La falta de prevención, la construcción en zonas de riesgo, la debilidad y desinterés de gobiernos locales... nos muestran las graves carencias de nuestro Estado.,Cada vez que en Estados Unidos hay un tiroteo con víctimas mortales, el diario satírico The Onion publica el siguiente titular: “‘No way to prevent this’, says only nation where this regularly happens”. (“‘No hay forma de prevenir esto’, dice la única nación donde esto sucede regularmente”). Aunque fenómenos distintos, algo similar siento cuando veo la forma en que el Estado responde a los huaicos: sorpresa e ineficacia ante un evento que se da todos los años. El problema es causado por las lluvias, pero la magnitud del daño pasa más por la acción (e inacción) humana que por la fuerza de la naturaleza. En palabras del sociólogo Ernesto Ráez para Noticias Ser: “Lo que estamos viendo ahora no tiene nada de extremo, es lo que ocurre todos los años y desde hace milenios, pero la gente insiste en olvidarlo y pretende que es nuevo”. La falta de prevención, la construcción en zonas de riesgo, la incapacidad de responder a la emergencia, la descoordinación entre autoridades, la debilidad y desinterés de gobiernos locales, nos muestran las graves carencias de nuestro Estado. Una situación muy similar a la que vemos con el friaje, otro fenómeno natural que nos “sorprende” a pesar de su regularidad. Y al que también respondemos con campañas de solidaridad, loables sin duda, pero que serían menos necesarias con mejores políticas. Las carencias del sistema son suplidas con soldados y ministros. De nuevo, muy loable, pero la excepcionalidad muestra los límites de los sistemas normales de respuesta. Lo más trágico es que a mediados de marzo empezamos a olvidar lo sucedido. El próximo año nos volveremos a sorprender. Las soluciones pasan, según los expertos, por reformar el sistema de prevención de desastres para que haya una autoridad nacional responsable. Esto requiere superar la actual dispersión de funciones y establecer una entidad que sea juzgada por la calidad de su trabajo. Se puede copiar lo hecho en otros países donde también hay lluvias y deslizamientos de tierra, pero el impacto es menor. Asimismo, deben darse recursos y competencias a dicha autoridad para hacer respetar el ordenamiento territorial. Ello pasa no solo por desalojar a los ubicados en zonas de alto riesgo, sino también establecer políticas de vivienda que respondan a un problema en parte creado por el Estado. ¿Cuántas de esas personas cuentan con títulos entregados por el propio Estado? Si las respuestas están más o menos claras, ¿por qué no se hacen reformas? En parte para evitar el costo político de tomar medidas que afectarán la posesión o propiedad de cientos de miles de personas. O por la dificultad para un Estado débil de diseñar políticas que respondan a la complejidad del problema. O también porque la mayoría de los afectados son pobres, con menor influencia para poner el tema en agenda. No es una prioridad. Si esta es la situación frente a fenómenos “normales”, piense lo que nos mostraría una tragedia de proporciones. Los huaicos deberían servir como una suerte de ensayo anual que nos prepara para un gran desmadre. Ese que, de todas maneras, llegará.