Cómo articular la convivencia entre gobierno y oposición.,El saludo tuitero de Keiko Fujimori a la proclamación presidencial de Pedro Pablo Kuczynski por parte del JNE constituye una señal tibia de que puede haber luz al final del túnel. El túnel es, obviamente, el desafío principal de la gobernabilidad peruana que es básicamente político: cómo articular la convivencia entre un gobierno débil y una oposición fuerte. No obstante que los gobiernos peruanos están acostumbrados a vivir con una bancada minoritaria, este lustro será singular porque, por primera vez en mucho tiempo, la oposición controlará el congreso. Por su gran tamaño, esta bancada pondrá a prueba el real liderazgo de Keiko Fujimori para armonizar posiciones entre los que la tienen a ella como referencia y los que prefieren oír a la Diroes a través de Kenji. El nuevo gobierno deberá estructurar una convivencia política que no es frecuente en el país. El primer responsable de ello es Kuczynski en su condición de jefe de Estado, y lo que está haciendo es lo más conveniente: cortesía, paciencia y tolerancia frente al portazo de quienes están dolidos por una derrota inesperada en una elección que creían ganada. De este modo, es correcto que PPK anuncie, tras el saludo tuitero de Fujimori, que “llamaré a Keiko, tengo su número”, aunque algunos fujimoristas sigan en mala onda, como la estrambótica Martha Chávez que, hasta la proclamación en el JNE, negaba el triunfo de PPK, y luego dijo de la misma, con evidente sangre en el ojo, que fue “una ceremonia tristísima, sin bombos ni platillos”. Felizmente, no todos los fujimoristas son como ella, y una señal de que la beligerante empieza a cambiar es el tuit enviado por Keiko Fujimori el mismo día: “Saludo la proclamación del Sr. Pedro Pablo Kuczynski como Presidente de la República” No es gran cosa, la verdad, aunque es un trino en la dirección correcta. Si el fujimorismo se dedica a obstruir al gobierno de PPK, trabando sus iniciativas, censurando ministros o legislando con sangre en el ojo, Keiko Fujimori corre el riesgo de desprestigiarse mucho y de erosionar su candidatura 2021. Keiko Fujimori no ganó la elección 2016 porque un sector de la población no creyó que su eventual gobierno estaría inmune de las fallas, taras, delitos y crímenes del de su padre. Pero ahora la historia le ha dado la gran oportunidad en este lustro de demostrar que sí ha cambiado y que, contando con una gran fuerza política, puede, sin dejar de ser oposición, actuar a favor de la democracia y de la institucionalidad en vez de petardearla y demolerla.