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Política

La traviata de Petrozzi

“Dos de los mejores titulares partieron debido a sendos cambios de gobierno. Luego de tres nombramientos razonables, Martín Vizcarra recaló en una persona sin dedos de organista”

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Es posible que el ministro de Cultura sea reemplazado, más temprano que tarde. Francesco Petrozzi fue nombrado a pesar de su paso por la bancada fujimorista (2016-2018), y luego cambió al presidente del IRTP por considerarlo demasiado blando con el fujimorismo, lo cual es paradójico. O quizás no tanto: quizás el ministro tenía que darle voz a sus nuevas convicciones.

Aparte de los serios asuntos de la libertad de expresión y del periodismo ecuánime, lo sucedido con Petrozzi vuelve a sacar a la luz la fragilidad del cargo, con ocho ministros de Cultura desde el 2016, y pronto quizás nueve. Esta alta rotatividad no es la excepción, pero en este pliego multifacético se deja sentir mucho más por la naturaleza del encargo.

¿Cuál es el origen de este juego de sillas musicales? De alguna manera desde un inicio los presidentes no han dado con el perfil adecuado para un ministro de Cultura. Desde que se fundó el ministerio en el 2010 se ha considerado que correspondía nombrar a figuras de la propia cultura. Sin embargo los cuatro abogados que pasaron por allí promedialmente funcionaron mejor.

La sobredosis de académicos e intérpretes musicales (Petrozzi es el segundo) es síntoma de una cierta percepción de la gestión cultural, parte universidad y parte promoción de artes y letras. Son aspectos importantes, pero no suficientes para los tiempos que corren, donde cultura, turismo, patrimonio, industria y relaciones internacionales están intensamente entrelazados.

Es verdad que nombrar ministros, y todavía más en un ministerio tan nuevo y en un sector tan cambiante, se rige en cierta medida por la suerte de la olla. Dos de los mejores titulares partieron debido a sendos cambios de gobierno. Luego de tres nombramientos razonables, Martín Vizcarra recaló en una persona sin dedos de organista.

No se puede juzgar una gestión que recién comenzó hace dos meses, pero nada de lo que se ha visto es entusiasmante. Es un misterio por qué cambió a la directora de la Biblioteca Nacional. Salvo que haya sido una orden de Palacio (que lo niega) el despido de Hugo Coya también tiene algo de misterioso. Sobre todo cuando Petrozzi afirma no haber recibido ni aplicado presión alguna.

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