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Sociedad

Médico Rosa López: “Tengo miedo por mí, por mi familia y mis compañeros”

Batallando. Médicos intensivistas de los hospitales Guillermo Almenara y Dos de Mayo relatan las difíciles condiciones en las que deben hacerle frente a esta feroz enfermedad.

La médico Rosa López Martínez está en cuarentena desde el martes último. Ese día por la mañana comenzó a sentir algunos de los síntomas del COVID-19 –dolor de garganta, tos seca y malestar– así que una vez que terminó su turno, decidió quedarse en casa. Cuando conversamos por última vez, el miércoles, estaba a la espera de que le fueran a hacer su muestra de hisopado. Temía el diagnóstico. No solo por lo que significaría para su salud y la de su familia. Sino por el golpe que constituiría para su espacio de trabajo: la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Guillermo Almenara.

López es médico intensivista, una de los 550 que hay operativos actualmente en el país, según el censo realizado hace unas semanas por la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva.

Desde ese aislamiento inevitable, esta profesional, con más de 27 años de servicio, comparte un emocionado testimonio sobre las difíciles condiciones en las que ella y su equipo le están haciendo frente a esta enfermedad.

“Está empezando el pico y está empezando a desbordar las capacidades– dice. –En el (Hospital) Almenara estamos tratando de optimizar el espacio para dar seguridad y vamos a tener que priorizar la urgencia sobre la necesidad. Porque nuestros compañeros de Emergencias están pasándola muy mal con los pacientes allí”.

El miércoles, según López, 10 camas de Emergencias de ese nosocomio estaban ocupadas por pacientes con coronavirus con respirador artificial que aguardaban ser trasladados a la UCI. En la UCI Covid había solo ocho camas, cinco ocupadas, por lo que se programó abrir, ese día por la tarde, 10 camas más. Hasta el cierre de edición, esto aún no podía concretarse: faltaban enfermeras, compañeras indispensables en la lucha contra la muerte.

“Ellos (los médicos de Emergencias) están intubando y dando soporte a los pacientes graves, pero ya no se dan abasto y nosotros tenemos que darles la mano, recibir a los pacientes y continuar luchando por sus vidas. Es una posta que nos toca recibir”, dice.

En el hospital hay actualmente 27 intensivistas operativos. López teme que no sean suficientes para atender adecuadamente a todos los contagiados que llegarán.

“En condiciones normales un intensivista se ocupa de un máximo de seis pacientes con distrés respiratorio o con falla multiorgánica severa, como los que estamos viendo. Y una enfermera se ocupa de uno, máximo dos. Pero en este momento se debe disponer que una enfermera maneje hasta tres y que un solo médico maneje hasta 10 o 12 pacientes. Y esto se va a venir en más”.

El riesgo, en estas circunstancias, es muy grande. El trabajo en las unidades de cuidados intensivos requiere, de por sí, la justa mezcla de precisión y prontitud para monitorear signos vitales, manejar el ingreso de líquidos, controlar los respiradores, verificar si los medicamentos hacen interacción, incluso mover al enfermo boca abajo si le está costando demasiado respirar. Los intensivistas son los que arrancan a los pacientes de las garras de la muerte.

Hoy, con el virus presentando nuevos retos clínicos a los profesionales de la salud, esa batalla se hace más difícil.

“Lo que necesitamos son colegas médicos de especialidades afines que nos ayuden en lo que se requiera. Atender al paciente no solamente es examinarlo, es hacerle procedimientos, es escribir la historia, es gestionar la medicación, gestionar las interconsultas, informar a la familia. Todo eso se nos está quedando corto con la carga de trabajo que se nos avecina”.

Por ahora, la especialista espera que los resultados de sus pruebas salgan negativos, por su salud y la de sus familiares y colegas. Lo que ha visto, hasta el momento, la asusta. La cantidad de personas que no obedecen las medidas de aislamiento. La rapidez con la que el virus se propaga. La ferocidad con la que ataca.

“Tengo miedo. Tengo miedo por mí. Tengo miedo por mis compañeros. Tengo miedo de haber traído la infección a mi familia. Tengo miedo por mi familia que está en regiones. En provincias hay menos especialistas y si se produce algo parecido van a colapsar. Yo necesito estar sana porque necesito volver a trabajar. Se necesita gente. Se necesitan manos”.

“La vida en el hospital ha cambiado”

Jesús Valverde es el presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva. Trabaja en el Hospital Dos de Mayo, uno de los cinco elegidos como ‘Hospitales Covid’ por el Minsa.

La vida en el hospital ha cambiado. Ha habido mucho temor, por todo lo que se reporta afuera sobre la potencialidad del contagio. Ahora ya hay un poco más de confianza–, dice.

Explica que hay 25 intensivistas y que se ha designado a un grupo de cinco para que trabajen directamente con los pacientes con coronavirus. Por ahora tienen seis camas, pero están preparados para recibir hasta 24 contagiados. Y hay 28 ventiladores mecánicos disponibles para una primera etapa.

Es una enfermedad que recién estamos conociendo. En esta batalla somos la primera línea de la primera línea. Estamos al lado del paciente y no podemos cometer errores ni tener dudas. Nosotros conocemos de cerca a la muerte. Por eso no hay que soslayar ni minimizar esta enfermedad.

Reportero. Comunicador social por la UNMSM. Especializado en conservación, cambio climático y desarrollo sostenible. Antes en IDL Reporteros y Perú.21. Premio Periodismo Sustentable 2016. Premio Especial Cáritas del Perú. Finalista del Premio Latinoamericano de Periodismo de Investigación 2011.