El triunfo de Donald Trump ha provocado más confusiones en las filas democráticas que en la extrema derecha de A. Latina, que ha recibido al ganador como lo que siempre fue, uno de los suyos. En el liberalismo y en la izquierda se intentan buscar razones para el triunfo de Trump, obviando a Trump. De pronto, son menos responsables él y sus votantes –esa idea de adular a los electores que Alemania reparó solo 50 años después de la caída del nazismo– y más los migrantes que se orinan en las calles de EEUU, su elite política y el gobierno de Obama, reconocido una semana por encima del promedio. La discusión se parece situar entre las ideas de Trump y el Gobierno de Trump. Una decena de artículos publicados estos días en tono de ruego pronostican que el candidato ultra abandonará de pronto su discurso violento y excluyente contra la otra mitad de su país y contra A. Latina, y se convertirá a la democracia. No niego esa posibilidad, pero no puede hacerse un borrón del impacto que tendrá en la región su victoria. Esos efectos están en camino. El primero. Más allá de las ideologías, su victoria legitima un movimiento populista y antiglobalizador expuesto claramente en un tono regresivo. Mientras Caperucita Roja le pregunta al Lobo Feroz porque tiene las manos tan grandes, olvida que Trump ha negado los principales hechos de la globalización: el primero, el cambio climático; el segundo, la universalización de TODOS los derechos y libertades; el tercero, la migración; y el cuarto, la disolución de las fronteras para el comercio internacional. Segundo. Esto sí en el territorio de las ideas, la acción política antinorteamericana recibe un impulso decisivo aunque su programa será innovado con nuevas demandas, contra el muro mexicano, la deportación u hostigamiento de migrantes latinos, la extensión de la pena de muerte y la negación del cambio climático. Trump es una ofrenda al progresismo de la región y un presente griego a los grupos políticos de derecha a los que les iba tan bien luego de la caída de Dilma Rousseff, la derrota del kirchnerismo y el desastre madurista. Es conveniente decir que este efecto será matizado; más que volcar a la región hacia un nuevo antimperialismo, que será obviamente el más vigente desde la invasión a Panamá en 1989, partirá A. Latina entre seguidores y detractores. Su discurso lo estaban esperando millones de latinoamericanos. El populismo tiene varias caras. Esto nos lleva al tercer efecto. El trumpismo no será rechazado por todos. Al contrario, brotarán pequeños trumpistas en A. Latina. Son los otros indignados y no me refiero a los partidarios de siempre de la extrema derecha sino al impacto social de su discurso. En cada corazón de la derecha de la región hay un pequeño Trump que se agita y que ahora puede salir del clóset, dividiendo incluso las filas conservadoras. Preparémonos, porque aparecerán figuras hilarantes y surrealistas, pero serán. Si el populismo de izquierda pudo parir a Chávez, Maduro y Cristina Kirchner ¿por qué Trump no podrá alumbrar personajes curiosos que ganen adeptos? La ultraderecha regional no había tenido una figura descollante desde los años 70 porque ni Reagan asumió el discurso del tono de Trump. Su última bandera fue Pinochet. La derecha peruana, por ejemplo, ya se ubica en modo Trump. Me quito el sombrero por la audacia. Ahora resulta que es correcto el triunfo de un outsider, antisistema y anti élite; claro que en las últimas elecciones peruanas, ese mismo sector político demonizó a los candidatos outsider, antisistema y contrarios a la élite. En todos los países del mundo, los políticos hacen campaña en verso y gobiernan en prosa y no existe uno –incluso más en EEUU y aún más en EEUU– que cumpla sus promesas por el esquema de pesos, contrapesos y vetos entre los poderes. Pero no se puede desconocer en nombre de lo políticamente correcto que millones de votantes en EEUU han creído y empoderado el mensaje de Trump. http://juandelapuente.blogspot.pe