Los escuadrones de la muerte y la urgente reforma policial.,Este diario ha documentado un hecho muy grave: la investigación que realiza la 35a Fiscalía Provincial de Lima a 96 miembros de la Policía Nacional –16 oficiales y 80 suboficiales– por haber presuntamente asesinado a 27 delincuentes durante operaciones policiales registradas en Lima, Ica y Chiclayo, entre 2011 y 2015. Según los datos publicados por La República, los investigados son efectivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional (DIRIN), de la División de Investigación de Robos, de la Sub Unidad de Acciones Tácticas (SUAT) y de la Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE). El procedimiento era al mismo tiempo temerario y truculento. Los informantes engañaban a los presuntos delincuentes haciéndolos creer que participarían en secuestros, asaltos o robos millonarios; en el punto del “golpe” eran sorprendidos y asesinados. Luego se informaba que habían caído por oponer resistencia y varios de los policías asesinos terminaban ascendidos por acciones distinguidas. Las operaciones eran financiadas con fondos de la Dirección General de Inteligencia del Ministerio del Interior (DIGIMIN) y de la Dirección de Inteligencia de la PNP (DIRIN) contando con armas de guerra. El caso podría pertenecer a una trama surrealista y aun así es difícil explicarse un modus operandi tan desafiante a la ley desde la misma ley, a no ser que consideremos la profunda crisis por la que atraviesa la institución policial en una dimensión hasta ahora no percibida. En el extremo delincuencial los escuadrones de la muerte ahora bajo investigación fingieron un secuestro manoseando la sensibilidad y el temor de los ciudadanos ante este delito execrable. La primera reacción que sigue al estupor debe ser el respaldo a la Inspectoría General del Ministerio del Interior, dirigida por Susana Silva Hasembank, una profesional cuyo empeño le debe significar en estos momentos un grave riesgo. Quienes dirigen esta dependencia del MININTER podrían haberse hecho de la vista gorda, pero han decidido hacerles un gran servicio a la Policía, a los buenos policías y a la lucha contra el delito. Este caso se abre paso precisamente porque desde el sector Interior y con el protagonismo de civiles se lleva a cabo con diligencia un control que en la PNP no se advierte. Este es el segundo gran caso de escuadrones de la muerte bajo investigación y es probable que no sea el último si la cultura policial no es transformada radicalmente, en especial en la relación de los medios con los fines. Esta cultura no es ética sino al contrario una puerta hacia el delito, como lo demuestra también el reciente caso del comisario de Ventanilla (Callao) sorprendido infraganti cobrando cupos por liberar a personas a las que previamente se les había “sembrado” drogas. Los escuadrones de la muerte son un tributo a la llamada mano dura que determinado sector político impulsa poniendo énfasis en los fines y no en los medios. Una vez más se evidencia que lo que se necesita es eficacia, inteligencia, mano firme y justa, que no se podrá lograr si no se reforma a la Policía.