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Política

30 S

Víctor Caballero Martín (*)

Víctor Caballero Martín
Víctor Caballero Martín

Conocidos los resultados de la confrontación de poderes el 30 de septiembre (30S en adelante), corresponde hacer un análisis frío, desapasionado acerca de este proceso que devino en la disolución del Congreso y la convocatoria a la elección de congresista para el 26 de enero de 2020, que concluirán el periodo legislativo del 2016 – 2021.

1. Pero antes de analizar esta crisis, conviene dejar en claro algunas cuestiones previas:

a) En los conflictos políticos es muy raro que la razón predomine, es muy difícil que las fuerzas en pugna mantengan la sensatez de sus acciones, y que las acciones correspondan en todo momento a la búsqueda de acuerdos y consensos; todo lo contrario. Sobre todo en el caso peruano (aunque esto lo vemos hasta en las sociedades democráticas consolidadas),

b) Lo más común y frecuente, es que lo que predomine es la irracionalidad en la confrontación, que la pausa y el manejo de los acontecimientos se deje de lado para imponer la pasión y el ánimo de liquidar al contrincante, y todo ello porque se concibe a la política como un escenario de guerra. La política, así entendida es la continuación de la guerra, no su culminación, ni menos como el espacio para el diálogo y la negociación.

Ahora vamos a los hechos.

2. Todos los analistas políticos coinciden en señalar que Keiko Fujimori nunca asimiló la derrota de las elecciones del 2016. Ella misma anunció que desde el Congreso (donde ya había logrado una mayoría nominal y que con sus aliados había alcanzado a la mayoría absoluta) iba a aplicar su plan de gobierno. Vale decir: declaró la guerra el Ejecutivo, y para ello su mayoría congresal pasaba a ser el real poder político en el país.

3. El objetivo político quedaba definido así: controlado férreamente el Congreso, pasaban a controlar el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Consejo Nacional de la Magistratura, la Fiscalía de la Nación. Con estos objetivos logrados, consideraban que el camino al triunfo pleno el 2021 ya estaba asegurado, o que en el mejor de los casos, el gobierno de PPK no le quedaba otra que renunciar (o vacarlo) para tener el control del Ejecutivo, maniatado desde el Congreso. Cosa que lograron en marzo de 2018.

4. Se sabe ya la labor obstruccionista al Ejecutivo: censura de ministros, censura del gabinete Castilla, censura de nuevos ministros; obstrucción a las labores de investigación de casos de corrupción, blindaje a congresistas, entre las acciones más destacadas.

Una mala estrategia

5. Definidos los objetivos y aplicada la estrategia por parte de Fuerza Popular y su aliado estratégico (APRA, así lo dijo el mismo Velásquez Quesquén), la confrontación se dio sin tregua y sin pausa. Pero, en la aplicación de la estrategia no llegaron a valorar el cúmulo de resentimientos y enemigos que fueron acumulando; por el contrario, se dejaron llevar por la soberbia, la arrogancia, la sobrevaloración que los llevó, en el minuto final, a su derrota estrepitosa.

6. La soberbia en las acciones y en los comportamientos siempre es una mala consejera. Esa actitud de confrontación permanente, de agresividad constante contra sus enemigos reales y supuestos; ese afán de avasallar con los votos, de acusar sin pruebas trajo consecuencias: el antifujimorismo se potenció, los agraviados se fueron sumando; la opinión pública ya les era adversa, al punto que cuando cayeron la explosión de júbilo fue espontánea y extendida.

7. La sobrevaloración de fuerzas. Este considero ha sido el principal error de su estrategia. Pensaron que controlando el Congreso era suficiente para derrotar a PPK primero y a Vizcarra después. No comprendieron que en un choque entre el Ejecutivo y el Legislativo, el primero tiene más elementos y mecanismos para resolver en su favor ese conflicto. No llegaron a entender que el mecanismo de la disolución del Congreso estaba en manos del Ejecutivo, porque así lo contempla la Constitución; peor aún: creyeron que el Gobierno de Vizcarra no la iba a usar, por temor o por que no era capaz.

Ciertamente habían logrado consolidar y liderar un bloque amplio de grupos parlamentarios contrarios al presidente Vizcarra; se habían recuperado de la división del grupo parlamentario de Kenyi, es más, habían logrado dividir y ganar la bancada de PPK, ganar a la bancada de APP, a los disidentes de otras fuerzas, y alcanzado la hegemonía absoluta, al punto que cedieron la presidencia del Congreso pero teniendo todo el bloque anti Vizcarra bajo su hegemonía y control.

8. Mala evaluación de escenarios. ¿Cómo explicar la conducta suicida del Congreso? Si ya habían logrado archivar el proyecto de ley de adelanto de elecciones y tenían ya un bloque de mayoría absoluta en el Congreso, se pregunta Martin Tanaka.

La respuesta puede estar en dos hechos: una mala evaluación de los escenarios y una rigidez en su estrategia.

En efecto, evaluaron mal los escenarios creados, creyeron que la derrota total del gobierno era archivar el adelanto de elecciones, y que ya éste no tenía capacidad de respuesta, o que toda respuesta del gobierno iba a ser derrotada nuevamente. Con esa convicción, dieron el siguiente paso: nombrar a los 6 magistrados del Tribunal Constitucional designados por el bloque parlamentario que ellos lideraban. Era, sin duda, el golpe final.

Pero la mala estrategia, o mejor: la rigidez de su estrategia, terminó derrotándolas en la hora final. Perdieron todo. La mala estrategia se basa en la ceguera política que les causó el triunfo del archivamiento del adelanto de elecciones. Pensaron que la confrontación debía seguir sin tregua y sin pausa; que toda reacción del gobierno la iban a derrotar otra vez. Por eso, ensoberbecidos, siguieron con la demolición, primero con el impedimento del ingreso para que no presentara la cuestión de confianza, y segundo, con la moción de suspensión de Martín Vizcarra como Presidente del Perú y, acto seguido, designar a Mercedes Aráoz como Presidente encargada.

Jamás se percataron que entre el primer y segundo acto fueron derrotados por una movida magistral del Ejecutivo que los disolvió en cuestión de minutos. Peor aún no se percataron de lo siguiente: que el antifujimorismo en calles y plazas era abrumador, que en las encuestas la población expresaba su rechazo a Fuerza Popular y sus aliados, que esta coalición de fuerzas sociales los había derrotado ya en las dos elecciones pasadas y los había hecho retroceder en varias ocasiones (anulación del indulto a Alberto Fujimori, la destitución de los fiscales Vela y Pérez).

9. Ahora cabe preguntarse ¿quién condujo esa estrategia? ¿quién fue el ideólogo que los llevó a ese desbarrancadero?

Indudablemente que Keiko fue la primera que diseñó y aplicó la estrategia de confrontación; que por no aceptar nunca su derrota pensó que podía hacerse del gobierno desde el Congreso; que luego de vacar a PPK pensó en tener controlado a Vizcarra y que ya podía imponer condiciones políticas. Indudablemente se equivocó.

Pero en esa estrategia surgieron otros personajes. Velásquez Quesquén, Mauricio Mulder y Del Castillo, indudablemente fueron los cabeza pensante en la aplicación de esa estrategia. Ellos consideraron que en esa estrategia podían ganar, y que el APRA podía recuperarse de la derrota electoral pasada, y que sumados a Fuerza Popular podían ganar poder y control del Estado; al fin y al cabo, son los que más cuadros políticos tienen.

La soberbia es muy mala consejera dice Martín Tanaka. Es peor la sobrevaloración de tus capacidades, pero sobre todo, tener una mala lectura de los hechos y una peor estrategia.

El fujimorismo es el que mejor expresa esa idea de que la política es guerra, y que los escenarios de la política son los de la guerra, y que la estrategia es de confrontación sin tregua y pausa.

Ahora es la oportunidad de que todas las fuerzas políticas den por concluido esa fase tan negativa de la política peruana y se pase a transformar la política en el mejor instrumento para construir un estado democrático y que la sociedad encuentre en los políticos sus mejores representantes para defender los derechos ciudadanos y de los pueblos originarios.

(*) Sociólogo. Exjefe de la Oficina de Diálogo y Prevención de Conflictos de la PCM.

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