Hugo Coya es el nuevo presidente del directorio del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP). La noticia me alegra. Conozco a Coya y sé que es una persona correcta y creativa que conoce la profesión. Espero pueda realizar cambios de fondo que hagan a TV Perú y Radio Nacional verdaderos medios públicos, con mayor autonomía e influencia. Me centro en TV Perú, que es el espacio que conozco mejor. Es importante reconocer lo hecho por la administración que desde el 2012 ha estado a cargo del IRTP, sobre esos avances es que debe construirse. María Luisa Málaga, la presidenta saliente, ha trabajado en silencio para darle otro nivel a los medios estatales. Su administración logró convocar a buenos presentadores, como Josefina Townsend, Farid Kahhat, David Rivera, Óscar Vidarte. Se mantuvieron programas de calidad y se realizaron otros nuevos muy interesantes. El nivel de los noticieros es excelente y los espacios electorales han sido de muy buen nivel. Participé en un proyecto corto del canal en el 2013 y me consta el profesionalismo de sus miembros y la autonomía con la que nos dejaron trabajar.Sin embargo, faltó más. Y ello no puede lograrse sin apoyo, tolerancia y voluntad del gobierno para lanzar una reforma de fondo. Desde que tengo memoria los gobiernos han visto al canal como su propiedad, el instrumento que tenían a disposición para presentar sus agendas y defenderse de sus opositores. Una programación sobona en los ochenta e infame en los noventa, cuando se usó para destruir opositores. Y por lo general bastante aburrida en sus contenidos culturales. Los gobiernos postransición mejoraron la calidad, especialmente el último, pero todavía lejos de ser considerado un medio público autónomo que no es un difusor de las actividades del presidente. Evidencia de ello es que el actual canal tiene pocos espacios de debate e investigación política. O incluso de humor político, como sucede en otras cadenas públicas. Impulsar una reforma de fondo pasa por entender un par cosas. Lo primero es que en el mediano plazo no basta hablar de libertad de los medios estatales, se necesitan garantías que aseguren que la autonomía no dependerá del capricho de un presidente. Mientras el directorio dependa del Poder Ejecutivo no se podrá ejercer esa libertad plenamente. Se requiere, en mi opinión, reformas que den garantías a la oposición de que hay pluralidad en los contenidos. Si bien necesarios, estos cambios legales no son urgentes. Más importante hoy me parece lanzar un proceso que muestre lo que puede lograrse con una televisión realmente libre, plural y creativa que luego haga difícil revertir el cambio. Hay cinco años para plantear una reforma completa. Todo ello requiere amplia tolerancia y visión del actual Ejecutivo. Lo segundo es reconocer que hoy es un gran momento para intentarlo. Existe el espacio para construir una alternativa a la pésima televisión privada que sufrimos cotidianamente. No se requieren altos recursos para darle otro vuelo a la televisión pública, basta con pensar en una suerte de antitelevisión privada que ponga en la parrilla exactamente lo contrario que está dominando la pantalla hoy. Crear programas de calidad en las horas en que los privados nos bombardean con concursos y realities. Una televisión pública que recupere la discusión política entre semana, que refuerce e innove en los espacios culturales, que busque públicos nuevos, marcaría un contraste virtuoso. No se trata de lograr los ratings de los privados, pero sí de mostrar que otra televisión abierta es posible y no necesariamente con bajos niveles de audiencia. Este empobrecimiento de la pantalla afecta en mayor medida al sector más pobre de la población que no puede ni siquiera escapar al cable. Justificar la ganancia y la construcción sostenida de ignorancia cotidiana en la libertad de expresión, entendida como el dominio de la mayoría a toda hora, es infame y tiene consecuencias. Puede combatirse con una televisión estatal diferente. Ojalá se anime el gobierno.