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Política

La derecha va perdiendo la batalla

Tafur 7 de julio
Tafur 7 de julio

Lo que está pasando con el proyecto minero Tía María es un ejemplo elocuente de que en el Perú los poderes fácticos procapitalistas han perdido buena parte de su poder.

Pocas veces se ha visto tanta presión de parte de los gremios empresariales, encabezados por la Confiep, que ha considerado la licencia a ese proyecto minero como una de los dos señales relevantes que le exige al gobierno, de la mayoría de los medios de comunicación, incluidos editoriales y albergue a posturas favorables al mismo, así como de la tecnocracia liberal instalada en el MEF o en los principales pliegos ministeriales, siendo el propio ministro de Economía el más abiertamente declarado a favor de que el gobierno finalmente le otorgue la licencia de construcción antes de que venzan los plazos del Estudio de Impacto Ambiental.

Y, sin embargo, no han logrado que el presidente Vizcarra, un mandatario de centroderecha, proclive a la inversión privada (califica como un delirio cabal la tesis de nuestra ultraderecha de que Vizcarra es un chavista desembozado), se anime a dar el paso. Cabe imaginarse qué ocurriría si el 2021 llega al poder un candidato claramente antimercado. La trenza derechista citada (gremios empresariales, tecnócratas liberales y medios de comunicación) no podrá hacer nada para enrumbar la nave a favor del modelo macroeconómico.

La crisis de legitimidad moral del empresariado a raíz del escándalo de corrupción de Lava Jato es enorme. La percepción popular del empresario es de alguien que ha labrado su fortuna no por proveer mejores y más baratos bienes o servicios a las mayorías, sino debido a alguna trastienda corrupta con los poderosos de turno.

Los medios de comunicación no han sabido responder al desafío digital y hoy arrojan niveles de lectoría (en el caso de la prensa escrita) o de audiencia (en radio y televisión) que son una lágrima en comparación a los que tenían hace poco menos de una década. Ni sumando el eco digital, los medios logran hoy marcar la agenda o intimidar a un gobierno (ni siquiera a uno débil como el de Vizcarra).

Y la tecnocracia liberal, que llegó triunfante al Estado peruano en la década de los 90, copó la mayor parte de ministerios u oficinas regulatorias, y fue un fiel de la balanza, todopoderoso, de todos los gobiernos (ha sobrevivido a Fujimori, Toledo, García, Humala, PPK y Vizcarra), hoy se muestra profundamente debilitada. Por culpa de la demagogia de Alan García, los mejores tecnócratas salieron del Estado peruano y no han regresado. Antes el MEF tenía el poder de detener, inclusive, iniciativas provenientes del Congreso. Hoy resiste atrincherado, pero no tiene la capacidad de pasar a la ofensiva e impulsar normas o reformas.

La tríada mencionada tiene capacidad de reacción, pero tiene un poder menguado. Saltó hasta el techo cuando el ministro de Justicia, Vicente Zeballos, lanzó la infeliz idea de que el Estado pudiese relanzar aventuras empresariales, pero no logró sacarlo del gabinete, ni siquiera obtuvo un merecido desmentido presidencial. La trenza derechista tiene poder para el apanado, pero solo causa magulladuras leves.

La del estribo: imperdible Camasca, obra teatral de Rafael Dumett, puesta bajo la dirección de Daniel Goldman. Dumett, autor también de la notable novela El espía del Inca, recrea en Camasca los momentos finales del imperio de Atahualpa y su confrontación con el porvenir que se le avecinaba. La obra va en el Teatro Británico hasta la primera semana de agosto. Felicitaciones al Británico por la inversión. Se agradece especialmente la nueva sillería.

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