Ese es el problema con los no muertos: que su único objetivo es perseguirte para chuparte el cerebro hasta que termines convertido en uno de ellos. En el Congreso del Perú, a día de hoy, parece que hay mayoría de zombies. Y están dispuestos a todo. Como si de una película de terror se tratara, el fujimorismo que algunos creyeron liquidado, no sólo lleva años demostrando que aunque no tengan un corazón latiendo en el cuerpo, aunque sus movimientos sean torpes, gregarios, poco sorprendentes, son capaces de desatar el Armagedón. Los zombies, por supuesto, no se esconden. Les da igual. Y esa parece ser la estrategia fujimorista a día de hoy. Nadie se ha preocupado de esconderla. Se trata de declarar la vacancia presidencial a toda costa y lo antes posible. De empoderarse. Y en el camino van comiendo cerebros intentando convertirnos en seres como ellos. Intentando convencernos de que sus métodos mafiosos son válidos, sus viles estrategias acciones humanitarias y su “política” de mercachifles, norma. Atacan por todos los flancos y tienen recursos para ello. Se los dimos en las urnas. Y el gobierno —esa entelequia hipócrita, más aterrorizada por el mercado que por el apocalipsis ad portas— se encarga de abrirles las puertas necesarias. Los zombies, ya se sabe, no son inteligentes. Se propagan por contagio como una masa destructora y balbuceante. Por eso solo hay algo más peligroso que los zombies, la mente criminal que orquesta sus movimientos desde la seguridad de su guarida. El Congreso fujimontesinista destruye cualquier iniciativa más o menos coherente, el gobierno empieza a quejarse de que ese mismo Congreso “obstaculiza” sus funciones. El caos está sembrado. Y alguien en la sombra se frota las manos. ❧