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Política

Ingreso al club

El paro nacional colombiano.

EDITORIAL
EDITORIAL

Colombia ha ingresado como una tromba al club de países de la región en los que la movilización ciudadana notifica a sus Gobiernos de su malestar. El paro nacional de esta semana ha sido exitoso y ha iniciado un ciclo que, como en los otros países convulsionados, tiene un pronóstico incierto.

El paro no ha tenido las connotaciones violentas que se registraron en Ecuador y Chile, y que aún se aprecian en Bolivia. La jornada del pasado 20 de noviembre ha sido en general pacífica, alterada por incidentes en las horas finales del día en Bogotá, y desmanes en Cali, donde el alcalde tuvo que decretar el toque de queda. Debe anotarse el esfuerzo de los mismos manifestantes de aislar a los violentos.

En cambio, ha sido una demostración plural y amplia del rechazo al Gobierno, una amplitud que también se refiere a que ha tocado a ciudades alejadas o con poca tradición de movilizaciones. A la masiva presencia de ciudadanos en las calles se agregó un sonoro cacerolazo en varias ciudades.

La movilización colombiana expresa una agregación de demandas de estudiantes, sindicatos, pensionistas, minorías étnicas, grupos de mujeres, comunidad LGTBI, guerrilleros desmovilizados y comunidades rurales, en un contexto en el que para responder a los señalamientos del Gobierno sobre su carácter supuestamente sedicioso recurrieron a diversas expresiones artísticas, música y bailes.

La agregación es al mismo tiempo el reflejo de la amplitud de las demandas. Los colombianos protestan contra las medidas económicas anunciadas por el Gobierno del presidente Iván Duque, entre las cuales estaría la supresión del fondo estatal de pensiones, el aumento de la edad de jubilación y la rebaja del salario juvenil. Otros componentes son las políticas educativas del Gobierno, especialmente el cumplimiento de las promesas de financiamiento; los asesinatos selectivos de líderes indígenas y sociales y exguerrilleros, cuya cifra supera los 400; y la ejecución de los acuerdos de paz del año 2016 en los que Duque demuestra muy escasa voluntad política.

El Gobierno ha sido aislado como primer efecto del paro, aunque exhibe como un éxito suyo que las manifestaciones no derivaran en una violencia generalizada. No obstante, Duque, desaprobado ya por dos tercios de desaprobación, ha sido tocado de debilidad, y parece no sentirse notificado de ello. Sus mensajes previo al paro y luego de él ponen de manifiesto una escasa capacidad de respuesta respecto a los temas de fondo y localizados en el concepto del orden público. Como sus colegas de la región, tendrá que improvisar.