La Pelona de Keiko no ha cambiado, solo se ha arrancado la máscara de candidata seriecita y democrática para mostrar su verdadero rostro arbitrario y despótico, prometiendo mano dura con la misma gestualidad aterradora de su viejo. Le he visto la piel de lagarto como a la Diana de la serie V. La nueva Keiko del debate es también la del embuste y la trola, parte del mismo pack burdamente electorero. A diferencia de PPK, más perdido que cuy en feria, Fujimori demostró que sabe por dónde robar los votos que hay en juego. Ahora busca el voto nacionalista, con el tema del gas; o el ecologista, con la prohibición de los transgénicos. Pantomimas de comienzo a fin. Sus compromisos, como la firma para que no se repita un 5 de abril o que no liberará al reo contumaz son papel mojado. ¿Cómo pedirle a la gente de este país que es el reino de la desigualdad, el pueblo por el que la Democracia ha hecho poco o nada, que la defiendan de su peor amenaza? Pintarse, por supuesto, como la candidata de los pobres, ha sido el juego más obvio de Keiko contra el gringuito que un día la avaló. ¿Vamos a creerle esta falacia a la primera dama del que fue el gobierno más neoliberal y privatizador de nuestra historia, que apretó a los más pobres, el mismo que convirtió al Estado en una organización mafiosa para que se enriquecieran unos cuantos, los de siempre, y que al día de hoy hace gala de mantener sus vínculos con el dinero sucio del narcotráfico? Keiko sabe lo que “funciona” en el Perú que desprecia. ❧