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Sociedad

¿Otro abusador en el Sodalicio?

“Por salvar el dinero y las propiedades, la iglesia católica le echó un salvavidas a los pedófilos...”.

SALINAS
SALINAS

Estaba cantado. Una vez más, gracias al trabajo investigativo de la prensa, en este caso me refiero a la labor de los periodistas de El Observador de Costa Rica, nos enteramos de que se está investigando al sacerdote sodálite Emilio Garreaud Indacochea por presuntos abusos perpetrados en dicho país, donde el Sodalicio de Vida Cristiana tiene una importante presencia.

Quienes seguimos de cerca el Caso Sodalicio, que somos poco más de un puñado de personas interesadas en que los abusos al interior de organizaciones de características sectarias salgan a la luz, advertimos en más de una oportunidad que los escándalos de depredadores sexuales iban a seguir apareciendo más temprano que tarde, pues el Vaticano no hizo lo que debía con esta institución fundada para instalar una cultura de abuso de poder, la que se entronizó por cuatro décadas.

Eso no se cambia con protocolos, ni contratando consultores externos para que elaboren informes convenientes y sesgados, ni anunciando ajustes en la “espiritualidad”, ni cambiando constituciones, ni reemplazando a personas en el Consejo Superior. Miren, si no, lo que sigue ocurriendo con los legionarios de Cristo. Por salvar el dinero y las propiedades, la iglesia católica le echó un salvavidas a los pedófilos que lograron mantenerse dentro de la asociación de Maciel.

Y ahora está pasando lo mismo con el Sodalicio. Por no disolverlo, como debieron hacer las autoridades vaticanas. Ojo, el caso de Emilio Garreaud no es el primero, y hay que añadir que tampoco fue identificado por la comisión de asesores extranjeros, quienes, todo hay que decirlo, restringieron prácticamente sus indagaciones en Lima. El año pasado, se conoció en Ecuador el caso del sacerdote Luis Fernando Intriago, adscrito al Sodalicio, y responsable de abrirle la trocha a la cofradía de Figari en Guayaquil.

Dato final. Emilio Garreaud es otro conspicuo miembro de la denominada “generación fundacional”. Curioso, ¿no? El fundador, Figari, pederasta. Doig, el beato, el número dos, pederasta. Virgilio Levaggi, el número tres en los ochenta, sería otro predador. Garreaud no era el número cuatro ni el cinco, quizás, pero sí el sexto o séptimo de esa camarilla en torno a la cual se levantan demasiadas interrogantes sobre el verdadero rol que jugaron en la hechura de un aparato totalitario de fachada religiosa.

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.