Periodista. Director de la revista Caretas desde el 2007. Estudió Ciencias Políticas en Boston College, publicó su primera nota en 1981 y creó las ediciones de Caretas Norte y Sur. Ha pasado por todas las áreas de la revista., Tras la muerte de su padre, hace poco más de un año, Marco Zileri heredó el timón de esa vieja nave periodística llamada Caretas. Junto a esa responsabilidad, heredó la oficina que el periodista ocupó durante casi 20 años, en el quinto piso del local de la revista. Ahí nos recibe Marco. Ahí donde llegas a sugestionarte al punto que crees sentir la energía del viejo Zileri. Ahí donde cuelga, en una de las paredes, uno de los zapatos del legendario director, zapato que fue tan usado que terminó con un agujero del tamaño de una moneda de dos soles en la suela. Tu abuela, la gran Doris Gibson, fundó Caretas; tu padre, Enrique Zileri, es una leyenda del periodismo. ¿Estabas destinado a ser periodista? Sí, parece que sí. El periodismo, en efecto, ha estado en la familia y, no me atrevería a decir que en la sangre, pero sí desde la cuna. Entre los hermanos Zileri, hay algunos con más vocación periodística que otros. Es decir, no necesariamente porque naciste Zileri vas a ser periodista y no necesariamente porque eres Zileri, eres un buen periodista. Diario La República ¿Y cuál es tu caso? ¿Si me considero un buen periodista...? Yo prefiero que la revista hable por mí. Desde que estoy a cargo, y por supuesto no es un mérito individual, nosotros hemos hecho la investigación de Sánchez Paredes, hemos tenido investigaciones de largo aliento como la de Orellana; hace poco tuvimos la foto de Roy Gates, abogado de Nadine, en la boda de Sánchez Paredes en Roma... Caretas está muy bien en términos de venta, de manera que creo que estoy haciendo un gran trabajo gracias al equipo con el que cuento. Naciste luego de la fundación de Caretas. ¿Cómo viviste los años de la dictadura militar? La revista fue cerrada varias veces, tu padre fue deportado, encarcelado... Una vez, en el 66 o 67, cuando tenía cinco años, le pusieron una bomba al auto de mi padre, frente a la casa, y el capó del motor amaneció en el techo de la casa. Eso sí fue un bombazo noticioso. Al final de la dictadura militar, con Velasco, uno ya era adolescente y ahí jugábamos a policías y periodistas. Nunca fue tan divertido, la verdad. Así lo tomaban mi padre, Doris (Gibson) y mi madre, digamos con gran entereza, con una pizca de sal, con la convicción democrática de que pese a los abusos y amedrentamientos, tú tenías la palabra, tú tenías una pluma e ibas a decir lo que estabas pensando. Al igual que tu padre, te refieres a tu abuela como Doris. Doris siempre fue Doris... Nunca supimos que era una abuela. Desde la infancia era Doris y Doris quedó. Pero algo que quería agregar sobre la pregunta anterior. Tú sabes que Caretas tiene una convicción democrática a prueba de balas. Durante la dictadura militar hubo un desafío particular, las clausuras, los abusos, las deportaciones. Pero a mi juicio, la revista confrontó un desafío aún más peligroso en los 80 y 90, con una línea editorial en defensa de la democracia, de la libertad, de los derechos humanos, con denuncias muy importantes sobre violaciones de derechos humanos de Sendero Luminoso y también de las Fuerzas Armadas. Ese sí me parece que ha sido el período en el cual los periodistas de Caretas demostraron un coraje y un valor infinito, porque ahí no era que te deportaban o te metían preso, ahí te podían matar. De hecho, Hugo Bustíos, que era corresponsal de Caretas, murió. Yo ya en esa época trabajaba en Caretas... ¿En qué momento decidiste que serías periodista? Desde siempre, en realidad. Siempre pensé que iba a ser periodista de pura admiración a la trayectoria [de la revista] y a mi padre. Era muy divertido todo esto. Yo a los 18 años comencé escribiendo sobre “mira cómo talan estos árboles” y después empecé a estudiar en una universidad. En las vacaciones hacía periodismo aquí. Mi primer reportaje fue de rondas campesinas, en Cajamarca, a inicios de los 80. Y mi primer reportaje cuando regresé de Estados Unidos, el 86, fue sobre el río Rímac. Tuvo un buen título, en realidad, que era “Si el río Rímac hablara”. ¿Fue tu padre tu maestro en el periodismo? Sí, claro, yo he aprendido muchísimo. Lo que sé es lo que he aprendido en Caretas y Caretas tiene una particularidad, que es que los dueños son periodistas. Eso no es común en los medios de prensa en el Perú. Entonces, claro, yo he pasado por la fragua de los cierres de la revista años, días y horas. ¿Lo que sabes lo aprendiste en Caretas o de Enrique Zileri? No, lo que sé lo he aprendido en Caretas y Caretas ha aprendido mucho de Enrique. En una de las últimas entrevistas que dio tu padre dijo: "Los editores somos histéricos". Sobre su carácter a la hora de los cierres hay muchas leyendas... Sí, era muy democrático en sus humores... ¿Era igual de severo contigo? Sí, tampoco me salvaba yo, sin duda. Pero era la ansiedad de querer tener un artículo bueno y tener la intuición de que tienes entre manos un buen artículo. Pero sí, mi padre ha sido exigente y yo también soy bastante exigente conmigo mismo. Eres director desde el 2007, pero para muchos lectores y periodistas, hasta el año pasado que falleció, fue tu padre quien estuvo detrás de la revista. ¿Qué es Caretas después de Enrique Zileri? ¿Sigue siendo lo mismo? Yo creo que sí. En gran medida, creo que sí. Tenemos un gran equipo de periodistas bien afiatado, tenemos unas líneas de investigación bien desarrolladas, estamos cumpliendo con el espíritu de la revista: somos una revista informativa, de análisis, de investigación, y seguimos haciendo eso. Es verdad que Enrique Zileri le daba una enorme personalidad a Caretas, pero tampoco resultaba que con Enrique Zileri a bordo y Doris Gibson a bordo, la publicación era un piloto automático. Eran muchas horas de vuelo y eso no ha cambiado. ¿Cómo se siente, entonces, la ausencia de tu padre en Caretas? Bueno, cuando pierdes al mejor periodista que tenías en la redacción, entonces se siente, ¿no? Yo extraño el humor de mi padre, extraño el rigor de mi padre. Era una persona que tenía una lectura política muy madura y, claro, eso hacía en efecto que la revista tuviera un nivel de información de muy alto nivel y al mismo tiempo muy entretenida. Siempre van a existir las comparaciones. ¿Qué tan difícil es ser el sucesor de Enrique Zileri al frente de Caretas? Es verdad, pero por otro lado no soy un príncipe, soy un simple periodista. A ver, soy el hijo de Paquirri y se me han abierto todas las plazas de toros, pero ahora ya estoy suelto en el ruedo y hemos cortado nuestras orejas y hemos cortado nuestros rabos, y... Y has tenido corneadas... He tenido un par de corneadas, sí. En busca de la verdad, a veces patinas, pero han sido errores que hemos sabido corregir en su momento. Este es un trabajo en el que uno aprende mucho, y en este último año se ha aprendido muchísimo, porque cuando estás en el cargo de director eres responsable de todas las áreas y de alguna manera tienes que articularlas. En realidad, mi alma es la de reportero, pero ahora ya es de conjunto y hay que aprender a manejar a la gente. Durante muchos años, Caretas fue vista como una escuela de periodistas. Hay quienes creen que en los últimos años, esta escuela se ha comenzado a desmoronar. Bueno, siempre han dicho que Caretas se va a desmoronar. Caretas tiene siete vidas. Eso es subestimar lo que significa la herencia que dejó Enrique y la que dejó Doris. Si yo tuviera que hacer la revista solo, no sale. A Enrique le han sobrevivido Carlos Cabanillas, Enrique Chávez, Óscar Medrano, Víctor Ch. Vargas, Carlos Saavedra. Esa es mi columna vertebral y es gente formada. En efecto, Caretas ha sido una gran escuela de periodismo. Esta semana murió uno de sus grandes maestros, Augusto Elmore, a quien rindo homenaje. Elmore editaría los primeros artículos de varios periodistas hoy consagrados. Habló tu padre sobre su cercanía con el poder y siempre fue evidente su simpatía por el Apra, concretamente por Alan García, de quien decía que "era un hombre fascinante". ¿Piensas lo mismo? Mi padre conoció a García mucho más que yo. Mi padre conversó mucho con García, yo no he conversado con él. Yo creo que García es un Pavarotti con hambre de historia, un político de fuste a la cabeza de un partido histórico y democrático. Eso le reconozco a García y al Apra. Pero eso no es lo único que es el Apra. ¿Eso lo hace merecedor de un tercer gobierno? Chola, soy periodista... Pero eres ciudadano también. La fiesta electoral recién empieza. Hay que tener un voto informado. He escuchado a García con mucha atención en el coliseo Chamochumbi. Interesante. Estoy escuchando a todos los otros candidatos, algunos muy interesantes también. Vamos a ver. ¿Crees que en esta elección tendremos que volver a votar por "el mal menor" o hay candidatos que pueden entusiasmar? A Keiko Fujimori todavía no la he escuchado y no porque haya estado distraído, sino porque todavía no plantea nada. Tengo la sensación de que votar por ella, tal como veo las cosas, es como votar mirando al espejo retrovisor, y yo creo que hay otros candidatos que nos proyectan al futuro de mejor manera. Uno de los desafíos que tiene Keiko es qué va a hacer con los viejos fujimoristas, pero la plataforma política de Keiko y del fujimorismo fueron los logros alcanzados en los 90. El problema es el deslinde con los pasivos de ese régimen, que no lo ha hecho de manera suficientemente explícita. Finalmente, en el entorno actual de Keiko hay elementos de la vieja guardia, claramente conservadores y algunos vinculados con Montesinos en su momento. Mario Vargas Llosa ha criticado a Alan García y Keiko Fujimori y le ha dado su "bendición" a PPK. ¿Tiene aún nuestro escritor capacidad de generar una corriente a favor de alguno de los candidatos? Yo creo que ahorita Mario Vargas Llosa tiene la mente en otra cosa. Creo que está más interesado en la vida que en la política. No sé. Vargas Llosa tiene una cualidad importantísima: así como tiene frases muy enfáticas, al mismo tiempo es un hombre que reconoce y, al final de cuentas, tiene en su estructura la importancia de la gobernabilidad democrática. De tal manera que así como en el pasado dijo que íbamos a votar entre “el sida y el cáncer”, una vez que los peruanos se expresaron a través de las urnas, Vargas Llosa reconoció este resultado. Los resultados del próximo año son un hito en la historia del Perú, porque se trata de la primera vez que se va a dar una cuarta transferencia de poder sucesiva en democracia. Eso nunca ha pasado en 196 años de República. Algunos analistas piensan que será una campaña sangrienta, intensa... No, sangrientas eran las de la década de 1980. Sucia es y será de hecho. Habrá tanto lodo como con el Fenómeno El Niño. Igual, es un enorme privilegio que los peruanos podamos llegar a las urnas, es verdad, con un enorme nivel de excitación y efervescencia. La prensa tiene la enorme responsabilidad de informar al público. Pero ese papel es distorsionado por la concentración de medios que será un factor electoral a tomar en cuenta. Decía sangrienta en sentido figurado. Los candidatos tienen denuncias que lindan con lo delictivo. Sí, pero creo que el electorado está buscando otra cosa, porque ya sabemos todas las denuncias que se están presentando y, sin embargo, los candidatos están ahí. ¿Qué busca el electorado? Un candidato que conduzca a la nación en democracia, en libertad y con éxito económico. Se ha logrado mucho en los últimos 25 años, la economía está sufriendo un bajón porque hay una situación delicada a nivel mundial. Nos ha pasado antes. Es decir, tener períodos de bonanza económica y cuando terminan descubrir que no has sido lo suficientemente eficiente en la redistribución de la riqueza. Es un enorme desafío el que tendrá el próximo gobierno y van a ser necesarios muchos consensos políticos.