Los peruanos somos desconfiados y descreídos, más de la acción de nuestros políticos y sus gobiernos. En menos de un mes entra uno de estreno, nuevo, con promesas de todo tipo y para todo público. Vistos los gobiernos anteriores, la posibilidad de un cumplimiento total es muy remota, pero tal vez, en esta ocasión, sí podamos aspirar a que la promesa de ver un país moderno en cinco años se cumpla para la mayoría de peruanos. ¿Qué tiene esta vez a favor el Presidente electo? En primer lugar una experiencia de vida que nunca soñaron tener nuestros anteriores presidentes. No solo son los logros académicos en las mejores universidades del occidente. Kuczynski es, ante todo, un ciudadano del mundo, cuya larga vida profesional lo ha puesto en contacto con personas y situaciones que lo ponen en ventaja. Tiene un enorme sentido práctico frente a las trabas ideológicas, lo que le va a permitir gobernar con la izquierda y la derecha sin problemas. Un ejemplo, el agua. El Presidente electo no va a discutir por razones ideológicas la plataforma empresarial que se use. Que sea pública o privada le da lo mismo. Lo que interesa es que el servicio se preste, ahí donde no existe o mejore su calidad, ahí donde ya llega. ¿Que Sedapal siga siendo empresa pública? Que lo sea. Ahora, ¿cómo damos agua a todos? En segundo lugar, encuentra un país creciendo, lento, pero creciendo. No es el país arruinado que encontró el 2001, todavía con más de 50% de pobres y de ellos, casi la mitad de pobres extremos. Ese país cambió en 15 años, para bien. Se redujo la pobreza a una velocidad espectacular por el impulso de la tributación minera pero, ese país tiene que sostenerse y volver a crecer a otra velocidad. Nuestra patria es heterogénea en todo: geografía, cultura, ingresos. Hoy, se legisla desde Lima para un único país de cientos de realidades. Kucsynski, en alianza con gobiernos regionales y municipales –limpios de la corrupción que los carcome– tiene la base para atender esa heterogeneidad social y lograr saltos en educación y salud que sean espectaculares. Él conoce perfectamente esta múltiple realidad. La experiencia de su primer vicepresidente y el apoyo del magisterio que confía en el desempeño del ministro Saavedra, puede en 5 años más, mostrar los progresos que todos esperamos. Un pueblo educado, y bien educado, ¿se puede aspirar a un sueño más grande? En tercer lugar, hay un deseo de desregular y promover la inversión, la produtividad y por cierto, la innovación. El viernes estuve una hora con el ministro de Produce, Piero Ghezzi, quien en silencio ha promovido por dos años mesas ejecutivas por ramas de actividad dedicadas a identificar problemas y destrabarlos. Algunos obstáculos son logísticos, otros regulatorios o a veces, sobreposiciones de agencias del propio Estado. El hecho es que ya se está limpiando el camino y con éxito. Si otros sectores pudieran hacer lo mismo para trabajar de la mano con el sector privado y desregular las medidas irracionales que el Estado impone y acumula sobre los privados, podría relanzarse la inversión privada y mejorar su productividad a toda velocidad, hoy detenida por la cantidad de regulación absurda que tiene que cumplir. En cuarto lugar, si hay un valor asociado al Presidente, es el de la honestidad. Es un hombre que se hizo rico trabajando duro, muchos años fuera del Perú. No tiene malas deudas que pagar, ni nadie que se las cobre. Tiene que tratar, por todos los medios, que sus allegados estén a la misma altura, durante todo el régimen y alejarse de todo aquel que –aunque sea en apariencia– tenga relación con la corrupción, que es y seguirá siendo el cáncer que nos carcome y que permite que el narcotráfico y otras actividades ilegales convivan en total impunidad con una sociedad que aspira a ser honesta. Agua, educación, salud, infraestructura, justicia y seguridad. Para todas estas carencias hay respuestas cuando la escobita está nueva y barre bien. ¿Por qué no podemos tener la ilusión que nos da la esperanza? ¿Aunque sea por unos días?