Uno de los pilares de la teoría económica ortodoxa explica que la liberalización del comercio y la rebaja de aranceles beneficia a todos los países, ricos o pobres. Esta ha sido la matriz teórica de los Acuerdos de Bretton Woods en 1944, que diseñaron el “orden económico y comercial” internacional durante 70 años. Esta matriz acaba de sufrir un golpe traumático por parte de Donald Trump. La consigna de “América primero” significa que ello se consigue a costa de los demás, y no con ellos. Por eso, plantea un arancel de 45% a los productos chinos y de 35% a los mexicanos. La magnitud de dicha alza es enorme. Dice la OMC que el arancel promedio ponderado de EEUU en el 2015 fue de solo 1.69%. Por tanto, estamos hablando de subirlo de 18 a 25 veces. Insólito. ¿Por qué lo hace? Porque dice que el libre comercio no le ha traído beneficios. Que el NAFTA (TLC con México y Canadá) ha hecho perder millones de empleos en EEUU. Y que lo mismo iba a hacer el TPP de Obama (que ya Trump no aprobará). Lo mismo decía Bernie Sanders: el libre comercio trae perdedores y ganadores. No es como nos decía David Ricardo en el Siglo XIX: que todos ganan con el libre comercio. Por tanto, cada cual debe especializarse en sus ventajas comparativas, en la dotación de factores que posee (recursos naturales, capitales, fuerza de trabajo). Si cada país hace eso, tendrá un lugar en la división internacional del trabajo. Si lo hace como proveedor de materias primas o de bienes de capital, no interesa. Al final, todos van a ganar pues los precios internacionales se van a igualar y también, los propios precios de los factores. Un momentito. Eso dice la teoría ortodoxa. Pero la realidad nos dice otra cosa. En el Perú también tenemos ganadores y perdedores, como en todo lado, ya que, resaltamos nuevamente, no es cierto que todos ganan con el libre comercio. Por ejemplo, en el comercio con China son claramente ganadores los exportadores no tradicionales de productos agrícolas, entre ellos las uvas, potas y calamares, fresas maca y, recientemente, los arándanos. Y también ganan los que adquieren bienes de consumo más baratos (desde celulares a motocicletas) así como bienes de capital para la industria. Entre los perdedores tenemos a las industrias productoras de calzado (medianas y pequeñas), así como las industrias textiles (ver caso de Gamarra) ya que las importaciones de terceros países (principalmente China) han mellado fuertemente la producción local. Pero la teoría ortodoxa no es la única que existe. Hay otras teorías económicas que nos señalan las falencias ortodoxas. Hace poco, el economista Dani Rodrik demostró claramente que la teoría ricardiana está sobrevendida. Agrega, contra toda la ortodoxia, que existen casos donde “menos comercio puede ser mejor que más comercio” (1). Y así. La CEPAL nos dice que “en los últimos años la mayor integración al comercio y a los flujos financieros y de inversión mundiales estuvo asociada al debilitamiento de los sistemas redistributivos, especialmente en varios países avanzados” (2). Y agrega que al analizar la distribución mundial del ingreso, surge una paradoja: en las últimas tres décadas, la desigualdad global disminuyó, mientras que la desigualdad interna de la mayoría de los países aumentó, sobre todo en los países industrializados. ¿Qué cosa? Veamos esto más de cerca. La desigualdad global disminuyó sobre todo en los “países emergentes”, como China, India y, también, en América Latina, lo que incluye al Perú. Pero en los países de la OCDE, ojo, la relación entre la participación en el ingreso del 10% más rico de la población y la del 10% más pobre ha aumentado sostenidamente en las últimas cuatro décadas, pasando de 7.0 veces en la década del 80 a 9.6 veces en 2014 (CEPAL, p. 75). Esta agravación se explica por la sustitución de trabajadores manufactureros de los países ricos por trabajadores en ese mismo sector en los países en desarrollo. Entre 2000 y 2010, solo en los EEUU y Europa se perdieron casi 10 millones de empleos manufactureros, más de un cuarto del total. En el mismo período, China creó más de 45 millones de empleos en este mismo sector, mientras América Latina generó 4 millones (CEPAL, p. 76). Interesante, ¿no? Alguien diría: por fin los países ricos recibieron de su propia medicina. Con el libre comercio en una economía global, ellos pierden y los países emergentes ganan. Qué importa si la teoría se equivoca, si es a mi favor. Eso es lo que Trump va a tratar de “voltear”. No creemos que lo logre porque, a pesar de su retórica, el anuncio de bajar el impuesto a la renta del 30 al 15% va a concentrar aún más la riqueza en el 1% de la población. No solo eso. Según Paul Krugman, el carácter de sus anuncios es más efectista que otra cosa porque el verdadero problema de la economía de EEUU es que el alza de la productividad no está creando más empleos en el sector manufacturero debido a varios factores, entre ellos, el auge del sector servicios y la creciente automatización. Por tanto, el problema no está en que los empleos se hayan ido a otros países. Trump está equivocado (3). Ayayay. Volvamos a América Latina. Dice la CEPAL que el aumento de los recursos fiscales debido al super ciclo de precios de las materias primas generó mayores empleos y un ciclo positivo de políticas redistributivas que “marcó un quiebre con el pasado y que, probablemente, mejoró la percepción de la población sobre el proceso de globalización”. Con las “vacas flacas” eso ya terminó y va a provocar un aumento de las tensiones sociales y políticas. A lo que se agrega que la Región, Perú incluido, no aprovechó este super ciclo para transformar su matriz productiva hacia un mayor valor agregado y continúa dependiendo de las materias primas. Y estamos en pañales en la economía del futuro, que se apoya cada vez más en la revolución de la economía digital (economía de Internet). Lo que sí hicieron los países asiáticos, comenzando por China, debido a que no se creyeron el cuento de las ventajas comparativas estáticas ricardianas. Pero aquí seguimos tropezando con la misma piedra. Estamos entonces frente a un enorme cambio de paradigma que ya no admite las tesis de libre comercio de hace 200 años ni los acuerdos de Bretton Woods de 1944. Ese es el quid de la cuestión. (1) Dani Rodrik, La paradoja de la globalización, Antoni Bosch Editores, 2012. Ver el capítulo 3, ¿Por qué no todos entienden el argumento a favor del libre comercio? Ver http://www.antonibosch.com/system/downloads/430/original/EC-RODRIK_Introduccion.pdf?1327318844 (2) CEPAL: Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe 2016, www.cepal.org (3) Paul Krugman, http://www.businessinsider.com.au/krugman-tweets-on-manufacturing-labor-market-jobs-donald-trump-2016-11