El escritor limeño Leonardo Aguirre publicó su novela Interruptus, una propuesta diferente con altas dosis de jerga. No es broma, el argot que usa, de distintas épocas, es excesivo. En esta entrevista una aproximación a su libro y a sus preferencias literarias. ,Leonardo Aguirre es problemático. Hace tres años compiló en papel las miserias y trapacerías de varios escritores peruanos en su libro Asociación Ilícita (Animal de Invierno). Su publicación sacó ronchas a vivos y muertos, no hubo distinción. Ahora a los que pone en aprietos son a los lectores con su nueva creación: Interruptus (Planeta). El libro es una novela atiborrada de jergas de todo calibre, desde las más malcriadas hasta las más suaves. Una propuesta literaria nunca antes escrita. ¿Interruptus es tu obra más arriesgada? Todas han sido riesgosas. Incluso Asociación Ilícita. La gente se queja de los pies de página. Tiene 2000 y pico. Además, los pies de página proponen un juego cortazariano, cada pie te lleva a otro y a otro, y luego regresa. Te propone unos nuevos itinerarios de lectura, por lo que también contenía cierto riesgo formal del que se han quejado. Interruptus es riesgoso como todos los libros que hago, pero, en este caso, hay varias cosas que estuve probando antes. Aquí exageré, aquí llegué a niveles contraproducentes, porque se distancian un poco de cierto lector común. PUEDES LEER: Jorge Luis Borges: ¿De qué se reirán esos idiotas? ¿Por qué hiciste un libro de jerga? Porque el libro habla mucho de Lima, habla de las mujeres importantes en la vida del protagonista y también habla de sus rincones importantes, donde tuvo alguna historia, algún evento, aventura o episodio memorable. En el libro, es tan importante Lima como el prontuario mujeril del protagonista. Entonces, me parecía que debía hablar en limeño, sea lo que sea que signifique. El libro tiene bastante calle y es sucio. Es un libro imperfecto que se propone como tal y requería el uso de este lenguaje peculiar. Probablemente, hay un exceso de jerga y es, además, una mezcla peculiar, porque el protagonista habla con jergas de distintas épocas y de distintas clases sociales. Es en ese sentido, un artificio porque no existe limeño que se comunique así. Pero este protagonista tenía que hablar así. ¿No sientes temor de que el lector deje de lado la historia para tratar de codificar la jerga? Hay lectores que van a distraerse un poco con eso, que se van a interrumpir para volver al título Interruptus. Pero eso era exactamente lo que quería hacer; digamos que yo opero por caprichos, no me importa mucho que haya lectores que me sigan o no. Tengo objetivos artísticos y se acabó. Yo quería llenar el libro de jerga, quería usar la mayor cantidad posible. Hacer el libro que utiliza más jerga en la literatura peruana. Otro capricho es usar métrica. El libro se lee cantando, ese es el objetivo. Eso puede entorpecer un poco la lectura. Yo lo siento mucho (risas), pero tengo que cumplir con mis propios caprichos. Esa es la verdad, no pienso mucho en el lector. Finalmente, van a haber lectores que agarren la onda, que cojan el truco y lo disfrute igual. No importa si son diez o veinte. ¿Cómo está inmersa la jerga en la literatura peruana? Hay ejemplos conocidos. Están Oswaldo Reynoso, Beto Ortiz y (Jaime) Bayly a veces. Pero no abundan ejemplos. Ninguno de tal profusión como en Interruptus. En general, la literatura peruana es un poquito acartonada, solemne; el libro también tiene mucho humor, es huachafo, diría yo. Hay ciertas ideas preconcebidas de lo que es escribir bien. Todos son prejuicios absurdos. Me parece que los escritores peruanos, en general, se visten de terno y no quieren usar jerga, les parece que no es muy literario. ¿Qué jerga te gustó más usar en Interruptus? Hay un montón, te podría hablar de las más asquerosas. Por ejemplo, hay una en particular que es “botacaca”, para referirse al trasero (risas). No la uso en la vida diaria porque es asquerosa. Usé “botafogo” como sinónimo de encendedor, pero me enteré que hay gente que le dice al trasero “botafogo”, que es tan asqueroso como la que te dije. Hay un montón que me vacilan. No podría quedarme con alguna en específico. Hay una muy bonita que usada Nicomedes Santa Cruz: al cigarrillo, le decía “fumanticio”, exactamente “cárcamo fumanticio”. Esa es jerga de negros en la época colonial, para que veas la mezcla de tiempos en la jerga. Como cigarrillo aparece tanto en Interruptus, tuve que usar jergas como “fallo”, "pucho", “puchungo”, “marrón”, pero necesitaba más. Así es que investigando encontré “cárcamo fumanticio”. Nicomedes, a los ojos, también les dice crisoles. “Alto combo” era el cielo y el “bajo combo” la tierra. Aguirre, por algunos años, ejerció la crítica literaria. “Trae muchos problemas”, suelta. Una vez le costó un severo puñetazo. El escritor Sergio Galarza, que hace días se encontraba en el ojo de la tormenta por una nota que publicó El País sobre el delantero Paolo Guerrero, intentó molerlo a golpes en 2005. Lo detuvieron y solo pudo lanzar un golpe y algunos puntapiés para vengarse del calificativo ácido que soltó Aguirre de su novela 'La soledad de los aviones': mediocre. ¿Te consideras un provocador? Considero que la buena literatura es siempre provocadora. La mejor literatura siempre jode y fastidia, siempre te pone en problemas, tanto al autor como al lector; ya que hemos venido al mundo a joder. Como artistas, hemos venido al mundo a joder, a cuestionar. La literatura cuestiona, nunca es un canto al sistema, siempre es una rebeldía contra el sistema. La mejor literatura, quiero decir, porque hay muchos libros que elogian el establishment. ¿Cómo comenzó el proyecto de hacer Asociación Ilícita? Comenzó con una charla sobre literatura peruana que tuve que dar a unos gringos americanos que querían un panorama rápido sobre literatura peruana. Me pareció que iba a ser un poquito inútil hablar de corrientes y de géneros, y preferí más bien concentrarme en historias jugosas, graciosas, interesantes, que yo me sabía de Valdelomar, de Martín Andan, etcétera. Articulé la charla sobre literatura peruana con base en esas anécdotas y fue por supuesto un éxito, y todos los gringos salieron con ganas de comprar los libros de esos escritores que eran personajes en sí mismos muy interesantes. ¿Qué revelación te trajo más problemas? Es curioso, para ser honestos, no hay nada realmente nuevo, todo alguna vez se dijo. Es un collage de citas. Todo ya se publicó antes y es gracioso que toda la gente se haya terminado picando por cosas que ya han salido antes. Creo que ha sido el efecto de juntar todo y, además, documentarlo, lo que ha provocado problemas. Recuerdo a Víctor Coral (escritor), por ejemplo, que es un personaje del libro que antes de que saliera amenazó con denunciarme. Una anécdota muy chistosa, que todos sabíamos en Lima, es que se supone que lo botaron de su trabajo. Lo ampayaron en el baño escribiendo obscenidades en contra de una diseñadora del periódico. Eso es lo que dicen varias fuentes, quizás es mentira. Lo que se dice de (Manuel) Scorza es lo que todo el mundo sabe, que no pagaba a sus autores ni derechos ni regalías. Se daba la gran vida en Europa, mientras todos los escritores peruanos se morían de hambre […] El propósito del libro no era contar la verdad, sino articular sobre lo que se dice de cada quien. Das a entender que no te gusta mucho el mundillo literario… Hay cositas en el mundillo literario limeño que, por supuesto, son muy criticables, hay argollitas. En la crítica, por ejemplo, es muy difícil encontrar un honesto que opine lo que piense, más bien escriben lo que deben pensar o lo que les conviene pensar. La mayoría de críticos, por lo menos limeños, es interesada siempre, no dan puntada sin hilo, es difícil encontrar opiniones honestas, siempre tras bambalinas se tejen muchas cosas. La mayoría de gente que lee el periódico no sabe y cree que el crítico está dando su opinión cristalina, pura y honesta sobre un libro, pero, en realidad, está simplemente diciendo lo que le conviene decir, lo que debe decir o lo que le ordenaron decir.