"Candidatos disruptivos habrá de toda laya. Desde Andrés Hurtado, pasando por Antauro o Gregorio Santos, hasta Phillip Butters o Rafael Rey",Al paso que vamos, estamos construyendo con ahínco el escenario sobre el que se erigirá un tablero electoral disruptivo el 2021. Entre los efectos devastadores de la corrupción y el deterioro del gobierno de Vizcarra nos encaminamos a paso seguro hacia ese imprevisible escenario. La corrupción en el Perú tiene una doble valencia. El aspecto positivo es que, como no ha sucedido en ningún otro país de la región, acá se ha profundizado y avanzado logrando resultados tangibles e inesperados. Ello alivia la desazón ciudadana y debería ser un bálsamo político de malos humores cívicos. Pero el efecto concomitante negativo es desolador, ya que asienta la percepción de que todo merece sospecha y que desde el poder se ha robado olímpicamente los dineros del pueblo, sin excepción ideológica. Así, prácticamente toda la clase política ha sido devastada. No habrá en el horizonte del 2021, candidatos protagónicos del keikismo, del aprismo, del pepekausismo, del nacionalismo, de la izquierda moderada. Del establishment político solo quedan indemnes hasta ahora Julio Guzmán, Alfredo Barnechea, César Acuña y Verónika Mendoza. Si a ello le sumamos el declive del gobierno, el asunto se avizora peor. Vizcarra debía haberse elevado sobre la coyuntura y entendido que le correspondía, visto en perspectiva histórica, sentar las bases para que los indicios positivos de un proyecto republicano siguiesen en pie el 2021. Pero no lo ha hecho así. Llegó a su nivel de incompetencia prontamente y abdicó del espíritu reformista. Recordemos lo ocurrido a comienzo de los 2000. La buena gestión política de Paniagua ecualizó las fuerzas centrífugas del país luego de que el fujimorismo hiciese implosión. Canalizó la irritación popular y permitió que el 2001 no triunfase alguien dispuesto a dinamitar todo lo avanzado en la década previa. Vizcarra debería haber cumplido ese papel, permitiendo que lo bueno de la transición post Fujimori también se mantenga incólume. Pero lamentablemente, tenemos un mandatario reactivo a la opinión pública y no a un estadista cabal. Candidatos disruptivos habrá de toda laya. Desde Andrés Hurtado (Chibolín), pasando por Antauro o Gregorio Santos, hasta Phillip Butters o Rafael Rey, por citar a los que se suele mencionar. Eventualmente, Fernando Cillóniz o George Forsyth. Y del establishment con capacidad de mostrarse rupturista también puede vislumbrarse a candidatos como César Acuña, Kenji Fujimori o, inclusive, a una Verónika Mendoza radicalizada. Bajo esa perspectiva, habrá que cruzar los dedos para que advenga un candidato promercado. Sería fatal para el país que, encaramado sobre el hartazgo popular respecto de la corrupción, llegue al poder alguien que desande la aún insuficiente economía de mercado. Con Toledo, García o con Humala, hubo una red de poderes fácticos promercado (empresarios, tecnócratas y medios de comunicación), que lograron encauzar los impulsos contrarios. Pero esa red está debilitada. Los empresarios cargan con el desprestigio de la corrupción, la industria de los medios transita por la peor crisis de su historia y la tecnocracia liberal ha salido en estampida del Estado. Si el 2021 gana las elecciones un candidato antimercado, no tendrá fuerzas de contención. - La del estribo: imperdible la película Retablo. La ópera prima de Álvaro Delgado Aparicio ha sido largamente premiada y ha demorado en realizarse por sinfín de travesías financieras. En ella actúan Magaly Solier, Junior Béjar y Amiel Cayo. Ahora que por fin ha llegado a nuestra cartelera es imperativo acudir al cine en estos días. De ello depende que se quede más tiempo en exhibición.