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Política

A Vizcarra ya no le quedó otra opción

30-S: la decisión de disolver el Congreso de la República

AAR
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Lo único que se le podría criticar al presidente Martín Vizcarra por disolver el congreso, de acuerdo con el artículo 134 de la constitución, es haberse demorado tanto en tomar la decisión.

Quizá, sin embargo, fue mejor que sea así, pues un acto tan grave como la disolución del congreso –de acuerdo al mandato constitucional y no como el 5 de abril del fujimontesinismo–, requiere una fundamentación contundente.

Y la ocurrida ayer en un 30 de setiembre que será histórico, lo fue por el basamento jurídico, pues el congreso le negó la confianza al planteamiento de mejorar la forma de elegir a los miembros del TC con el fin de que los partidos tengan más dificultad para designar a personeros políticos en la máxima instancia legal del país.

Por otro lado, el político, fue evidente, especialmente en los últimos meses, que el fujiaprismo parlamentario se dedicó a construir obstáculos para cualquier reforma orientada a adecentar la política y la justicia, utilizando las tretas en las que son diestros, y trayendo comisiones del exterior y fingiendo negociaciones con el único fin de postergar los procesos con el objetivo de proteger intereses subalternos.

Pero es obvio para la mayoría de la gente que no solo fueron los últimos meses los que demostraron la podredumbre del fujiaprismo, sino tres años en los que exhibieron proclividad a la corrupción, mediocridad, prepotencia, e invicta vocación por anteponer sus intereses particulares a los del país.

Este quinquenio pudo ser de progreso para el país y su población, especialmente la más pobre, pero no lo fue por la responsabilidad central del fujiaprismo y sus líderes, como Keiko Fujimori, que, al demostrar incapacidad de aceptar una derrota, confirmó su insolvencia para gobernar. Destruyó la institucionalidad, su partido, su proyección personal y su familia.

Las semanas siguientes serán turbulentas como reiteración del clásico entre disolución versus vacancia. Ojalá que la ley y el sentido común se impongan, y se elija a un nuevo congreso con el fin de avanzar en lo que no se ha podido en estos años: reforma política y judicial, y avance económico.

Eso no está garantizado en modo alguno, pero sí era seguro que con este parlamento solo se iba al despeñadero.

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