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Política

Mario Vargas Llosa: “Mis propuestas al pueblo peruano han sido siempre elegir el mal menor, no elegir lo peor”

Entrevista exclusiva con el reconocido escritor peruano, en el marco de la presentación de su nuevo libro “Tiempos recios”, dando a conocer su postura tras el enfrentamiento político entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, que terminó en la disolución del Congreso.

Transcripción: María de los Ángeles Morales

La nueva novela de Mario Vargas Llosa sobre el golpe de Estado contra el presidente Jacobo Árbenz le permite al escritor rememorar un periodo similar cuando se impuso en el Perú el dictador Manuel Odría, y desde ambos episodios históricos evaluar los acontecimientos en el país que derivaron en la disolución del Congreso. Lo que sigue es la entrevista que nos ofreció en la plataforma de RTV del Grupo La República.

La novela regresa y revisita temas que son constantes en el universo Vargas Llosa: la política y, en este caso, la traición. ¿Por qué revisitar la política y la traición nuevamente en Centroamérica y en los años 50?

Me ocurrió una cosa muy curiosa con esta novela. Hace tres años, en la República Dominicana, al terminar una cena que era multitudinaria, se me acercó un muchacho que yo había conocido, que se llama Tony Raful, historiador, periodista. Y me contó algo que yo desconocía por completo: la implicación del generalísimo (Rafael Leónidas) Trujillo, el dictador dominicano, tanto en la caída del Gobierno de Jacobo Árbenz como el asesinato de (Carlos) Castillo Armas, el coronel que lo derrocó con la ayuda de la CIA (Agencia Central de Inteligencia, por sus siglas en inglés). Yo desconocía esta vinculación de Trujillo con Guatemala. Entonces, más por curiosidad que por interés novelístico, comencé a investigar. Y la verdad que quedé fascinado con toda la vinculación de Trujillo, con lo ocurrido en Guatemala. (Era) algo que yo recordaba muy bien, porque era estudiante universitario en San Marcos en el año 54, cuando (se produjo) el golpe de Estado contra Árbenz. Recuerdo mucho que salimos los sanmarquinos a protestar a las calles, por este golpe de Estado que mataba un experimento democrático muy avanzando, que dentro de la legalidad quería hacer reformas profundas en la sociedad guatemalteca.

A nivel de personajes casi todos han tenido una existencia real. ¿Hay más creación que realidad?

La mayor parte de los personajes han existido, pero están en la novela muy transformados. Les he añadido y quitado cosas, de tal manera que son más personajes de novela que personajes históricos. Alguno que otro es inventado, pero la mayor parte de los personajes sí tienen unos modelos en la realidad, aunque aparezcan en la novela muy desfigurados.

Inclusive Marthita...

Marthita es un personaje muy fascinante. Es el personaje que está inspirado en un modelo real, pero al que he procurado borrarle las pistas. Le he cambiado el nombre, he cambiado la familia, he cambiado muchos detalles en su biografía. (...) Creo que más es el mito y la fantasía que la realidad de lo que fue realmente su intervención.

Eso es lo fascinante de la novela. Uno la termina y hay muchos misterios sin resolver...

Es un poco la historia de Guatemala, que es una de las historias más violentas de América Latina. Está llena de supuestos, teorías, que pretenden explicar la realidad, y más bien la confunden. Por ejemplo, ¿quién mató a Castillo Armas? Todavía no se sabe. Lo único que es seguro es que el soldadito que, se supone que dijeron los militares que lo había asesinado, clarísimamente no fue el asesino. Ahora, ¿si había muchas conspiraciones?, sí, pero cuál de ellas resultó exitosa, pues eso no lo sabremos nunca, probablemente no lo sabrán los guatemaltecos tampoco.

Es una novela sobre la traición en la política. Es el traicionado que traiciona y vuelve a traicionar…

Efectivamente, hay muchas traiciones ahí. En ese mundo, que es el mundo del golpismo, de las conspiraciones, no se pueden pedir lealtades, como no se puede pedir lealtades en el mundo de los homicidas, de los delincuentes. Allí las traiciones están a la orden del día siempre. Creo que en el mundo de las conspiraciones y los golpes de Estado, las traiciones ya son ley.

Golpistas y dictadores

¿Por qué regresar siempre a la dictadura? En la novela es una constante, desde Conversación en La Catedral.

Tal vez porque soy peruano, porque soy latinoamericano, porque he padecido muchas dictaduras en la vida, sobre todo la dictadura de (Manuel) Odría, que a mí me marcó muchísimo. Cuando da el golpe Odría el año 48, yo era un chiquillo, y el año 56, cuando él termina, (yo) era un hombre hecho y derecho. Mi generación quedó marcada por una dictadura que acabó con la política, que estableció una censura de prensa muy rigurosa, exilió, mató, mandó a la cárcel a muchísimos disidentes. Creo que eso me marcó tremendamente y ha dejado una huella en mi personalidad que me hace buscar, de alguna manera, en los temas latinoamericanos y no latinoamericanos, el fenómeno de la dictadura.

Es interesante porque aparece la presencia de la CIA en esta novela, que en otras no ha sido tan importante. En las novelas latinoamericanas United Fruit es un personaje por sí mismo, pero aparece por primera vez acá y plantea una dicotomía bien interesante, que es la revolución socialista o la dictadura militar, como si no hubiera nada en el medio. ¿Era así?

Exactamente. El caso de Árbenz fue un modelo que en América Latina se vio con enorme simpatía entre la gente joven de una democracia que había tenido elecciones limpias, en la que un presidente bien elegido ponía en práctica el programa para el que había sido mandado. Entonces, el hecho de que la CIA interrumpiera este proceso democrático y que de una manera brutal acabara con el Gobierno de Árbenz, pues yo creo que creó una gran decepción, un gran desencanto, precisamente con los procedimientos legales, democráticos, liberales, para sacar a América Latina del subdesarrollo. Yo creo que eso hace que se embarquen muchísimos jóvenes latinoamericanos en la locura de la revolución armada, según el modelo cubano, irse a la montaña con el fusil. Parecía que eso era lo que iba a resolver los problemas de América Latina. No solo no lo resolvió, sino que probablemente atrasó medio siglo la democratización de América Latina y dejó prácticamente a todos los países de América Latina sembrados de muertos, víctimas, de esta locura revolucionaria.

Esto es una coincidencia. En estas últimas dos semanas en el Perú, de nuevo la acusación de ser comunista ha vuelto a resucitar. La señora Rosa Bartra ha dicho que Vizcarra es un dictador comunista.

(Risas) Eso es un disparate que no tiene pies ni cabeza. No solo porque Vizcarra claramente no es comunista, sino porque la señora Bartra parece no haberse enterado que el comunismo ha desaparecido en el mundo. Ya no hay comunistas en el mundo, a no ser que crea ella todavía que Corea del Norte, Cuba y Venezuela son modelos que pueden inspirar para dar una lucha contra el subdesarrollo. La verdad es que el comunismo está muerto y enterrado, lo que queda son esas reminiscencias totalmente fracasadas, frustradas, como son Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Nicaragua. Nadie puede creer que sean un modelo para salir del subdesarrollo. Clarísimamente, sobre todo en América Latina, lo que hay es la democracia o una dictadura posible. Las dictaduras afortunadamente han ido desapareciendo, yo creo que los regímenes dictatoriales que son Cuba, Venezuela, Nicaragua van a ir desapareciendo también. Y América Latina, algunos con resignación y otros con entusiasmo, van a aceptar que el modelo para el desarrollo es la democracia, simplemente.

El cuco comunista

La responsabilidad de todo esto es muy grande en el libro. ¿Qué pensarán los lectores de Vargas Llosa en los EEUU? Saben las cosas que hacía la CIA, pero la pésima lectura de la CIA…

Es muy interesante. Yo me he documentado mucho para escribir esta novela. Y los mejores ensayos, los trabajos más serios, más profundos, que se han hecho sobre la Guatemala de esta época son de norteamericanos, no son de guatemaltecos. Son de profesores, historiadores, sociólogos norteamericanos, que han utilizado muchísima documentación, que afortunadamente hoy día ya es pública en Estados Unidos, sobre la manera cómo se operó para crear el fantasma, totalmente inexistente, de una Guatemala impregnada de sovietismo, que había convertido la Unión Soviética en un satélite, porque quería apoderarse del canal de Panamá. Eso es un disparate que, hoy en día, nadie que tenga un mínimo de conocimiento lo acepta. Sin embargo, en esa época, un publicista genial, que trabajaba para United Fruit, consiguió que la prensa liberal, además la prensa más prestigiosa norteamericana, se comprara esta fantasía y la divulgara hasta el extremo que la administración (del presidente) Eisenhower la tomó en serio y organizó una operación para acabar con Árbenz.

No usa la frase, en ninguna parte del libro, “república bananera”, pero hay una alusión a los plátanos y a la importancia que estos tenían en la dieta norteamericana y a la United Fruit. Es un término que no lo ha usado a propósito. ¿Por qué?

Las repúblicas bananeras es un término muy despectivo para los países que en realidad eran, por una parte, víctimas de esta operación, y, por otra parte, fueron explotados de manera bastante abusiva, exagerada, por esta organización extraordinaria que fue la United Fruit. Una organización que, dicho sea de paso, cuando el golpe de Castillo Armas (se da) para favorecerla, estaba ya herida de muerte. Muy pocos años después iba a desaparecer suicidándose su presidente (Eli M. Black), quebrando la compañía. La historia de la United Fruit es una historia en sí misma.

Que no está en el libro y a mí me ha obligado a buscar la historia que sigue. La heredera (de United Fruit) es Chiquita, el día de hoy. De lo que fue, pero no de la presencia política...

Una cosa importante es que hay que situar esto dentro de la Guerra Fría. Es un momento muy especial en el que los antiguos aliados de la guerra, es decir, la URSS y Estados Unidos, ahora son enemigos enfrentados al extremo de que se pensaba que podía estallar una tercera Guerra Mundial. Eran los años del macartismo en Estados Unidos. Ese contexto es muy importante para explicar la paranoia que se creó con la idea de que la Unión Soviética podía estar penetrando América Latina, a través de Guatemala.

Yo le diría que esas paranoias son recurrentes en América Latina. Si estuviera en Lima en estos días escucharía, por ejemplo, que hay gente que teme que en el año 2021, se haga del poder una opción de izquierda radical y que acabe con el capítulo económico de la Constitución, que no se respeta la propiedad privada, ni los contratos. ¿Cree que eso es posible?

Yo creo que eso no va a ocurrir. Y desde luego sería una gran tragedia que ocurriera. Pero la verdad es que la izquierda en el Perú está muy disminuida, dividida y que las tesis tradicionales de la izquierda son una idea totalmente caducas, no responden a una realidad contemporánea. La izquierda en el Perú, para poder tener un protagonismo en la vida política, tiene que reformarse, tiene que democratizarse, creo que es absolutamente fundamental. Y optar por renegar del colectivismo, estatismo, de políticas que han sido totalmente fracasadas, que el socialismo democrático en otras partes lo ha reconocido.

Confesión de parte

Usted dijo desde el principio –porque además ha dicho que de dictaduras sabe mucho– que en el Perú no hemos tenido un golpe de Estado. Sin embargo, hay algunos adversarios que dicen que sí lo hubo y que usted siempre se equivoca cuando hace este tipo de recomendaciones

Yo puedo equivocarme, seguramente me voy a seguir equivocando. Pero en política no se puede escoger la perfección absoluta, porque no existe. Eso se puede escoger en literatura, poesía, pintura, música. En política muchas veces hay que elegir el mal menor. Creo que es lo que he hecho pidiéndoles a los peruanos que votaran por Toledo, por ejemplo, cuando el adversario era Fujimori. Había que acabar con la dictadura de Fujimori, y Toledo en esa época parecía una persona limpia. Jamás hubiéramos imaginado que quien dirigió la Marcha de los Cuatro Suyos podía ser un ladrón, parecía muy difícil en ese momento. Luego, digamos, en el primer gobierno de Humala, yo pedí que se votara por Alan García y voté tapándome la nariz, pero voté por Alan García. Pedí a los peruanos que votaran por Alan García porque me parecía el mal menor. La verdad que su segundo gobierno fue bastante bueno, es un gobierno que trataba de borrar todo lo malo que había hecho en su primer gobierno. Luego voté por Humala, efectivamente, él nos prometió no nacionalizar empresas, respetar la libertad de prensa, las elecciones, y la verdad es que eso cumplió. Yo no sé si él llegó a cometer desfalcos, malos manejos, si recibió coimas, espero que en un juicio eso quede perfectamente claro. Después propuse a Kuczynski, desde luego contra Keiko Fujimori, que me parecía que era una prolongación de la dictadura corrompida de su padre. Me equivoqué con Kuczynski, seguramente me equivoqué. No era lo que nosotros esperábamos. Mis propuestas al pueblo peruano han sido siempre elegir el mal menor, no elegir lo peor, sino lo menos malo dentro de las opciones que estaban allí. Y dicho sea de paso, espero que en enero esta elección que habrá para formar el nuevo Congreso, que va a reemplazar al Congreso bien destituido por Vizcarra, los peruanos voten mejor y nos presenten un Parlamento que sea más potable, más presentable, que este espantoso Parlamento que hoy día en buena hora ha sido clausurado.

Hay gente acá que se ha mostrado muy sensible por el hecho de que le ponga el adjetivo de semianalfabetos (a los integrantes del disuelto Congreso). Usted no ha querido burlarse de los analfabetos, ¿cierto?

Hubiera preferido que dijera analfabetos, que es lo que parecían realmente muchos de esos parlamentarios. Llamémoslos no semianalfabetos, sino analfabetos.

¿Odebrecht es nuestra United Fruit?

A Odebrecht yo creo que va a haber que hacerle un monumento, porque ha mostrado de una manera tan fehaciente, tan contundente, la profunda corrupción de la realidad latinoamericana, de la realidad política. Al final, gracias a Odebrecht se están yendo presos empresarios, funcionarios, políticos, hay toda una inmundicia profunda que ha salido a la luz. Realmente creo que a Odebrecht hay que felicitarlo porque ha revelado todos estos hechos y hay que felicitarse de que en el Perú haya los fiscales valientes, decentes, que han sido capaces de asumir con gran coraje y dentro de un sistema que no era precisamente puro. De verdad, la defensa de la legalidad. Yo creo que entre las sumas y las restas, el Perú es uno de los países que ha aprovechado mejor las denuncias de Odebrecht. Realmente se han abierto muchísimos procesos que van a sanear en mucho la política peruana.

Me refería a Odebrecht como la transnacional que ocupó doce países en Latinoamérica, como lo hizo la United en su época, pero que además intervenía gobiernos con coimas y corrupción. ¿Hay cierto paralelo?

Claro. Yo creo que Odebrecht actuaba dentro de la ilegalidad más absoluta, porque era lo que había que hacer. Si uno quería tener éxito, había que actuar dentro de esa ilegalidad. Lo que mostraba Odebrecht era simplemente el mal generalizado, de nuestras democracias, de nuestros sistemas de gobierno, donde los políticos van muchas veces a aprovecharse y enriquecerse, a llenarse los bolsillos. Esa es una realidad, digamos, de la democracia latinoamericana y ha salido a la luz, gracias en gran parte a Odebrecht. Creo que hay que aprovechar la lección, hay que juzgar a quienes merecen ser juzgados, castigarlos si es que realmente se demuestra que son culpables. De todo eso va a salir una democracia purificada, reformada, en América Latina.

Si alguien muy joven, imagínese nietos, le preguntara ¿por qué tengo que leer una novela que se llama Tiempos recios?

Para no repetir la experiencia. Yo creo que eso es América Latina también, aquello que ocurrió con el presidente Árbenz, con el intento democrático de hacer reformas profundas en un país latinoamericano. Eso se frustró de manera brutal e injusta, a través de una intervención armada. Eso no debería volver a ocurrir en la historia de América Latina, para saberlo hay que enterarse de lo que realmente ocurrió. Creo que en lo fundamental mi novela es fiel, aunque muchos detalles sean inventados, fantaseados. En lo fundamental creo que es una descripción bastante objetiva de lo que ocurrió con un experimento democrático que quiso, a partir de la legalidad, reformar profundamente una sociedad latinoamericana y se frustró. Y esa frustración no debería volver a repetirse.

La historia. Un amigo guatemalteco fue quien le inspiró escribir el libro.

La historia. Un amigo guatemalteco fue quien le inspiró escribir el libro.