero que conocemos como política peruana. A Humala lo investigaron con orden judicial, y aunque algunas pistas de los seguimientos habían salido a la luz pública –como el video donde se aprecia a Amílcar Gómez Amasifuén entregando dinero al hijo de Jorge Ávila Rivera, testigo del caso «Madre Mía» que denunció a Humala y luego cambió su versión–, no se comparan con el impacto que supone conocer las negociaciones para sobornar a Ávila en boca de sus propios actores.Gracias a la información difundida por «Ojo Público», ahora es más fácil comprender la secuencia lógica que partió del cabecilla terrorista Florindo Flores «Artemio» y llegó hasta Ollanta Humala. Sabemos que «Artemio» quería entablar contacto con Humala a través del maderero del Huallaga Julio Méndez, pues sabía que el plan de gobierno nacionalista planteaba una amnistía para quienes hubieran incurrido en violaciones a los derechos humanos a consecuencia de la guerra interna, tanto militares como policías y subversivos. Méndez conocía a Humala del tiempo que éste había pasado en la base de Madre Mía, y el intermediario que escogió fue Amílcar Gómez.¿Estuvo detrás de este operativo alguna mano política? ¿Tuvo que ver Alan García con el seguimiento que condujo a la obtención de estas pruebas, como ha denunciado el propio Humala? Es una hipótesis que no se puede descartar. Más todavía si recordamos las afirmaciones que con total descaro lanzó García en 2009, frente a un auditorio de banqueros asustados por el auge del nacionalismo: «En Perú el presidente tiene un poder, no puede hacer presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiere».¿Desacreditaría esto las afirmaciones contenidas en los audios, donde además del enjuague del caso Madre Mía se menciona el manejo de las finanzas del Partido Nacionalista, al que el empresario Marcelo Odebrecht reconoció hace poco haber aportado tres millones de dólares? De ninguna manera. Lo normal es que las fuentes periodísticas actúen por interés, y hagan denuncias o entreguen primicias que los benefician o perjudican a sus rivales. Sin ir muy lejos, todo parece indicar que los «Petroaudios» fueron resultado de una guerra empresarial, con el agravante de haberse hecho al margen de la ley. Estos hechos no les restan validez a las revelaciones sobre las inmundicias perpetradas durante el gobierno del propio Alan García.¿Por qué recién aparecen los audios de Humala? ¿Pueden ser una cortina de humo para tapar la aparición de las iniciales «AG» en una agenda de Marcelo Odebrecht (que Alan García atribuyó apresuradamente a «Andrade Gutiérrez»)? Es una posibilidad. Pero a la prensa responsable e independiente le toca ahora saber mantener cada cosa en su lugar, e informar sobre Humala sin perder de vista los indicios de corrupción que empiezan a cercar a otros expresidentes, desesperados por mantener invicta su estela de impunidad.