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Política

¿Adiós a las reformas?

¿Adiós a las reformas?
¿Adiós a las reformas?

Si nos atenemos a las últimas declaraciones del probable presidente del Congreso, Manuel Merino, de las filas de Acción Popular, y junto con las mismas, las de muchos futuros parlamentarios, la reforma política, piedra angular de este gobierno, corre serio peligro.

Acción Popular ha sido la sorpresa de la jornada, pero, hay que recordarlo, el partido de Paseo Colón es parte esencial del viejo orden en materia partidaria. Salvo el feliz episodio político del mandato de Valentín Paniagua, la gestión del poder desde las orillas acciopopulistas siempre se ha caracterizado por un conservadurismo rancio y anacrónico, fanático del statu quo y reticente de cualquier reforma. Ese fue el signo de las dos gestiones presidenciales de Fernando Belaunde y lamentablemente AP parece dispuesta a la reedición.

Sería muy grave para el país que las reformas política y judicial se vean frustradas por la medianía del nuevo Congreso. Pasar de un Parlamento necio a otro indiferente no sumaría nada en la historia política del país y podría conducirnos a abismos imprevistos.

El país atraviesa un momento político crucial. La transición democrática estrenada el 2000 sufre una severa crisis de agotamiento. El país ya no acompaña ese proceso inaugurado luego del decenio fujimorista. Su deterioro en verdad fue precoz. Ya el 2011, apenas una década después de haber comenzado la transición, la mitad del país optaba por Keiko Fujimori, quien proponía el regreso a los 90, y la otra mitad lo hacía por Ollanta Humala, quien ofrecía el reverdecer de los 70, con el velascato en ristre.

Kuczynski hubiera sido el sepulturero de la transición. Felizmente dejó el poder abruptamente. Lo suyo hubiesen sido cinco años de agonía y sufrimiento político inútil. Vizcarra, su sucesor, al decidir enfrentarse a la caverna aprofujimorista y derrotarla, le ha dado un balón de oxígeno a la transición, pero que solo tiene sentido si se retoma al menos una de las grandes tareas históricas que correspondía desplegar a la transición, como es la construcción de una institucionalidad democrática moderna y eficaz.

Las reformas política y judicial se han llevado a cabo a medias. Falta aprobar la mayoría de propuestas legislativas concomitantes para poder decir que se ha construido un nuevo orden institucional. Se esperaba, en consecuencia, que un Congreso nacido sobre los escombros del Parlamento reaccionario precedente entendiera la necesidad histórica de ponerle empeño a esa tarea.

El triunfo político de Vizcarra ha servido para aquietar los espíritus disruptivos que en el Perú anidan estructuralmente. Si hoy asusta la votación de UPP o del Frepap, cabe imaginar qué hubiera ocurrido si la crisis surgida de la estéril confrontación Ejecutivo-Legislativo no era zanjada y nos regodeábamos en el hartazgo.

En esa perspectiva, si el Congreso electo no se pone a la altura de las circunstancias y en ello lo acompaña la increíble medianía política del Vizcarra post 30S, el panorama electoral del 2021 se empezaría a ensombrecer. La propia clase política estaría sembrando el camino para volar pronto por los aires.

La del estribo: muy bien que la Alianza Francesa sea protagonista de la estupenda jornada teatral Temporada Alta; por supuesto, sobra decir que la AF es parte de la agenda habitual de la programación anual de teatro. Una sola observación, en tono de cordial reclamo: ¿no podría invertir un poco y ponerle aire acondicionado a sus salas y no exponer en verano a su público a sensaciones térmicas de cuarenta grados? S’il vous plait.

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