Ninguna agrupación debería tener la mayoría absoluta en el Congreso. La tentación autoritaria es demasiado potente para cualquiera. Peor aún si, como ya lo estamos viendo, los fujimoristas no se aguantan y salen a dar declaraciones como “la puerta grande” y “leyes por un tubo”. O bien vomitar sobre el consenso como lo ha hecho Becerril. Pese a que esto podría perjudicar a su candidata, pues aún está pendiente la segunda vuelta. Keiko, no se sabe si por estrategia o falta de control de sus huestes (las dos opciones son inquietantes), ha salido a relativizar esas declaraciones. En el caso de Fuerza Popular esta abrumadora cantidad de curules es aún más angustiante por su historial y trayectoria. Por su prontuario, tal como lo prueban sus principales líderes encarcelados (por ahora). Pero tampoco me tranquilizaría que esa mayoría fuera del Frente Amplio o de PPK. La democracia es eso que Becerril no entiende y exige diálogo, negociación, transacciones. Las mayorías absolutas la tensan y fragilizan. No obstante, la voluntad popular ha decidido otra cosa y eso debe respetarse, por supuesto. Lo cual no impide procurar buscar por todos los medios legales compensar ese peligro de cinco años bajo el signo del autoritarismo, la prepotencia, el abuso, la corrupción. Ya saben, el poder absoluto corrompe absolutamente. Nos consta a los peruanos. Por el momento la manera más a mano que tenemos es no otorgarle a la candidata de FP la presidencia de la República. Lo cual supone votar por PPK, así esta opción no entusiasme a muchos, como es mi caso. Pero supone, en primer lugar, que PPK haga lo necesario para conquistar ese 30% de votos que le faltó en primera vuelta. Y ahí es donde veo el principal obstáculo. Lo dije en un tuit: “Me preocupa que PPK esté jugando a la liebre y la tortuga. Eso solo funciona con Esopo. No lo veo con un deseo genuino de ganar la segunda vuelta.” Es una apreciación subjetiva, lo sé. Pero lo mismo sentí con Valentín Paniagua, cuya elección yo deseaba y lo escribí en mi nota del diario Perú21. Paniagua me llamó a pedirme que se lo explicara pero el tiempo no lo permitió y el querido Valentín se internó para ya no salir de la clínica. Por las respuestas de los tuiteros, incluso de los trolls, se advierte que muchos perciben lo mismo. Ha pasado una semana de la primera vuelta y… naranjas. Naranjas por todos lados, incluso con esos mensajes siniestros que Keiko intenta suavizar, y muy poco de PPK. Esperemos que sea una pausa y en lo que resta del intervalo entre las dos vueltas retome fuerzas. Esperemos que esté conversando con el Frente Amplio, delineando propuestas comunes que convenzan al electorado. Esperemos que se decida a acometer la tarea para la cual se lanzó a candidatear. No hacerlo sería peor que irresponsable: imperdonable.